El olor a café recién hecho despertó a Daniel, abrió los ojos esperando encontrar a su chico, pero ya no estaba ahí, se levantó y llegó frotándose los ojos hasta la cocina.
Ben se movía de un lado a otro preparando lo que supuso sería el desayuno.
—Buenos días Daniel, espero hayas dormido bien —lo saludo el menor.
—Si despiertas a mi lado siempre serán muy buenos días, ¿qué es todo esto? —preguntó algo confundido, lo sorprendía pensar que su ángel se tomara la molestia de cocinarle.
—Pensé que... Sería una buena idea despertarte con el desayuno en la cama, pero veo que has despertado antes, perdona el atrevimiento por utilizar tu cocina —Benjamin demostraba un sonrojo digno de las rosas más rojas del mundo.
—No me molesta, es más me gusta que te sientas como en casa.
—T-toma asiento —le indicó, Daniel se sentó y esperó la comida.
Ben le sirvió una taza de café con un poco de crema batida encima, tostadas con un muy buen cocinado huevo estrellado en el centro y fruta cortada en trozos, además unos waffles bañados en chocolate y caramelo.
—Umm, esto huele delicioso bomboncito, si me das de comer así me vas a poner gordo —comentó el moreno al probar el primer bocado.
—Acerca de eso, ¿quisiera saber si tú quisieras ir conmigo a entrenar? —el mayor se tenía que acostumbrar a ver a su novio sonrojado todo el tiempo.
—Me encantaría acompañarte.
—Entonces al terminar de desayunar iremos al gimnasio.
—De acuerdo.
Desayunaron entre miradas y alguno que otro comentario que soltaba el ojiverde, los cuales hacían que considerará inscribir a su novio en una competencia de frutas ante lo rojo que se ponía.
Después de desayunar juntos procedieron a cambiarse y colocarse ropa deportiva, Daniel se puso una licra morada y una camisa verde.
Ben en cambio un pantalón azul marino y una camisa negra una talla más grande de lo usual.
Ambos se encaminaron al gimnasio de prisa.
Al entrar el mayor divisó a un hombre moreno que golpeaba un saco de boxeo con demasiada fuerza que parecía que terminaría por explotar.
— ¿Quién es él? —preguntó interesado el mayor.
— ¡Oh!, él es Víctor, su historia es realmente trágica, se enamoró de un hermosa chica, pero eran de posiciones sociales diferentes, se amaban yo soy testigo de ello, lastimosamente ella sufrió un accidente y murió, desde entonces él se comporta agresivamente y a decir verdad lo comprendo, perdió al amor de su vida.
Daniel lo observó y notó la mirada perdida y triste del hombre, vaya que estaba deprimido, pero él tenía a su ángel y con él era feliz.
El de ojos felinos se concentró en correr y usar la bicicleta estacionaria, mientras su novio levantaba pesas.
A Daniel le picaba la idea de impactar a su chico, por lo tanto decidió practicar con las pesas.
Fue hacia esa área y eligió un peso que supuso sería el ideal para él, se situó en el camastro de soporte y con ambos brazos trato de levantar, lo que ignoraba el moreno era que Ben se dio cuenta de sus intenciones y al percatarse de la falta de práctica del mayor acudió en su ayuda.
Daniel por su parte sentía que la espalda se le agarrotaba debido a la gran cantidad de esfuerzo en su cuerpo.
Afortunadamente Ben lo ayudó a colocar dicha pesa en su lugar y con delicadeza lo ayudó a salir del gimnasio despidiéndose de Víctor quien no les prestó mayor atención.
— ¡Daniel!, ¡cómo pudiste ser tan imprudente! ¡¿Imagínate si yo no estoy ahí en el momento justo?! Te hubieras lastimado —Benjamin hablaba tan rápido y tan preocupado que al moreno le provocaba ternura, Ben lo cargo estilo princesa hasta llegar al departamento del más grande que quedaba relativamente cerca.
Daniel no supo como pero cuando menos lo esperaba ya estaba de nuevo en su departamento, él se encontraba sentado sin moverse, órdenes expresas de su novio.
Con mucho cuidado Ben colocó a su novio en la cama prestando demasiada atención en no lastimarlo.
—No te muevas Daniel Sanders, o de lo contrario te lesionaras más de lo que ya estas y tendré que llevarte al hospital, ¿entendido? —El tono del menor era el que usaba cuando regañaba a sus hermanos, Daniel sonrío ante ello, era prueba de que era importante para su novio y eso era algo impagable.
El azabache salió de la habitación y los pocos minutos volvió con un tubo pequeño de lo que el moreno supuso era algún tipo de crema.
—Te daré la vuelta y dolerá, trata de aguantar —anunció el pelinegro y no esperó respuesta, tomó la cadera del ojiverde y lo dejó boca abajo, subió la camiseta y vertió un poco del contenido del tubo, lo fue esparciendo por la espalda y parte de la cintura provocando que el mayor resoplara pues no era para menos teniendo en cuenta el accidente que había tenido.
Cuando terminó, lo volvió a voltear y pudo notar que los ojos de Daniel estaban levemente cristalizados.
— ¿Dan? ¿Qué pasa? —preguntó temeroso.
Su novio esbozó una sonrisa y alargó la mano hasta que aterrizó en la mejilla de Ben, la acunó y el ojiazul cerró los ojos inclinando más la cabeza y disfrutar del toque.
—No pasa nada, solo que me duele un poco nada más, no te preocupes —respondió.
—Claro que me preocupo Daniel, eres muy importante para mí, no me perdonaría si algo te pasará —habló el menor aún con los ojos cerrados.
—Aprecio que lo hagas, que te preocupes por mí y créeme me siento halagado, nadie aparte de mis padres y mis amigos se ha preocupado por mí, amo que me cuides aunque yo sea mayor que tú, me gusta cuando te sonrojas por cada comentario o piropo que te hago, me enloquecen tus risas sinceras y auténticas que irónicamente yo provoco pero sobre todo me resultan enternecedoras tus acciones y tu instinto sobreprotector para con aquellos que te rodean.
Ben abrió los ojos y los centro en el hombre que tenía enfrente mirándolo con adoración.
—Antes de que mi mamá muriera y yo aún era pequeño me decía que las personas fingen ser algo que no son, se esconden bajo capas de mentiras, hipocresía, falsedad y maldad, pero que lo importante no es lo exterior sino lo que habita dentro de nosotros, lo importante son los sentimientos, creo que esa es una de las razones por las que mis relaciones anteriores se han ido a pique, con todos ellos me sentía atraído por sus cuerpos o el aspecto más que cualquier otra cosa —Ahora el rostro de Ben reflejaba confusión.
—Todas esas personas nunca me demostraron sus verdaderas intenciones, yo caía como un tonto, les daba mi corazón y ellos en cambió se divertían haciéndolo añicos, hasta que te conocí y no me gustaste por tu cuerpo o tú aspecto físico, aunque debo admitirlo eres muy guapo, sin embargo fue algo más allá, algo que aún no logro explicar, porque muy a pesar de lo guapo que eres me gusta tu personalidad, eres tan serio y tímido, pero conmigo eres diferente, te preocupas por mí y eso me gusta, ya no se trata de atracción lo que siento por ti, se trata de tu reconfortante compañía y tu forma de ser, se trata de tus cuidados y atenciones para mí, se trata de que ya no puedo imaginarme sin ti y te agradezco infinitamente por eso.
El pelinegro abrió varias veces la boca hasta que por fin encontró su voz.
—Wow.....Daniel...Eso fue muy lindo de tu parte, a mí también me gusta tu compañía y tus constantes berrinches... —El mayor frunció el ceño.
—Me gusta tu risa, tus ojos, esos ojos tan peculiares y especiales, llenos de tantas emociones que me encantaría descubrir, me encanta tu actitud tan decidida y segura, no te avergüenzas de lo que puedan o no decir de ti, cada parte de ti me gusta y mucho.
Ambos se abrazaron, con ternura, con anhelo, con sentimientos que aún no comprendían pero ahí estaban, compartiendo unos momentos íntimos y especiales, tal vez con dudas, tal vez con miedos pero juntos al fin y al cabo.