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Una noche con el jefe

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multimillonario
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una noche de pasión
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Oficina/lugar de trabajo
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Descripción

Elizabeth salió sin rumbo una sola noche, no tenía intenciones de volver a su casa hasta la mañana o la noche siguiente, no sabía que le dé paraba el destino hasta que llegó al club sin nada mejor que hacer, vio su oportunidad y entro del brazo de un hombre que no conocía, pero tampoco le importaba hacerlo, fingió conocerlo hasta que entraron.

Él no sabe que pasó, pero amaneció solo, con resaca y un aroma a durazno en su cama.

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Corrí con algo de Prisa a la salida del hotel en busca de un taxi, aunque realmente no esperaba estar muy lejos de mi casa la situación en la que me encontraba me llenaba de desesperación. Gracias a dios tenía mi celular encima, si no fuera por el aun me encontraría en la cama de un total desconocido… No que hubiera sido una mala noche, todo lo contrario, sin embargo, no planeo quedarme a averiguar si este sujeto tiene los ingresos para pagar este hotel que cobra inclusive por el papel de baño, es que… por dios, no planeo repetir mi error una segunda vez. Al momento de notar que un taxi se había detenido, me apuré para tomarlo —A esta dirección por favor — expliqué al entrar, entregándole al conductor una nota con la dirección de mi casa, me sentía muy apurada por llegar allá para comer algo decente, buscar ropa formal y definitivamente debía arreglarme para mi entrevista de trabajo, la primera impresión es importante. No podía perder la oportunidad, juro que por mi mente pasó más de una vez la idea de tirarme directamente en medio de la primera avenida en hora pico si llegaba a fracasar, al menos sería una muerte digna… más o menos. No podría soportar el perder la oportunidad que solo pude conseguir tras un año entero de ir de un lado a otro con favores estúpidos con la única finalidad de conseguir la oportunidad de ser la asistente de un empresario, corrijo: El empresario. Al fin lograría salir de esas deudas tan asquerosas que me llegan al cuello, era una oportunidad de acomodar mi vida. Mientras el taxi avanzaba, apoyé mi frente en la ventanilla y fijé mis ojos en el paisaje, me puse a pensar en cómo había llegado hasta allí; un lugar donde vive la gente adinerada; cerca de una costa con aguas cristalinas y flores hermosas; piscinas enormes y cuidadosamente diseñadas en los patios de cada casa que cruzaba mi mirada; automóviles que creí solo poder ver en sueños; incluso las aceras mostraban un cuidado extremo con un aspecto pulido… Volteé mi mirada para observar el interior del automóvil en el que me encontraba: Asientos de cuero blanco impecables, ese extraño olor que tienen los autos nuevos. Incluso el conductor se encontraba presentado con un traje semi elegante y buen peinado. Tantos pensamientos hicieron tragar saliva con fuerza, me esforzaba por asimilar la situación. —Disculpe… ¿Cuánto costaría el viaje? — pregunté con algo de miedo a la respuesta que este me podría dar. —Bueno, es un viaje de hora y media, serían aproximadamente 100… 150 tal vez. Al instante, la sangre todo mi cuerpo se dirigió a mis pies y sentí un inmenso frio recorrer mis venas mientras pensaba desesperada en una solución. Rápidamente revisé mis bolsillos y encontré tres billetes arrugados, además del anillo de alguien cuya identidad desconozco. Me dispuse a abrir los billetes para ver su valor: Dos de veinte y uno de cincuenta. Pesé el anillo con torpeza, era algo pesado, tal vez valdría lo suficiente para sacarme de ese apuro… Recuerdo maldecir a la gente rica por poder gastar tanto como si no fuera nada… ¿Qué podría decir en esa situación?... tras pensar unos segundos le pregunté al conductor: —¿Hay una casa de empeños cerca? — Este me miró de reojo y suspiró, dando vuelta en una esquina y estacionándose frente a una casa de empeños que se encontraba convenientemente cerca. —Adelante— Habló, casi como un susurro de desaprobación y molestia. Al instante bajé del taxi, colocándome mi suéter y cubriéndome la cabeza con la capucha para no tener que dar explicaciones si llego a cruzarme con algún conocido. Me acerqué rápidamente al mostrador, colocando el anillo sobre este sin siquiera fijarme en los detalles de este. —¿Cuánto por el anillo?¬ Al decir esto logré leer el nombre escrito en el anillo “Osten”, lo lamentaba por el si es que su nombre era ese, pero no veía otra salida. Las dos personas tras el mostrador intercambiaron miradas con algo de discreción antes de empezar a inspeccionarlo detenidamente, el hombre pasó su dedo por una marca de mercurio a modo de sello. Raspó el anillo en una placa de metal, y por último aplicó una especie de liquido azul en el mismo. La chica junto a él observó en silencio. Al final pesaron el anillo y me mostraron el numero: 144 gramos… Maldición, ¿quién lleva el equivalente a una pesa pequeña todo el tiempo en su mano? —Es oro italiano de 22 quilates — el hombre explicó —. Es un 91 % puro… Puedo ofrecerle 350 dólares por la pieza, es pesada, de buena marca y es oro puro… Parece personalizada así que probablemente sea única en el mundo. Escuché esta explicación en silencio, aunque sinceramente, al escuchar el precio dejé de prestar atención… —¿Ocurre algo? — la mujer preguntó, observándome con algo de preocupación. —¿Solo eso? Al realizar esa pregunta ambos parecieron algo sorprendidos… Seguro estaba pálida en ese momento. El hombre se rascó la barbilla observando el anillo con cuidado. Luego habló: —400, pero no puedo ofrecerte nada más. Sin más opción acepté la que para mi era una mala oferta, sin siquiera saber quien era el dueño de aquel anillo. Lentamente o con algo de culpa regresé con aquel taxista para pagarle el viaje, el cual terminó costando 115 dólares por el trayecto a mi casa. Lugar que casi al instante le provocó algo de desagrado. Aunque no lo culpo, a mi tampoco me gusta… El barrio no es del todo malo, tampoco mi casa, sin embargo, no llegan a ser buenos, inclusive a ser medianamente aceptables… Me despedí del taxista agradeciéndole por la paciencia que me tuvo. Entré a mi casa con los dólares extra que me quedaron y me dispuse a bañarme para vestirme he irme en busca de ese trabajo. Me quité los lentes de contacto… Perdí los lentes de contacto… Respiré profundo y me lavé el cabello con el agua casi congelada de la regadera, lo cual sirvió para despejar mis pensamientos y terminar de despertarme. Al salir del baño me espanté al notar que mi maquillaje se había desparramado por todo mí rostro, me limpié la cara con el primer trapo viejo que me encontré y me volví a maquillar de una forma elegante. Salí envuelta en dos toallas y con una cubriendo mi cabeza. Abrí mi closet y saque una falda negra ajustada justo en las rodillas, un suéter blanco justo en los hombros y ceñido al llegar al cuerpo, era mi favorito, busqué unas medias largas, oscuras para que resaltaran mis piernas con los tacones negros brillante. Luego sequé mi cabello con la toalla y el secador de mi habitación, por ultimo puse a calentar la plancha de pelo pero caí en cuenta de algo: —Pero si tengo 100 dólares. ¿Qué me impide gastármelo en mi cabello? La sola idea me hizo sonreír de oreja a oreja, me terminé de vestir, tomé mi currículum y salí corriendo. Al salir logré ver al mismo taxista, intentando espantar un par de perritos… creo que les tenia miedo, eso me hizo sonreír aún más. Tomándome mi tiempo tomé mi manguera y apunté a los perros, echándoles una pequeña cantidad de agua para espantarlos. Al alejarse los perros me acerqué al hombre. —¡Hola! Soy yo de nuevo, ¿podrías llevarme a esta dirección? Ni siquiera pude terminar de enseñarle la dirección cuando me interrumpió. —Donde sea menos aquí. Lo observé con algo de sorpresa. —¿Si te molesta porque no te habías ido ya? — pregunté algo incrédula. Este solo me respondió diciendo: —¿Quieres que te lleve o no? Rápidamente hice un gesto de cierre en mis labios y me subí al taxi, le di la dirección y el pago, 40 dólares… eso es algo más razonable supongo. Llegamos al salón y antes de bajarme me volteé para hablarle. —Cuanto para que me esperes y me lleves hasta mi trabajo. —75… ¿Sabes qué? 60 si me dejas tranquilo para ir por un café— Explicó con un tono bañado en algo de ironía —Te doy 65 si me traes uno a mi — Respondí sonriente, provocándole una expresión de confusión leve, aunque asintió de igual manera. —¿Quieres azúcar? —No hay otra forma de tomarlo — Bromeé dándole el dinero para el viaje y entré al lugar. Antes de abrir la puerta alguien ya había hecho el trabajo por mí, miré de reojo al taxista, el cual señaló con disimulo a su auto expresando que era elegante, y que los empleados me creían alguien importante, a lo cual sacaría provecho, obviamente. Entré con un rostro serio y la frente en alto, con un paso seguro me dispuse en ir a la recepción. —Estoy algo apresurada y corta de tiempo para una reunión, necesito que mi cabello quede acorde a la situación, un corte y demás de un maquillaje sencillo para resaltar mis ojos. La mujer miró sobre mi hombro lo que supongo era el auto donde vine, y yo logré notar gracias al reflejo en el logo de la estética al taxista… en ese momento no sabía su nombre así que simplemente lo llamé Jaime, tenía cara de Jaime. Jaime me estaba trayendo mi café, eso fue rápido por cierto. Sé disculpó al pasar y se dirigió a mi con calma. —Aquí está su café señorita: un expreso doble con dos de azúcar, justo como pidió. Con permiso. Tan rápido como entró salió del local para entrar en su auto y esperarme. —Enseguida la atenderemos, ¿quiere un corte recto o degrafilado? —Solo las puntas, pero tiene que quedar liso — expliqué, resaltando la palabra liso. Me llevó hasta la peluquería, hacía tanto que no me sentía como una reina que solo el ser tratado de esa forma me traía felicidad. Fue agradable verme al espejo y que mi cabello estuviera perfecto, el que luzca hecho por un profesional, ni un solo cabello fuera de lugar. Pasamos al segundo piso donde estaban los masajistas otros tratamientos y las maquillistas. Acabé con el café y lo tiré en un tacho de basura. —Necesito que sea sencillo y que sirva para una reunión de trabajo muy importante además de que quiero que resaltes mis ojos. Tras escucharme, la persona que me atendía asintió y se dispuso a maquillarme mientras yo cerraba mis ojos esperando lo mejor Al terminar, me marché alegremente con 98 dólares menos en la cartera, pero con una apariencia de un millón de dólares. —¿Qué hora es? — Pregunté a “Jaime”, el cual parecía tener mejor semblante. —Casi la una y media — Respondió acomodando su traje. —Bueno, es la hora perfecta para ir a la empresa Intrinsic. Asintió con calma y nos pusimos en marcha hasta la maravillosa empresa de seguridad informática en la que pronto trabajaría. Tomé mi currículum felizmente y mientras llegábamos a la entrada principal acomodé mi cabello un poco, mirándome en el espejo y apreciando el gran trabajo que realizaron en la estética. —¿cómo dices que te llamas? —Maximiliano —Respondió sin mirarme, sin embargo, podía ver por el retrovisor sus ojos oscuros mirando al frente, era un tipo algo mayor que yo pero se podía decir que era una especial de “señor joven” tal vez unos 30 años y con su rostro bastante duro, cabello n***o corto y voz suave, era algo misterioso. —Bueno, no sé cuánto pueda tardar allí dentro pero espero que no sea mucho, así que. —Si si si, la espero aquí… —Interrumpió con un tono de cierta burla y superioridad— Sigue siendo mejor que otra cosa. Acomodó su cabello y se colocó la gorra de chofer elegante de nuevo. — Buen chico. No me respondió, simplemente giró sus ojos mientras yo bajaba. Supongo que su trabajo pece a parece glamoroso, no lo es, cuanto menos debe ser agotador. Caminé firme hasta la entrada principal y directamente hasta la recepción. —Buenas tardes, tengo una cita para una entrevista de trabajo justo a las dos en punto. Soy Elizabeth Swan. Acomodé mis anteojos y el recepcionista me miró de pies a cabeza. —La estarán esperando en el último piso. Asentí levemente y me dirigí directo al elevador mientras me preparaba mentalmente para lo que sea que pudiera esperarme tras subir. Ese día estaba yendo de maravilla, espero que siga así. Apenas las puertas se cerraron suspire más tranquila, he esperado esto por mucho tiempo, tanto tiempo por una oportunidad de este tipo. Sería magnífico poder ser su asistente, un sueño hecho realidad. Claro, también el poder ganar algo de dinero más que unas minucias. Respiré hondo, las puertas se abrieron, apenas bajé una mujer muy sensual entró caminando tranquilamente con Aires de superioridad. Yo me encamine hasta donde estaba la secretaria. Buenas tardes, soy Elizabeth Swan, tengo una cita a las dos en punto. La mujer me miró de reojo y señaló la puerta principal. —El licenciado Attentäter la espera. Asentí y me dirigí a lo que yo supuse, era su oficina. Apenas abrí la puerta el olor a perfume caro me embriagó de inmediato, haciéndome respirar profundo por puro instinto. Levanté la mirada y encontré a ese hombre de traje gris a medida, sentado mientras tecleaba algunas cosas. Su rostro duro y ojos color verde intenso, esa piel pálida como el mármol, sus labios finos rosáceos y esa barba perfectamente cortada y de color n***o como su largo cabello lacio hecho una cola, esa perfecta nariz recta y perfilada, sus cejas oscuras y gruesas, ese rostro tan perfectos y varonil aspecto, su ceño ligeramente fruncido y mirada helada y gélida. —Con permiso — Dije cerrando la puerta tras de mí. —Llega antes de la hora, señorita Swan — Alegó acomodándose en la silla mientras mi miraba directamente a los ojos …sí que era atractivo ese hombre, combinado con un sentimiento de dureza que emanaba de su ser. Esa voz ronca y profunda, no mostraba ninguna emoción más allá de su fría y distante forma de expresarse. —Si, lamento la impertinencia pero en mi opinión es mejor llega antes que llegar tarde, aunque en lo personal llegar a tiempo es más correcto. —Supongo. — Meditó de forma tajante. Ya veo porque no le duran los asistentes. —Siéntese, por favor. Me acerqué tranquila, pero juro que sentía como mi cuerpo se congelaba con el simple contacto de su mirada demoniaca. Me senté en la silla… Hasta este día recuerdo lo cómoda que era.Le entregué el portafolio con mi currículum y el lo dejó a un lado. —Ya he leído la copia que envío antes; puede que su nivel en lenguas extranjeras sea apto para el trabajo incluso sobre calificados, pero, note que tiene una única referencia de un trabajo en asistencia, los demás son en la secretaría, documentación, almacenamiento, conteo y administración, también que está acabando sus estudios en ingeniería informática. Eso es algo complicado ya que este es un trabajo que requiere tiempo completó, y cada minuto compensa. Se recostó en su puesto. —Yo entiendo y no será inconveniente, tengo un promedio excelente en toda mi carrera y eso no será un impedimento para nada en cuanto a las necesidades del trabajo en sí. Ante mis palabras el arqueó una ceja para responder con su tono que ya parecía volverse característico: —eso espero. —Se lo aseguro señor, no habrá quejas y estoy disponible a tiempo completo. Además, algo que también adjunté, justo aquí… — me incliné apoyando mi mano en el escritorio y abrí el portafolio pase las páginas y señale una línea— justo aquí, “ aclarando que mi disponibilidad es total todo el día todos los días, debido a que ejerzo mi licenciatura en ingeniería informática de manera semipresencial y en un 95% a distancia”. Lo aclaré para evitar confusiones y obviamente dejar todo claro. Sonreí y me volví a sentar… Eso pareció molestarlo un poco. —En todo caso, ¿si se siente tan capaz de cumplir con este trabajo? — Preguntó tras aclarar su garganta y erguirse nuevamente en la silla. —Con todo respeto le digo que puede sentirse en la libertad de probar mis capacidades para este puesto, no recibirá ningún tipo de quejas de mi parte. Este hombre parece tener muy mal carácter. —Si ese es el caso. Revisó algunas cosas en su celular y lo dejó de lado. Casi de inmediato entró la misma secretaria con algunos papeles. —Léelo completo. Ordenó de golpe. La señora me tendió un pequeño folio de papeles y empecé a leerlo. Era un contrato de trabajo, muy detallado. Trague duro. —Si usted esta tan segura entonces podrá con esto de inmediato, si lo firma, entonces esto será inmediato, empezará ya mismo y tiene 10 minutos para leerlo porque tengo una junta urgente y un viaje para corroborar unos asuntos importantes. — Ordenó con total calma lo cual me dejó en shock. El infeliz sonrió con arrogancia. —lo imaginé. El ligero golpe seco de mis dedos en su mano cuando intento tomar el contrato resonó en todo el lugar. —Eso es un falta de educación y respeto, aún no he terminado, usted mismo lo dijo señor Attentäter, tengo 10 minutos para leerlo completo. Escuché como inhaló profundamente de esa forma peculiar que expresaba molestia. Tomé el bolígrafo sobre la mesa y firme al pie de página. —Será un placer trabajar para usted. Sonreí con la misma arrogancia. Este tomó el contrato y el bolígrafo de mis manos, firmo dónde le correspondía con la actitud de alguien que parecía responder a un reto que no planeaba perder. Respiró hondo y se lo entrego de nuevo a la secretaria. Tras todo esto se levantó acomodando su traje gris, discretamente lo miré de pies a cabeza, era todo un dios, ese traje le quedaba perfecto… corregiré, era la reencarnación de lucifer. Tomó su tableta, su celular y pasó junto a mi dejando tras de sí esa estela de perfume que solo un hombre como él podía llevar en su pálida piel. Definitivamente era el diablo, un diablo capaz de congelar el mismísimo infierno con su actitud. —Espero que usted sepa cómo es esto, además de que el contrato le obliga estrictamente a asistir a un viaje, que como mencioné antes es hoy mismo, su currículum usted específica que tiene un estudio lingüístico completo de griego, y en este viaje necesito que sea completamente capaz de realizar una traducción precisa, así que. A las ocho pasaran por usted. —Miró a su secretaria. —No se preocupe señor, puede estar seguro de que yo cumpliré con el tamaño de la responsabilidad y de cualquier carácter del trabajo que deseé imponerme, no se arrepentirá; además de que no será necesario que pasen a buscarme, solo necesito saber la hora de forma anticipada y también el aeropuerto y mi chófer me llevará de inmediato. Sonreí, aunque por dentro suplicaba que Maximiliano no me enviara al psiquiátrico si se lo pedía. Este me miró con indiferencia y dio un muy ligero suspiró. —Bien, en todo caso…— su celular empezó a sonar, esté reviso un segundo en mensaje. — En fin, Martha ocúpate de decirle al chófer que la lleve de regreso. Salió de la oficina y yo también. — No se preocupe señor, mi chófer está abajo esperando. Un gusto empezar hoy mismo a trabajar para usted, que tenga buena tarde. Sonreí nuevamente. Me acerqué al elevador y presioné el botón. —Martha diles a los demás que aplicaron, que la vacante ya está ocupada. Suspiré aliviada mientras se cerraban las puertas y ya estando dentro la emoción empezó a correr por todo mi cuerpo haciéndome cosquillas bajo la piel, la inmensa sonrisa en mis labios era de felicidad pura. Cuando las puertas se abrieron bajé caminando y traté de ubicar el BMW blanco apenas lo ubiqué empecé a caminar hasta él, la alegría invadía mi cuerpo acelerando mi corazón al igual que mis pasos hasta el punto de correr con todo y los tacones. Abrí la puerta de golpe y entre solo para gritar de la emoción. Maximiliano se despertó aterrado, su espalda pegada a la puerta del conductor, su mano en izquierda en su pecho y su derecha en la manecilla para salir del auto, respiraba agitado y aterrado. —¿¡Qué demonios te pasa desquiciada?! Me pasé al asiento de adelante con torpeza mientras el se quejaba y yo le pedía que me ayudara, al acomodarme respire profundo y lo miré a los ojos, el parecía estar viendo a una loca. —¡No me mires así, estoy feliz!¡¡me dieron el trabajo! El hico un gesto de asombró y sonrió para gritar: —¿¡trabajo de qué?!, ¿¡de loca o de bruja?! — exclamó con un tono de burla y sarcasmo, seguido de lo cual volvió a una expresión de enojo. —¡No idiota! ¡De asistente personal del dios Andras Attentäter! — Dije sonriendo llena de felicidad mientras lo agarraba de las solapas del traje. El se asombró en gran medida y dijo no sin antes mover mis manos para que lo soltara. —¿¡cómo demonios lo lograste?!, ¿¡a ti?!... tienen muy bajos estandares hoy en día…- Dijo anonadado. —¡Si a mí! ¡Y yo soy muy valiosa para tu información! Exclamé feliz y algo ofendida —¿tú? — Preguntó con algo de burla y sonrió ampliamente. Tenía una sonrisa hermosa. — ¡YO! —Empecé a festejar a gritos con emoción — ¿¡Y yo porque celebro?! —Preguntó confundido. —¡Porque tú serás mi nuevo chofer personal! —Su felicidad desapareció —Largo de mi taxi. Reclamó al instante abriendo la puerta de mi lado, yo me reusé y empecé a explicar: —Primero: auch. Segundo: — Tomé su gorra y empecé a juguetear con ella con algo de nervios — Es que tal vez le haya dicho que tú eres mi chofer personal… y que me llevarías al aeropuerto a las ocho… ¿Porfis? El suspiró y me miró con algo de interés en sus ojos. —¿Me pagarás tu o tendré que llevarte a otra casa de empeños? — Dijo reservado mientras se acomodaba en el asiento. Yo sonreí algo nerviosa: —¡Claro que te puedo pagar! Eso fue de una sola vez. El dudó. —Aja… Mañana temprano, ok. Sigue siendo mejor que ese estúpido hotel. —Es decir, cuando todo sea seguro renuncias y trabajas para mí — Me burlé. Se rió entre dientes. —No no no, no me estás entendiendo, el auto no es mío. Pero, puedes llamarme tonteo por la ciudad un rato haciendo lo que quieras que haga, y así tú tienes un chófer y yo tengo un descanso de tantos ricachones extravagantes y ebrios, que gritan mientras vomitan, o lloran mientras gritan incoherencias. Créeme esté trabajo es horrible, no me gusta para nada, pero, la paga es suficiente para vivir, el trabajo es exagerado en comparación a la paga.- Me senté a escucharlo. —Es decir, yo me libero de ese trabajo momentáneamente y ganó un tiempo de descanso, y tú tienes a tu chófer. Dice con una mirada tranquila en sus ojos oscuros y sacó de su traje una tarjeta plateada. —Es un trato Maximiliano Ancelotti. —Es un trato señorita… Extendió su mano. —Elizabeth swan. Estreché su mano. (….) Al día siguiente llegué temprano al aeropuerto con una pequeña maleta hecha ya que dijo que el viaje sería de tres a cuatro días, empaqué solo lo necesario. Max abrió la puerta para que yo bajara y sacó mi equipaje. Al mirar al entrar al aeropuerto me encontré conque el ya se encontraba allí, junto con un avión privado… Maldita gente rica. —Que tenga un buen viaje señorita Swan — Habló Maximiliano mientras me entregaba el equipaje y acomodaba mi saco con cuidado. Seguido de esto me dio un gesto de pulgares arriba y se alejó en silencio. Yo le agradecí sonriente antes de que se fuera y me dirigí hacia mi nuevo jefe —Buenas noches, señor. —Buenas noches. Me senté en el asiento frente a él, teníamos de por medio una bonita mesa de color blanco de madera brillante. —Esto es para usted, ya que trabajará para la empresa y directamente para mí, es más conveniente que haya un celular únicamente para las cosas del trabajo y lo que le corresponda, la Tablet es para hacer las anotaciones pertinentes y todo aquello que sea necesario. Ambos aparatos se encontraban sobre la mesa dispuestos de forma ordenada con sus respectivos conectores. Eran de color blanco a diferencia de las suyas que eran plata y n***o. —Es de clave biométrica, es más seguro. Dijó otra vez metiendo la cara en su tableta y luego atendiendo una llamada… Bendita gente rica. —Es increíble. Susurré indagando en la tableta. Estaba segura de que amaría ese trabajo siempre. Sonreí Ese anillo me había salvado la vida… Quien quiera que fuese el dueño en ese momento no le podía estar mas agradecida.

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