Dije que estaba enferma y me escondí bajo las mantas hasta que mi abuela fue a verme llena de preocupación. No quería que se sintiera mal por mi; pero, tenía que arriesgarme a todo. —Cielito, ¿estás bien? ¿qué tienes? —No lo sé —puse mi voz un poco más ronca y baja —, me siento horrible, la cabeza me duele mucho y el cuerpo me pesa. —Dios, ¿cómo no le dijiste nada a tu madre? —Creí que se me pasaría —le dije. —¿Qué ocurre? —Joe apareció en mi puerta. —Oh, ¿mi borreguita está enferma? —No creo que deba salir hoy —dijo mi abuela. —Bien, te haré mi sopa de pasta especial —dijo Joe. —También puedo hacerte mi sopa de pollo —agregó mi abuela. —¿Pueden hacer las dos? —pregunté intentando mantener mi actuación. —De inmediato —dijo Joe mientras se arremangaba la camisa blanca que tenía. —

