Capítulo 13

1793 Palabras
Zabdiel. . . Mientras caminaba a atender los asuntos que reclamaban mi atención, no podía dejar de pensar en Isabella, esa hermosa rosa inglesa que poco a poco se ha ido metiendo en las profundidades de mi ser. Nunca antes una mujer me había afectado de esta manera. Me preocupa haberla dejado a merced de Esquizbel, solo me queda confiar en que mi primo no cometa una estupidez que me obligue a tomar la decisión que he estado evitando. La de exiliarlo, aunque eso genere revueltas en Norusakistan. Si se le ocurre tocar a Isabella Stone, mi despreciable primo pagará las terribles consecuencias, y no puedo asegurar qué tan malas lleguen a ser. -Señor- me informa uno de los asesores al trono de Norusakistan- debe atender asuntos de Estado, el Emir Rofellí, del emirato del norte ha dado una rueda de prensa asegurando que. . . que usted no podrá llevar las riendas de Norusakistan, él. . . él asegura Excelencia, que usted nos llevará a la ruina y que el pueblo de Norusakistan, debería buscar los medios de derrocarle. -¡¿QUÉ?!- pregunto furioso sin dar crédito a mis oídos. -Así es, Majestad. Además afirma que de tener oportunidad se hará de la corona de Norusakistan. -Ahora resulta que medio mundo quiere ascender al trono que por derecho me corresponde- digo conteniendo la ira que bulle en mis venas- no cederé la corona, no me la arrebatarán, no me quitaran lo que por derecho es mío, y lo más importante; no defraudaré a mi padre- dijo lentamente y haciendo énfasis en cada una de sus palabras- Norusakistan prosperará de mi mano, cumpliré con mi compromiso como Soberano, no dejaré a mi pueblo a merced de las alimañas del desierto. -Comprendo su posición Majestad, pero debe calmarse. -¿Cómo pretende un emir pasar sobre mí?- frunzo mi ceño y mis labios- ¿es que acaso no conoce su posición?, ¿cree acaso que su emirato tiene más poder que mi país?, puede que en algún tiempo un emir fuese muy importante, pero en Norusakistan, El Jeque es la máxima autoridad y nadie cambiará eso. -Majestad. . . -Está equivocado si cree que le permitiré semejante afrenta- digo decidido. -¿Qué quiere hacer, Excelencia? -Combatir fuego con fuego, el emirato de Rofellí temblará ante la fuerza Norusakistana, nadie le falta el respeto a mi pueblo, ni a mi corona, ni a mi persona. Preparen una rueda de presa para dentro de quince minutos. Isabella, caminaba junto a Esquizbel, estaba feliz de poder fotografiar la fachada de Palacio, la entrada a la ciudad, era todo tan pintoresco y alegre. -Es evidente que usted, ama su trabajo- lo dijo con sinceridad, la belleza pálida estaba concentrada en encontrar los mejores ángulos para sus fotografías. -Así es. Soy inmensamente feliz con una cámara en las manos, es lo que he hecho toda mi vida. -Quizás, quiera ir más allá. . . en el desierto hay animales exóticos y maravillosos, dignos de su cámara fotográfica. -¡Oh, me encantaría!- dijo con sus ojos llenos de alegría, luego lo pensó mejor, quizás al Jeque le disgustara, era evidente que no tenía buena relación con su primo- quizás en otro momento, por ahora me conformo con esto. Esquizbel, maldijo internamente porque Isabella acababa de desmoronar sus planes. Quizás, la mejor manera de solucionar aquel problema sería seducir a Isabella, eso sin duda alguna la alejaría del Jeque. Quizás Isabella Stone, a fin de cuentas si terminara siendo Soberana de Norusakistan, pero con un Jeque totalmente diferente. Isabella volvió agotada de la pequeña excursión, pensando en lo amable que había sido el primo del Jeque, había tomado muchísimas fotografías, sin duda alguna tendría mucho material para trabajar. Naiara, la ayudo a prepararse para la cena, se preocupó en tener un lindo aspecto, pero se desilusionó cuándo notó la ausencia del Jeque. ¿serían aquellos asuntos tan serios como para retenerlo fuera de Palacio tanto tiempo? Al final del día se fue a sus aposentos entristecida porque no había visto al Jeque, ese hombre la atraía en la que ningún hombre le había atraído antes, enloquecía sus sentidos, causando arrebatos con cada beso, con cada caricia. Siempre que los besos culminan, la dejaba temblorosa y ansiando mucho más. Suspiró con pesadez, no sería fácil marcharse de Norusakistan, los ojos del Jeque, sus besos, su boca, la perseguirían el resto de su vida sin importar a dónde fuese. Así que se acostó y se durmió después de dar miles de vueltas en la cama. Isabella tenía un dulce sueño, dónde El Jeque la acariciaba, su corazón latía con violencia, se despertó agitada, pero su sorpresa fue mayor. El Jeque en persona estaba sentado al borde de su cama, contemplándola dormir, envuelto en una hermosa túnica azul cielo con dorado. Rayos, ¿Por qué tenía que ser tan sexy? -Lamento haberte despertado, Isabella- no sabía si eran solo ideas suyas, pero su voz ronca la hizo estremecer internamente, hasta las profundidades de sus cimientos, cuando él le hablaba sus sentidos adormecidos despertaban, volvían a la vida con furia, deseos anhelantes de ser saciados. -Yo. . . ehh. . . .Excelencia- dijo al fin, acomodándose su bata de seda y su cabello- Yo. . . -No quería despertarte, solo me gusta verte dormir- declaró sin apartar los ojos de ella, ni por un instante. -¿Le gusta verme dormir?- le preguntó sorprendida, de no haberlo notado antes- ¿lo hace a menudo? -No tanto como quisiera- confiesa apenado- pero lo cierto es que en ocasiones no puedo resistir la tentación y termino por venir a verte. Duermes como un ángel, me da paz apreciarte. Te pido me disculpes, porque sé que violo tu privacidad, pero. . . no puedo resistirme- declaró sintiéndose vulnerable. Isabella sintió que sus oscuros ojos le quemaban. Se giró hacia la mesa de noche, y se sirvió un vaso con agua, el cual ingirió rápidamente, luego se giró nuevamente y se quedó observando al Jeque y a sus profundos ojos, su corazón golpeaba con violencia contra su pecho, su respiración se volvía agitada y su cabeza daba vueltas. -Yo. . . yo, nunca lo había notado- dijo con voz temblorosa. -Eso quiere decir que soy sigiloso, es bueno. En el desierto es una habilidad apreciada- sonrió y el femenino corazón dió otro vuelco. -Sí. . . nunca antes le había sentido venir, Excelencia- Isabella, salió de la cama y caminó hasta sentarse junto a él. Allí en túnica solamente, se veía increíblemente atractivo- ¿pudo resolver los asuntos que reclamaban su atención? -Afortunadamente sí, era muy delicado, pero logré solventarlo. Hay quienes no me quieren en el gobierno, Isabella. Creen que soy joven, incompetente, inexperto y que no podré manejar el país- su voz se endureció, perdiendo toda calidez. -Es difícil para algunos acostumbrarse a los cambios, Excelencia, pero estoy segura de que usted podrá manejarlo muy bien, estoy segura de que verán en su trabajo todo lo que ama a Norusakistan. -Es que son cuestiones por ambición, y la ambición no permite hacer reflexionar a las personas, los ciega completamente. -Pero con su ejemplo mostrará al pueblo Norusakistan , que es usted el Soberano adecuado- El Jeque suspiró con pesadez. Isabella, lo vio tan preocupado y afligido- hoy tomé unas fotografías excelentes- le dijo en tono animado para cambiar el ambiente. -¿Si?- le preguntó él con una deslumbrante sonrisa que le hizo temblar las piernas, si no hubiese estado sentada junto a él, seguramente se hubiese caído al suelo. -Magnificas. Su primo me acompañó, la fachada sale maravillosa con el sol y. . . -¿Saliste de Palacio?- su frente estaba fruncida y su sonrisa se había desvanecido, la asustó ese cambio tan radical. -Yo. . . pues sí Excelencia, pero no salí sola. Su primo me acompañó. -Sé que sonará mal Isabella, pero salir con mi primo es peor que salir sola. -Yo. . . pude notar que hay diferencias entre ustedes. -Son más que diferencias. Mi primo quiere ser quién gobierne el país, y es un hombre peligroso, Alá es testigo de que digo la verdad. Es un demonio con cara de ángel. No te confíes, Isabella. -Parece un buen hombre- respondió ella bajando la mirada. -No todo es lo que parece- le dice con tono serio- quiero que te cuides de él. No quiero que salgas lastimada. -Pero. . . -Sólo prométeme que no saldrás de nuevo con él- la tomó de ambas manos y la miró fijamente- prométemelo, Isabella. -Lo prometo- dijo sin dudar, sabía en ese instante que no podría negarle nada, sus ojos la hipnotizaban, se quedaron viendo a los ojos. Los de él, oscuro y profundos. Los de ella verdes brillantes y anhelantes. -Eres hermosa Isabella. . . - fue lo que dijo El Jeque, antes de acercar sus labios a los de ella. -Zabdiel. . . - susurró Isabella, y El Jeque se estremeció, por primera vez lo llamaba por su nombre y sonaba exquisitamente perfecto. Sus labios se unieron en un dulce reencuentro, sus cuerpos vibraron ansioso de placer, sus almas brillaron al sentirse complementadas y sus corazones agitados pedían un poco más. Isabella, se encontró presa entre la suavidad del colchón y el duro y masculino cuerpo del Jeque. -Isabella. . . - susurró él contra la suavidad de su cuello. Ella se estremeció completamente, sintiendo que el mundo daba vueltas arrastrándola con él. Acarició el masculino cabello. Suave, limpio, delicado, mientras que aquella boca se apoderaba lentamente de su cuerpo y de su alma. Las sensaciones eran extrañamente nuevas para ella, ¿podía alguien sentirse tan bien, tan solo con el roce de otro ser humano?, ¡Por Dios!, desconocía que pudiese sentir tanto placer. Había pasado toda su vida entre cintas, cámaras, fotos y paisajes, pero hubiese cambiado todo eso por sentirse como se estaba sintiendo ahora. El Jeque, vibraba de puro placer. Sentir a Isabella estremecerse debajo de sus caricias, estaba amenazando con arrancarle la cordura, pero no podía detenerse, necesitaba su aroma, sus besos, su piel. La necesitaba a ella. Isabella arqueó su espalda, logrando con ello oprimir sus senos contra él. Mordió con delicadeza su cuello y se deleitó con su tímido gemido. Las femeninas manos viajaron por su cuello, y su pecho por encima de la tela. Consiguió el lazo de la túnica y sin pensarlo lo deshizo, sus manos se encontraron con la firme piel del pecho del Jeque y sin poder reprimirse volvió a gemir, se sentía. . . tan bien. Fue el turno de Isabella, de explorar sus labios abandonaron la boca del Jeque y se deslizaron por su cuello, lamió el lóbulo de su oreja y un ronco gruñido inundó el lugar.
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