Sonata

1343 Palabras
Se limpió las lágrimas, sin poder dejar que el corazón se hundiera en un profundo dolor, fue inevitable recordar las palabras de Amalia. Subió a la habitación sacando sus cosas del armario. Se dio cuenta que su teléfono sonaba. No contestó siguió con intención de hacer sus maletas y pedir un taxi. No quería contarle nada a su madre todavía, al menos no estaban casados y podía irse. Pero el teléfono siguió sonando y ante el silencio profundo, el repique retumbaba. Prefirió responder, mirando que era Ray quien llamaba. —Nena, cariño. Por favor perdóname. No debí decir lo que te dije. —Raymond… —Lo sé, lo sé amor. Lo siento, nena. Por favor, sé que soy un imbécil. No te enfades conmigo… —Me dejaste sola con mil cosas rondándome en la cabeza. Ray tal vez tienes razón, y… —Bien sabes que, por parte mía, yo quiero casarme contigo. No tengo nada que pensar, te quiero a mi lado. Angie se limpió las lágrimas, sin saber qué hacer. Ray siempre lograba desconcertarla y confundirla. —Nena, quédate en la casa, allí hay todo cuanto necesitas. Prometo que cuando vuelva, buscaremos otro lugar. Pero no vuelvas con tu madre. Habrá más personas contigo en la casa en un rato ¿qué dices amor? —No, me asusta la casa, Ray. He estado sola antes, temo que… —No tienes por qué dudar de mí, cariño. Te amo. Estoy aquí por asuntos de familia, te lo prometo. Ella respiró hondo, un poco más aliviada. —Ray, estás prometiéndomelo. Si haces lo contrario, no habrá boda. ¿Lo entiendes? —Cariño, no seas negativa. Por supuesto que no, si eso quisiera no te habría pedido que nos casáramos. Llamaré a Ignacia, Frank me ha dado su número, te marcó en un rato. Te amo, Angie. —Yo también. —Contestó antes de cortar la llamada. Sintiéndose muy estúpida volvió a colocar sus cosas en el armario. Se entretuvo de nuevo dándose cuenta que había pasado ya media hora y Ray no devolvía la llamada. Justo cuando pensaba en marcarle ingresó un mensaje: “Nena, Ignacia estará allí en un rato. Estoy con Frank. Te aviso cuando estemos en el aeropuerto. Te amo” Respiró hondo, escribiéndole de prisa. “Gracias cariño. ¿Frank viajará contigo?” Pero, aunque el mensaje se marcó como leído, no le respondió. Dejó el teléfono sobre la cama, acostándose a un lado. Escuchó el teléfono vibrar, pero prefirió dejar la habitación. Quizá Ray tenía razón y la distancia les haría bien a ambos. Caminó por la casa recordando sus días de la infancia, cuando miraba a Amalia ocuparse de la casa con Doña Eugenia. Por eso al saber que Ray se iría, quería volver a casa y no tanto por su madre sino por Amalia, quien era algo muy parecido a una madre y una hermana para ella. Se entretuvo conociendo más de la casa, y casi a la una escuchó el motor de un automóvil acercarse. Pero al salir a mirar no notó nada en las afueras de la casa. Volvió a la habitación, entreteniéndose al mirar varias de sus series en el móvil. Casi a las dos y media comió algo, pero ya se sentía un poco desesperada, hasta entonces leyó el mensaje de Ray. “Sí nena, ya vamos de camino al aeropuerto” “Ya llegamos, estamos por abordar. Te escribo cuando pueda” Los leyó algo pensativa el último mensaje había sido hacía dos horas. Se hicieron casi las seis sin que nadie llegara a la casa. Una vez más deambuló hasta que le dio hambre. Pero al notar que ya era muy tarde y nadie había llegado, se convenció que al amanecer dejaría la casa y volvería a la ciudad. Se acostó casi a las doce luego de entretenerse con la televisión, mirando que Ray ya había escrito. “No tengo cobertura para llamarte, pero estamos por llegar a la residencia de mi padre. ¿Ignacia ya llegó? Dime cómo estás” “¿Angie estás bien?” “Angie respóndeme” Justo cuando estaba por responderle, escuchó la melodía de un piano hacer eco en la casa. Apagó el televisor, sintiendo que quizá alucinaba. Pero la melodía era romántica, perfecta en los acordes. Evidentemente alguien lo tocaba magistralmente. No pudo contener su inmensa curiosidad, dejó el teléfono sobre la cama con intención de ir al salón que contenía el piano. Pero, la melodía cesó cuando ella bajó el último escalón. Notó que la puerta estaba cerrada. Quiso girar el pomo, pero estaba bajo llave. No comprendió cómo se había cerrado, si justo el día que llegaron la puerta estaba abierta y sin cerrojo. Volvió a la habitación, mirando muchos mensajes de Ray. “Estoy bien, Ray. Aunque no he visto a Ignacia. ¿Estás seguro que nadie más que yo está en casa? ¿Nadie de la servidumbre toca el piano?” Al instante tuvo respuesta. “No, hasta donde sé. ¿Pasa algo?” “No, para nada. Creo que iré a dormir. Ya es tarde” “Ok, nena. Te amo, descansa.” “Descansa amor. Te amo” “Angie, cualquier cosa, por favor escríbeme” “Sí cariño. Hasta mañana” No quiso ponerle más atención de la debida a la rara y fantasmal melodía. Se colocó los auriculares, para poder dormir. Se quedó profundamente dormida con la música. Despertó casi a las diez, le escribió a Ray mientras comía algo. Pero igual que el día anterior Ignacia no llegó, se entretuvo hablando con Ray, viendo la televisión y estando al pendiente de lo que pasaba en sus r************* . Ray le explicó que Ignacia tenía cosas que atender pero que estaría con ella al día siguiente. Justo cuando se despidió para tomar un baño volvió a escuchar la melodía resonar. Más asustada que curiosa se visitó y no quiso salir de la habitación. Le costó mucho trabajo dormir, y estaba convencida que si Ignacia no se aparecía al día siguiente se iría a la ciudad hasta que Ray volviera. Al día siguiente conversó con su madre, pero no quiso contarle nada. Le dijo que estaba bien, aunque Ray había salido de viaje. Se la pasó en la casa un poco desesperada, pero Ignacia no se apareció, Ray le explicó que estaría con ella por la tarde. Estaba convencida que si la melodía volvía a surgir la grabaría para mostrársela a Ray y así tener una razón para dejar la casa. Lamentablemente Ignacia tampoco llegó ese día. Angie no pudo concentrarse en nada, se la pasó desde la seis muy nerviosa, aunque Ray se mantenía conversando con ella por mensajes o video llamadas. Casi a la media noche la melodía volvió a sonar como los días anteriores. Segura tomó su móvil, aunque ya no tenía mucha batería. Temblando se dirigió al salón, pero para su sorpresa estaba abierto. Buscó la cámara de video, elevando la mano que sostenía el teléfono para grabarlo, pero antes de presionar el botón táctil correspondiente miró del otro lado a un caballero acomodado sobre un pequeño banquillo, mientras que sus manos ágilmente se deslizaban por el piano. Al mirar medio escondida y detenidamente al caballero, Angie no pudo seguir sintiendo tanto miedo, especialmente cuando descubrió al intérprete, sus manos grandes se movían cómodamente por el teclado del piano a la luz de la noche, mientras sus ojos se mantenían cerrados. Su gran silueta le dejó paralizada. Él parecía mucho disfrutar lo que sus manos delicadamente tocaban. Angie dio un pequeño salto en cuanto él cerró la pequeña pestaña de madera que cubría las teclas y se dio la vuelta apartándose. Angie se reclinó de espaldas contra la pared tratando de resguardarse de la vista del caballero sin saber que hacer, mientras el corazón le saltaba duro contra el pecho. Tragó saliva con intención de volver a mirar, al alzar la vista con gran temor notó que la puerta se había cerrado. Abrazó su teléfono volviendo a su habitación casi en una carrera.
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