Damián aún no ha llegado así que luego de terminar mi cigarrillo, decido entrar de nuevo a la casa. Me acerco hasta el televisor gigante y de pantalla muy plana que se encuentra en la sala de estar, lo enciendo en las noticias y como un espectro mi foto es la que sale de inmediato.
Están pidiendo recompensa por noticias de mi paradero, buscan respuesta, buscan ayuda. En las imágenes sale mi casa y las imágenes de las cámaras de seguridad donde solo se alcanza a ver ligeramente parte de mi cuerpo. De pronto el vídeo deja de correr y la reportera anuncia a mis padres quienes salen en la televisión. Mi madre se ve evidentemente más pálida, aunque lo intentó ocultar con una suave capa de maquillaje. Mi padre tiene ojeras evidentes debido al mal sueño al parecer.
—Solo queremos que vuelva a casa… —es lo último que dice mi mamá.
No puedo ver más y solo apago el televisor. Intento que las lágrimas no salgan, incluso incrusto mis uñas en las palmas de mi mano, penetrando la carne, sin embargo, no funciona. Las lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos hasta que se deslizan por mis mejillas. Ver a mis padres de esa forma, totalmente preocupados por mí, me da muy duro. Pensé poder soportarlo, pensé que sería fuerte, pero ya veo lo equivocada que estaba cuando pensé aquello. Deben estar imaginándose las cosas más atroces y gastando dinero en los mejores investigadores solo para encontrar a alguien que huyó, a alguien que no quiere ser encontrado. Siento que el sillón se hunde y al girar mi cabeza me doy cuenta que quién tomó asiento fue Regina, de inmediato, me seco las lágrimas.
—Regina —dice. Yo me río ligeramente.
—Lo sé, no te he olvidado.
—No sé, tal vez lo hiciste. ¿Estás bien?
—En realidad no, pero…
—Sé lo que se siente cuando pensabas que sería de una forma y te das cuenta que no, que es de otra —ella me interrumpe antes de que pueda decirle que no quiero hablar de ello—. Y sí, te preguntarás qué diablos sé yo de eso, pero de hecho, sé mucho. Hui de casa a las trece y también fue muy duro. Aunque estoy segura que nadie me extrañó como a ti.
—¿A los trece? Wow... —ella asiente mirando a la nada como si estuviera recordándolo—. ¿Por qué dices que nadie te extrañó?
—Bueno, mi padre era un maltratador, me daba golpizas como a un saco de boxeo y a mi madre igual, solo que ella estaba muy drogada para sentirlas. Era adicta.
—Lo lamento, yo no debí…
—No... —ella suspira—, de hecho, me gusta recordarlo. Eso me hace fuerte —Regina vuelve su vista hacia mí y sonríe. Intento hacer lo mismo—. Sé que será duro y que los extrañas, pero ya decidiste y debes aprender a lidiar con esa decisión —aprieta mi mano con la suya en un gesto de compresión. Vuelve a sonreír y se va.
Nunca había conocido o escuchado de alguien que realmente tuviera esos problemas. Nací y crecí en un mundo perfecto, con una familia estable y una casa con capacidad para vivir veinte personas. Servicio que hacía todo por mí y un refri lleno. Tal vez yo no tenía que huir de casa y solo soy una niña caprichosa, en todo caso, Regina tiene razón y debo enfrentar las consecuencias de mis decisiones. Yo solo espero que ésa decisión no afecte a niveles extremos a alguien que amo.
Me levanto del sillón y decido volver hacia la habitación, sin embargo, escucho la llegada de autos y de inmediato pienso en Damián. Salgo en busca de él, pero me llevo no una buena sorpresa.
Todos llegan, incluso él, cubiertos de mucha arena y suciedad. Él me da la espalda de modo que no me ve.
—¡Saquen a ese cabron del auto y llévenlo a la bodega! —grita a lo que sus hombres abren la parte trasera de una de las camionetas y sacan a un hombre golpeado, ultrajado y lleno de mucha sangre por todo su cuerpo.
—¡Damián! —exclamo a lo que él de inmediato da la vuelta para verme.
Se ve totalmente atónito en cuanto nuestras miradas se cruzan e inmediatamente se acerca.
—Hola… no... no sabía que estabas allí —está totalmente nervioso.
—Te estaba esperando, ¿Quién es él?
—Nadie, no es nadie que deberías conocer —levanto las cejas asombradas.
—¿Nadie que debería conocer? ¿Tú sí deberías conocerlo? ¿Qué le vas a hacer allá en esa bodega?
—Jessica… por favor —se rasca la cabeza en una muestra de frustración. Yo asiento.
—Claro, vas a matarlo y luego irás a besarme. Estaré en la habitación entonces —mi sarcasmo hace que él baje la cabeza. Yo doy media vuelta y me voy casi que corriendo hacia la habitación.
En cuanto llego cierro la puerta y me apoyo en ella para intentar tranquilizarme. Nunca había visto a una persona bañada en sangre, golpeada y de esa forma. Es difícil cuando esas que me dijeron que vería, pues suceden literalmente frente a mis ojos. Es difícil saber que este entorno es el que elegí para mí por amor, por él. Él no podía acoplarse a mí mundo, incluso no lo intentó, pero yo sí lo hice al suyo, yo sí lo intenté, lo sigo haciendo.
De todas formas, no puedo evitar quererlo, no puedo evitar pensar en el momento en el que lo vi por primera vez y no sentirme arrepentida por ello. No sentirme arrepentida cuando fue a la escuela a conocerme y haberlo permitido.
No me arrepiento de nada, aún...