Capítulo 7

1758 Palabras
DAMIÁN – ¿En serio crees que podrás convertirte en guerrero? ¿un huérfano como tú a quien nadie quiere? Un tipo me empujó y caí al suelo. Lo conocía, era el tipo que siempre solía molestarme en la época que entrenaba para convertirme en un soldado de Grecia. Tenía 12 años cuando me enlisté, era uno de los más jóvenes, huérfano y no pertenecía de la nobleza por lo que todos esos puntos juntos hicieron que sufriera de abusos durante dos años hasta que me convertí en el soldado más joven de la historia. – Oye, chico sombrío. ¿no me oyes? Aposté con mis amigos y adivina qué. Aposté que no durarías una semana aquí…oh, ¿qué es eso? Bajo mis pies, en el suelo, estaba tirado un collar pequeño de metal muy gastado color n***o. Me tensé, sabía qué era eso, intenté tomarlo, pero ese tipo fue más rápido y lo tomó entre sus manos. – ¿Cerbero? Já, no me digas que eres fan de Hades. Eso tiene sentido dado tu personalidad sombría. Toma, no quiero que me contagies. Tiró mi collar en mi pecho y se fue, no sin antes escupirme. Si bien bajaron sus acosos físicos, la tortura mental continuó. Pasé de ese día a los demás con rapidez, crecía y mientras lo hacía los insultos eran más y más continuos. Escuchar “chico sombrío” “inútil” “perdedor” “huérfano” “idiota” “bárbaro” y lo peor, era el conocido “mundsa” siempre solían mostrarme la mano cerca de la cara, dándome a entender lo poco importante y lo humillado que me sentía. Pero eso no me importaba, yo seguía con mi meta de ser un guerrero. – ¿Te crees muy importante solo porque lograste convertirte en soldado antes que nosotros? ¿Estaba soñando? ¿era un recuerdo de mi pasado? ¿mi mente me quería torturar? De pronto me encontraba en la caballeriza, ya no era el chico pequeño y débil, mi cuerpo ganó masa muscular y también era más alto, más fuerte y mucho más inteligente. Mi mirada aburrida observó a ese tipo tonto y a sus dos amigos que me acorralaban, pero no sentía miedo. Ante mi silencio ese tipo se enfureció más. Aquel tipo que en todo el tiempo quiso ningunearme y ridiculizarme quiso golpearme, pero no pudo. Puede que antes haya podido dañarme, pero ahora era más grande, más alto y mucho más fuerte. No necesité devolver el golpe, no hubo necesidad, utilicé la fuerza de aquel patán haciendo que él mismo cayera al suelo ¿sus dos amigos? No hicieron nada, por su mirada sabía que no lo harían, que sabían que el nivel entre nosotros era claramente diferente. Ese chico me miró con odio, prometiéndome con la mirada una venganza que no tomé importancia, tal vez si debería haberle tomado importancia en esa época. ------------------------------------------------------------ El olor metálico fue lo primero que llegó a mi nariz, ese olor metálico que solía reconocer y que me calmaba en algunas ocasiones porque era lo único que conocía. El olor a sangre mezclado con tierra y esos gritos de batalla que tan bien conocía. Al abrir mis ojos supe de inmediato que mi olfato y mi oído no me fallaron, me encontraba en medio de una guerra, una que ya conocía porque fue la última guerra en la que participé. Mi cuerpo se movió naturalmente cuando un enemigo quiso incrustarme su espada por atrás. Esquivé el ataque y asesiné a mi enemigo con mi espada en su pecho. Vi claramente cómo su vida se iba de su cuerpo cuando el brillo asustado de sus ojos se fue apagando. Quité mi espada y lo dejé caer, me volví buscando más enemigos a los que asesinar. Mi cuerpo hasta ahora, al igual que mi espada, había sido manchada por la sangre de mis enemigos, por la sangre de los guerreros que me querían muertos. Lo que ellos no sabían era que, a pesar de mi constante aburrimiento, me negaba a morir. No morí cuando estaba en aquel chiste de orfanato, no morí en mi formación para ser guerrero, no morí en las constantes guerras a las que voluntariamente fui para tener más poder y por supuesto no iba a morir en esta guerra. No por nada me habían apodado “el mensajero del dios de la muerte”, porque con mi espada bañaba el suelo de batalla con la sangre de los que no eran merecedores de mantener su vida, cuyo tiempo en la tierra de los vivos se había terminado, los que debían ir al Dios de la muerte para hacer cuentas. Mi cuerpo se movió toda la batalla como si bailara, un baile de la muerte. Siempre pensé que este era un lugar adecuado para mí, después de todo o tenía a nadie esperando en casa, no tenía amigos o familia, no tenía a nadie más que a mí mismo. A nadie le importaría si vivía o moría, por eso era voluntario en cada batalla. Para cuando terminé todo mi cuerpo estaba lleno de sangre, todos mis soldados se sorprendían cada vez que terminaba una batalla, aun no se acostumbraban a ver a su comandante lleno de una sangre que no era mía, lo que más les sorprendía era que a pesar de participar activamente en cada batalla, yo no tenía ningún rasguño, ni un golpe, ni una herida. Toda esa sangre que llevaba encima era de mis enemigos. Mis soldados se sorprendían más porque, al finalizar cada batalla me encargaba personalmente de todos los muertos poniendo sobre sus ojos dos monedas para que sus almas paguen al barquero. No era tan creyente de los dioses porque los mismos dioses me habían abandonado, pero aun así muchos de los que peleaban si lo eran, por lo que me parecía el gesto mínimo de consideración hacia un enemigo y aliado el ayudarlos a partir de este mundo siguiendo su creencia. No era un blandengue, era educado. ------------------------------------------------------------ – ¿Qué se siente ser débil ahora y estar bajo mi poder? Ya no me encontraba en el campo dándole la última despedida a los soldados, estaba en mi tienda personal. Estaba limpio, pero sin poder moverme, me sentía borracho, pero no tenía sentido porque yo no bebía y entonces lo recordé. La forma en la que morí siendo drogado y asesinado por el mismo bastardo que me atormentó desde que me enliste al servicio. Ante mi silencio ese bastardo lo malinterpretó como sorpresa, la verdad hasta ahora no podía entender cómo mi cara de póker podía ser interpretada como sorpresa. Como sea el bastardo se rio mientras jugaba con una daga entre sus manos. – ¿Te sorprende? Al fin pude tener la oportunidad de estar a solas contigo ¿sabes cuánto tiempo planeé esto? Pero la espera valió la pena. Silencio. Mi mirada fría y aburrida hizo que el bastardo se pusiera algo nervioso, tal vez esperaba verme con temor, que le implorara por clemencia. No, se notaba que no me conocía, simplemente me puse de pie y, entre pasos torpes, fui a la cama. Quise reírme por el susto del bastardo ante mi resistencia a las drogas. Yo también me sorprendí en el interior, no sabía qué cantidad de droga había puesto en mi agua, pero si pude sentir que era una muy potente. Como sea me tiré en la cama y solté un suspiro. – …Adelante. El bastardo me miró confundido mientras abría mi bata y mostraba mi pecho, palmeé torpemente la zona entre mi pecho, justo donde se encontraba mi corazón. – Justo aquí…si quieres que sea un golpe certero. Mi mirada fue de mi pecho al bastardo quien se notaba sorprendido. Sí, seguro que me encontrara tan dispuesto a morir no estaba en sus planes. – ¿Qué…qué eres? ¿acaso estás loco? ¿no le temes a la muerte? Solté un suspiro sin dejar de mirarlo. – ¿La muerte? Si no estás preparado para morir es mejor que no seas soldado, yo no le temo a nada, no me intereso por nada. ¿quieres asesinarme y tener mi lugar? Adelante, pero eso sí…si no lo consigues en el primer golpe…me encargaré personalmente de seguirte y darte caza, pero no será drogándote. No, eso es muy sencillo, te perseguiré, jugaré contigo, fallaré a propósito para que sepas que estoy pisándote los talones y, cuando al fin te sientas desesperado, te daré la muerte más dolorosa que jamás hayas imaginado. No sabía cómo podía hablar de manera calmada, tan locuaz, tan segura. Estaba drogado sí, pero por alguna razón mi voz salía normal, lo que agradecía. El bastardo retrocedió un paso, pero luego y con mucho miedo, avanzó hacia mi cama y mientras se acercaba, yo seguía narrando. – ¿Quieres saber qué te haré si no me matas y yo logro alcanzarte? Primero te golpearé, luego partiré cada hueso de tu cuerpo y luego iré rebanando tu carne. Empezaré por tus dedos…aún no estoy seguro si por los pies o las manos, pero serán los dedos, luego iré avanzando, tal vez te desmayes, pero te despertaré para que sientas cada ápice de dolor, no habrá nada ni nadie que te salve de mí- Finalmente, la daga atravesó mi pecho, el dolor fue bienvenido. Incluso con la daga en mi pecho y el dolor atravesándome, la única reacción que obtuvo el bastardo de mí, fue un pequeño fruncido de cejas. – Por poco y sobrevivo…casi no llegas a mi corazón…te falta fuerza…te falta determinación…si no te cuidas reviviré y te daré caza… Cerré mis ojos lentamente, queriendo recordar el rostro de pánico del bastardo que acabó con mi vida. Pensé que era todo, no tenía arrepentimientos ni nada que me atara al mundo terrenal. Me aferraba a la vida porque…no sé, solo quería demostrar que, a pesar de ser abandonado, podía sobrevivir por mi cuenta, que podía llegar lejos, eso era lo que me motivaba de cierta manera. Pero una vez lo conseguí, ya nada más me movía, solo la batalla me daba un atisbo de diversión e interés, pero luego se iba tan pronto como acababa y yo me quedaba sin motivación, sin interés, sin nada que llamara mi atención. Así que la traición del que era un subordinado mío me vino como anillo al dedo, dejé la vida sin arrepentirme de nada. Pero eso no fue todo porque al abrir los ojos me encontré frente a frente con el dios de la muerte.
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