Llamada y viaje

1722 Palabras
Antes de volver a la mansión, Ray pasó a comprar algunas cosas para comer. Llegaron a medio día, comieron pizza y mientras ella acomodaba sus cosas en la inmensa habitación que tenía por armario, no pudo dejar de pensar en las llamadas. Una vez más Raymond atendía el teléfono, hablando desde el balcón. Acomodó sus cosas, sin dejar de pensar en las palabras de Amalia. Justo al terminar recibió una llamada de su madre, quien con cierta tristeza le deseaba lo mejor. Al terminar de hablar no miró a Ray por ningún lado. Se dio cuenta al salir de la alcoba que la casa tenía muchas habitaciones. Bajó hasta la primera planta de la casa, mirando el inmenso salón de recibimiento. Pero le llamó la atención un estudio al fondo, la puerta estaba entreabierta. Del otro lado miró un hermoso piano blanco de cola. Parecía un poco antiguo, aunque en buen estado. No conocía mucho de música, pero de pequeña había usado un teclado por lo que sabía lo básico. Acarició la superficie de la cola y luego las teclas con cierto asombro. Le llevó un rato poder dejar la habitación que también contenía grandes estantes con toda clase de libros. Justo cuando se dirigía a la habitación miró a Raymond. —Creí que te habías arrepentido, pero miré tus cosas en el armario de la habitación. Ella sonrió tímidamente. —No pensé que te gustará tocar el piano. Es hermoso. Pero él rio divertido. —¿Tocar el piano? ¿Yo? Para nada. Me imagino que Frank lo conserva, aunque espero que pronto se deshaga de él. Como te había dicho esta casa rara vez está en uso. —Oh, comprendo. —Sabes, creo que tenías razón, me parece mucho silencio para mi gusto. Porque no vamos arriba y miramos una película. —Sí, me parece perfecto. Este silencio se vuelve incomodo luego de un rato. Él sonrió llevándola a otra habitación, pero lo que menos hizo Angie fue ver la película, se entretuvo con Ray sin ponerle tanta atención al filme. Casi por las siete y luego de comer arroz chino, Ray fue a fumar a fuera de la casa. Angie tomó su teléfono, y se escribió con varias de sus amigas. Estuvo entretenida chateando con ellas, hasta que Ray subió. —¿Con quienes hablas? —Ah, con Karina y con Selene. Tengo ya un rato de no verlas. —Claro. Te importa si hago un par de llamadas. Tengo que hablar con Frank, ya sabes para que Ignacia venga ayudarnos con la cocina. Usaré el teléfono de la casa que está abajo. Ya subo. —Sí, claro. Se cambió de ropas, notando que el móvil de Ray sonaba. Lo sujetó mirando en el indicador de pantalla, entonces reconoció el mismo número que la noche anterior. Quiso contestar, pero no se animó por si Ray subía. Escuchó su teléfono vibrar. Miró un mensaje en respuesta, instantes antes se escribía con su mejor amiga. Karina: “Sigues con Raymond, que me alegra. Me encantaría que me cuentes de todo eso que él te dijo al pedirte matrimonio” Angie: “Prefiero llamarte mañana, quiero contarte todo con detalles” Karina: “Estaré ansiosa por saberlo. ¿Está él contigo?” Angie: “No, ahora. Pero acepté vivir con él antes de la boda” Karina: “Genial, amiga. Entonces descansa” Y de pronto el teléfono de Ray sonó de nuevo. Buscó el número guardado ya en su agenda de contactos, y cuando estaba por llamar. Miró a Ray aproximarse. —Espero que mañana esté aquí, Ignacia. Pero al verla que sostenía el teléfono en las manos con un gesto de desconcierto, frunció el ceño mirando sus manos. —¿Todo bien? —Sí, hablaba con Selene por mensajes, quería llamarla. Pero mejor lo haré mañana. Ya es un poco tarde. —De acuerdo, cariño. Mañana tengo que ir con Frank, pero estaré contigo antes de mediodía. —Ah, pero… —No te preocupes, Ignacia tendrá que venir por la mañana. —Claro. Tu teléfono sonó un par de veces. Él lo tomó en manos mirando el número. —Es un número desconocido, seguro no es nada. ¿Nos acostamos? —No, creo que miraré un rato la televisión. —Entonces me acostaré un rato. —Bien. Angie fue a la habitación donde estaba el cómodo sillón y la inmensa televisión. Buscó varios canales sin encontrar nada interesante. Casi a las diez volvió a la cama, y Ray ya dormía. Angie durmió bien, al despertar Ray ya no estaba en la mansión. Merodeó por toda la casa notando que la mayoría de las habitaciones estaban cerradas. Se la pasó en el patio y casi a las doce Ray llegó, justo cuando terminaba de hablar con su mejor amiga Keila. Le contó todo y su amiga le deseó lo mejor en su futuro matrimonio, se ofreció como su dama de honor para la boda. Comió con él y tal como el día anterior compartieron el resto de la tarde, y cuando tomaba un baño volvió a escuchar que Ray hablaba por teléfono. No quiso pensar nada negativo. Casi a las ocho le dijo que tenía que salir y volvió a dejarla sola. Volvió casi una hora después y durmió con ella. Pasaron varios días, y notaba que aquel entusiasmo prontamente se volvía algo rutinario, lo notaba en la mirada de él. Angie se había hecho cargo de la habitación, y cocinando un par de veces cuando se dio cuenta que la cocina tenía todo lo necesario y el refrigerador estaba a reventar. Luego del desayuno, Ray respondió una llamada. Habló largo y tendido, aunque desde hacía un rato había estado escribiendo, seguramente en un chat. Angie se puso de pie, prefiriendo dejar la cocina, subió a la habitación revisando su teléfono y actualizando sus estados en las r************* . Pero su mente estaba hecha un nudo. Se profundizo tanto ese raro sentimiento que se alzó dentro de ella que le costó volverse para verlo en cuanto le habló. —Cariño, tengo que viajar. Volveré en dos semanas. —¿Qué? —Lo miró atónita —¿Dos semanas? ¿A dónde? —Es por Frank, dice que es necesario. Es por asuntos de mi padre… —Ojalá un día me expliques que ha ocurrido con tu familia. —¡Qué raro que no lo hayas notado todavía! Somos una familia disfuncional Angie. Entonces te dejaré el coche, y le diré a Frank que venga por mí. —No, Ray. Volveré a casa, esto ha sido demasiado pronto y no quiero estar sola dos semanas en esta mansión. Él acarició su rostro mortificado. —Angie no lo estarás, seguramente en un rato estará Ignacia por aquí. Cariño sé que no será fácil acostumbrarte, aunque quizá tengas razón y busquemos cuando vuelva algo más cercano a la ciudad. No me digas que volverás a tu casa cada vez que algo surja, si será así, ¿nena qué sentido tiene que nos casemos? —¡Ray, por Dios! No empieces. Bien sabes que no es nada malo. Ponte en mi lugar, ¿cómo sé que no pasará lo ya sabemos cuándo estés tan lejos? Él apretó la mandíbula sin poder ocultar su enfado. —Se supone que es algo que ya habíamos resuelto. Ella se cruzó de brazos sin querer darle la vista. —Sí, se supone. —Dijo ella enfurruñada. —Entonces, ¿por qué lo mencionas? —Preguntó él seriamente. —Porque me incomoda Ray. ¿Crees que se me olvida que fuiste capaz de salir con alguien más? Angie la clavó la vista, Ray inhaló hondo estrechando la mirada. —Basta, Angie. Tú también seguías conversando con tu exnovio. Sabes, no quiero hablar más de eso. Si tanto desconfías de mí, no debiste aceptar el anillo que te di. Se dio la vuelta enfadado, tomando una chaqueta que estaba sobre la cama. Angie guardó silencio. Al notar que se alejaba, meditó cada palabra que dijo. —Ray… Pero él iba a toda marcha. No era primera vez que discutían por ello. Angie lo siguió por toda la casa y consiguió sujetarlo de la chaqueta justo en la puerta del vestíbulo. Él se volvió seriamente. —No sé qué me pasa, hemos estado muy cerca uno del otro, pero te amo y no quiero pelear contigo. No puedes dejarme con las palabras en la boca. —Yo tampoco quiero discutir, pero estoy cansado. Cada vez que puedes decirlo, lo dices. Es como si esperarás tan sólo por algo para empezar a repetir lo mismo. Angie, tengo que irme se me hace tarde. Ella lo soltó inclinando la mirada. —Entonces, ¿tú serás el resentido después de todo? Ya me disculpé contigo. Pero comprende que distanciarnos es… —Yo también lo hice, Angie. Te he concedido todo cuanto pides y quieres. Me estoy dando cuenta que no eres una mujer divertida y libre como yo, te conviertes cada vez en alguien más controladora y aburrida —Respiró hondo— Creo que este viaje nos hará bien a ambos, ya sabes, la distancia. Estar tan cerca tanto tiempo siempre nos ha ocasionado conflictos. Pensándolo bien, me llevaré el coche, pero si necesitas algo díselo a Ignacia, seguramente vendrá en unas horas. —¿Cómo? Ray espera… —Te llamaré en cuanto llegue… O llámame, si quieres. —Ray… Él se subió al coche y encendió el motor. —¡Espera! Prefiero que me dejes en casa. No me quedaré aquí sin… —¿Segura que no se debe a que quieres seguirme? Angie no pudo reprimir cierta indignación. —¡Claro que no! Ya te dije que no me gusta estar sola en esta casa. —Pero de todas formas no estaremos pegados uno al otro todo el tiempo. Tendrás que acostumbrarte ya sea aquí o en otro lugar. Tu lugar será en casa. Quedó desconcertada, mirándolo fijamente. —Nuestras discusiones se han vuelto insoportables. Angie, te amo y en verdad eres lo que más quiero en mi vida, pero si no puedes olvidar lo que pasamos reconsidera nuestro compromiso, dame una respuesta cuando vuelva. Creo que no estás lista. A toda marcha el coche amarillo se alejó de allí. Angie respiró hondo, para no gritar, aunque varias lágrimas rodaron por sus mejillas.
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