Farid guio a Amalia a uno de los asientos de los sillones de aspecto vintage y él mismo cerró la puerta del salón donde tenía el piano. Se aproximó a ella sentándose a su lado, sin ser muy invasivo al hacerlo. Amalia sintió un poco raro ese gesto, pero encubrió cualquier incomodidad. Una vez más esa sensación de estar en un lugar extraño volvió a rondarla al igual que tratarlo. —Perdone que me tome el atrevimiento de haber cerrado la puerta. Pero estoy acostumbrado a que cuando se tiene una conversación sea con toda la privacidad, el respeto y la atención debida. Entiendo cuanto le importa el porvenir de Angie. Y eso es algo que comprendo también como padre por eso le he pedido que conversemos. Amalia lo miró fijamente. —Ya que está siendo sincero, tengo mucho que decirle, aunque

