A diferencia de la ida, no encontraron tráfico. Amalia se mantuvo en silencio muy atenta al camino. En casi treinta minutos estaba Lewis estacionando el vehículo frente a la mansión.
—Gracias por traernos.
Él sonrió.
—Fue un placer, señorita Angie.
Angie tomó de la mano a Amalia ayudándola a ingresar a la casa. A su encuentro iba Ignacia.
—Vino pronto señorita Angie…—Saludó Ignacia, pero rápidamente posó su mirada en Amalia. —Buenas noches, bienvenida.
—Buenas noches. Gracias. —Saludó en respuesta Amalia, mirándola fijamente.
—Hola Ignacia, la traje conmigo. Es posible que hoy se quede.
—De acuerdo, le prepararé otra habitación.
Angie sonrió y llevó a Amalia a la habitación donde solía estar. Amalia seriamente tomó asiento sobre uno de los sillones de tapiz rojizo que desc
