Capítulo 1
ADELANTO
—Burak —dijo, apretando los labios para contener el temblor en su voz—, cuando muera, estarás libre. Pero mientras viva, no me divorciaré de ti.
—¿Por qué eres tan terca? —bramó él, el rostro tensándose.
—Porque no permitiré —respondió Esra con firmeza, aun cuando sus piernas le temblaban— que Vanea quede como tu primera esposa. Ella… tendrá que cargar con el título de segunda. Y cuando muera, no podrás borrarme de tu historia, Burak. No podrás cambiar los registros, ni el pasado. Aunque deje de respirar, seguiré siendo tu esposa.
Burak la miró con furia, pero en su interior, un sentimiento más profundo lo paralizaba. Ella creía mirarlo a los ojos, pero en realidad su mirada se perdida, intentando enfocar algo que no lograba ver.
—Esra, te borraré… viva o muerta. No permitiré que cargues con mi nombre una vez más. Vanea será mi única esposa —rugió, levantándose con violencia.
El sonido de la silla al rozar el suelo quebró el aire. Esra levantó la cabeza, sintiendo el calor de su respiración rozarle la frente. Era una cercanía hostil, de esas que confunden el miedo con deseo reprimido.
—Firma ahora el divorcio —dijo él, acercándose—. Te daré una gran suma de dinero.
—¡No quiero tu dinero! —su voz, aunque débil, fue clara—. Solo quiero que ella no quede como tu única esposa.
Burak se quedó inmóvil por un instante. No esperaba aquello. El odio que ella sentía por Vanea lo dejaba desconcertado. No lograba entender tanto odio hacia Vanea, que había sufrido mucho, por Esra, sin embargo, Vanea no la odiaba, pero Esra, mantenía un resentimiento inexplicable.
Suspiró hondo, mirándola con rabia.
—Maldición, Esra… ¿por qué tienes que obligarme a hacer cosas que no quiero? —escupió, con impotencia.
—Entonces no lo hagas —murmuró ella—. Solo vete… sigue paseando con tu amante, presumiendo tu amor delante de todos, pero no esperes que te deje libre. No te lo pondré tan fácil, Burak.
—¡Claro que sucederá! —gritó él, apretando los dientes.
Burak le agarró la mano con fuerza, empujándola hacia la mesa donde estaban los papeles. Intentó obligarla a firmar, pero Esra, sacando fuerzas que ni sabía que tenía, logró liberarse. La adrenalina le dio voz.
—¡No firmaré! —dijo, girando con ímpetu.
En ese movimiento, tropezó con un mueble. Su cuerpo cayó pesadamente al suelo. El golpe resonó y Burak, por un momento, se congeló. Ella trató de incorporarse, sus dedos ciegos palpando lo que la rodeaba para sostenerse. La visión borrosa no le ayudaba.
Él la miró, serio, respirando con dificultad.
—Firmarás —dijo con voz contenida, casi fría—, porque no pienso seguir casado con una cualquiera. Alguien que se acuesta con todos. Primero Ekrem, ahora Berk...
Burak se agachó, y al hacerlo, notó un cuaderno tirado en el suelo. Lo tomó y lo abrió con rudeza. La página estaba escrita con una letra que reconoció de inmediato: la de Esra. En ella, apenas unas líneas:
"Te extraño. Espero que vuelvas por mí... B."
Ni siquiera estaba el nombre completo, pero Burak no necesitó más. Su mente hizo el resto del trabajo, transformando una simple inicial en una condena.
—¿Berk? —murmuró Esra, con una risa irónica—. ¿De verdad crees eso? Berk es el amante de Vanea. Siempre lo fue.
—¡No mientas! —replicó él, furioso—. ¿Mentirás después de lo que vi anoche?
—¿Anoche?... —repitió ella, intentando recordar. Imágenes confusas comenzaron a invadir su mente. Creyó que había soñado. Pero ahora entendía: no fue un sueño. Burak la había salvado.
Él la miró, endureciendo el gesto.
—Estabas borracha. Dejaste al abuelo esperando para… lo que ibas a hacer con tu amante.
—¡No es cierto!
—¡Sí lo es! —gritó él—. Pero ya no importa, porque vas a firmar ahora.
Se abalanzó sobre ella, la levantó del suelo a la fuerza, la sentó en la silla y le apretó la mano contra el papel. Esra se negó con todas sus fuerzas, las lágrimas cayendo, el corazón latiendo desbocado. Burak perdió la paciencia. Tomó el dedo pulgar, lo manchó de tinta y presionó sobre el documento.
—Ahí está —dijo él, levantándose—. Tu huella. Es oficial.
—Eso no tiene validez, Burak —susurró ella entre sollozos.
Él la miró, medio sonriendo, arrogante.
—Claro que la tiene. Te enviaré una buena suma de dinero.
—Que sean quinientos —dijo ella con voz frágil, bajando la cabeza.
Burak frunció el ceño. Pensó que intentaba impresionarlo con una petición ridículamente baja, pero en realidad, Esra solo buscaba reunir el dinero necesario para saldar una deuda.
***INICIO***
Cuando Esra reaccionó, se encontraba sentada en la cama, estaba duchada, envuelta en una toalla, con la mente en blanco, pensando en nada.
Dos empleadas ingresaron sosteniendo sábanas y toallas en las manos, miraron a Esra con desdén, como la miraban todos desde que llegó a esa casa.
—El señor Burak ha llegado, pero su esposa es tan desconsiderada que ni siquiera está lista para recibirlo —comentaron las mujeres.
Esra levantó la mirada y las observó.
—¿Burak, está aquí? —ella las ignoró, rodando los ojos con desdén.
Esra sabía que no le repetirían esas palabras, porque ellas la odiaban, la despreciaban por haber ocupado el lugar de su hermana, la mujer que Burak había amado y con quien pensaba casarse antes de que desapareciera.
Esra bajó apresuradamente las gradas, llegó hasta la sala donde se detuvo abruptamente al encontrar a su esposo parado frente al bar, sirviéndose una copa. Solo podía ver la ancha espalda de su esposo y su alta figura, parada firmemente, solo moviendo los brazos.
—¡Burak, has regresado! —musitó con el corazón latiendo fuertemente.
Burak levantó la copa, la bebió de un sorbo, ignorando la voz de esa mujer. Pronto se escucharon pasos apresurados, y Vanea ingresó con una bata blanca, sangre chorreando por sus piernas y su rostro lleno de lágrimas.
—¡Burak! —su voz sonó rota, como si hubiera gritado y llorado durante horas.
Ante esa voz, el alto hombre se giró, y al ver a la frágil mujer en ese estado, dejó la copa de lado y se acercó hacia ella, sosteniéndola en los brazos, evitando que cayera.
Esra también se giró a ver, pero su rostro fue de dolor al ver cómo su esposo, a quien le había hablado anteriormente y ni siquiera le prestó atención, se acercaba apresurado a esa mujer, y la sostenía como quien sostiene un preciado cristal.
—¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué estás así? ¿Qué es esto? —La voz de Burak sonaba a angustia, su mano estaba manchada de sangre, y el dolor se reflejaba en sus ojos al ver a su amada en ese estado.
—Burak… me ha obligado a abortar —dijo la mujer, mientras se aferraba a él—. ¡Me ha obligado a deshacerme del bebé creyendo que es tu heredero! —ella… ella se enteró y… me lo arrebató —gritó con dolor, apretando a Burak.
—¿¡Quién!? ¿¡Quién lo ha hecho!? ¿¡Quién te ha obligado a abortar!?
Vanea se desmayó, y eso angustió a todos, más a Burak, que la elevó en sus brazos para seguido sacarla de ahí.
El corazón de Esra dolió mientras veía a su esposo salir de la mansión con su hermana en brazos, preocupado, angustiado como jamás había estado por ella. Llevaban dos meses casados, y después de la boda, tras tomarla sin un tapujo de amabilidad, Burak se marchó, no había regresado hasta ese momento, ni siquiera había llamado a preguntar por ella; menos dejó instrucciones en esa casa para que su gente la tratara como la esposa que era.
Ahora volvía; ella le hablaba y él parecía que nadie había hablado, hasta que llegó Vanea, y con su voz rota, apenas audible, logró atraer su atención.
Esra se dejó caer en el asiento y recordó cómo había llegado a esa situación.
“Vanea, su hermana mayor, la cual había desaparecido hace dos meses, justo el día de su boda con Burak, se decía que había muerto, otros que había escapado con un hombre. Pero esta última versión era imposible, ya que Vanea estaba muy enamorada de Burak, al igual que él; iban a casarse, más por amor que por unión comercial.
Ante la falta de presencia de Vanea, Burak se vio obligado a tomar por esposa a Esra, la hermana menor, a quien no amaba, pero su abuelo, decidido a no esperar que la novia apareciera, y después de escuchar lo que escuchó, no estaba dispuesto a permitir que su nieto se casara con esa mujer, entonces eligió a Esra, lo que tomó por sorpresa a los padres de ella y a todos los presentes, incluso al mismo Burak, quien la miró por unos segundos en silencio, hasta que el bastón de su abuelo resonara en el suelo.
—Tómala por esposa y acabamos de una vez por todos con esto.
Burak no se atrevió a replicar la orden de su abuelo, pues esta era ley para sus oídos.
Esra no podía creerlo; no podría creer que se iba a convertir en la esposa del hombre que siempre había admirado, aquel que amaba en silencio desde el día que lo ayudó a escapar de su cautiverio.
'Burak había sido secuestrado; estaba atado en una silla, de pies y manos. Era un adolescente; ella, apenas una niña de ocho años, que se acercó temerosa y lo observó fijamente, le quitó la mordaza y… lo liberó del cautiverio de su tío.
Esra, en ese entonces, tenía otro nombre; era pobre, la huérfana que su tío maltrataba cada vez que se le antojaba.
“Voy a volver por ti, y voy a cuidarte hasta el último día de mi vida”, dijo Burak, después de que fuera liberado, y Esra llevada a un orfanato, donde fue adoptada por unas personas de clase alta, y le cambiaron el nombre a Esra Hakan.'
Burak cumplió su promesa de regresar, pero no precisamente por ella, sino a su vida, pero convertido en el novio de Vanea.
El día en que él llegó a pedir la mano de Vanea, el corazón de Esra se rompió. Ella había pasado venerando todos esos años a ese joven, y cuando alcanzó la adolescencia se enamoró mediante la fotografía que encontró en el cajón de la habitación de su tío, antes de ser enviada al orfanato.
Cuando lo vio arrodillado frente a Vanea, decidió olvidarse de él, pues él ni siquiera la reconoció. Se olvidó de quién lo había salvado. Pensó que jamás se casaría con Burak, pero ahí estaba frente a un juez, uniendo su vida a él.
La ceremonia culminó; Esra fue a sus aposentos, donde Burak ingresó horas después, alcoholizado, y la tomó a la fuerza.
—¡Burak, por favor! —suplicó Esra, cuando le desgarró el vestido y la lanzó a la cama.
Ella había soñado ese momento con Burak, pero nunca de esa forma. En ese momento odiaba haber tomado el lugar de Vanea, porque podía sentir cómo él la lastimaba por haber usado el vestido de su amada”.
Esra salió del trance. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que ella se había sumergido en el pasado, pero cuando reaccionó, la noche ya había llegado. Se fue a la cama a esperar el regreso de Burak, pero este no volvió hasta el día siguiente, y con Vanea en sus brazos, tal como había salido, volviendo a herir a Esra. Esta solo observó cómo el hombre que amaba, su esposo, subía las gradas con la ex en brazos, ignorando su presencia.
—El señor Burak ha traído a su verdadero amor a la mansión Baris; debemos atenderla bien —dijeron con descaro las empleadas.
—Al señor Burak es tan amable y cariñoso con la señorita Vanea que su amor por ella se refleja en sus ojos —comentó otra.
Esra no soportó más y se marchó hacia el segundo piso para encerrarse en su habitación, pero cuando llegó, encontró a Burak acomodando la sábana sobre Vanea.
—Burak —musitó con un nudo en la garganta—. Esta es nuestra habitación matrimonial… ¿Por qué has traído a Vanea hasta aquí?
—Es Vanea quien debería acostarse en esta cama y compartir la habitación conmigo —refutó fríamente.
Vanea sonrió mientras veía el rostro de Esra desencajado por la sorpresa y el dolor.
—No te atrevas a cruzar esa puerta, enviaré a las empleadas a que saquen todo de aquí.
—¿Por qué? — cuestionó con lágrimas nublando sus pupilas.
Burak no dijo nada, simplemente cerró la puerta en la cara de Esra, casi golpeándole la nariz. Pequeño y arrugado se hizo el corazón de Esra al ver como su esposo la expulsaba de la habitación matrimonial, para compartirla con su hermana.
Las empleadas aparecieron, empujaron con el hombro a una Esra que seguía ahí, parada, mirando hacia el lugar donde había estado Burak, aunque solo veía la puerta.
Observó desde esa distancia, cuando las empleadas entraron y dejaron la puerta entreabierta, como Burak daba el jarabe a Vanea, con ternura, delicadeza, de la forma que jamás la había tratado a ella, ni siquiera en la noche de bodas.
Unas cuantas gotas cayeron de sus ojos, las cuales limpió dolorosamente, y se alejó corriendo al balcón, donde se quedó unos minutos, hasta que fue atrapada por dos de los hombres que conocía como fieles empleados de la mansión y llevada a la fuerza hasta el despacho, y lanzada al suelo.
—Burak ¿Qué ocurre? —la mirada de este era aterradora.
—Te has atrevido a lastimar a Vanea, y vas a pagar por ello.