Día 1

2537 Palabras
Falsa. Así era su sonrisa en aquel momento tan bochornoso. ¿Desde cuándo decía cosas sin pensárselo dos veces? Ah, cierto. Estaba borracha. Ahora todas las miradas se centraban en ella, quien quería encogerse hasta desaparecer sin dejar rastro. Pero su deseo no sería cumplido no importa cuántas veces rogara. — Venga, no hace falta que te enojes. Ella solo bromeaba — Trató de excusar la chica a la que se le estaba haciendo aquella ostentosa despedida de soltera, la mejor amiga de Elena. Para acabarla de colmar se sentía como si estuviesen tratando con alguna loca desesperada y urgida. — No tienes que hacer apuestas que es imposible cumplir. ¿Imposible de cumplir? Ella solo pensaba en ese momento lo sencillo que sería casarse al final de los treinta días, no iba a retractarse porque una vez Elena apostaba algo, lo daba el todo para ganarlo. Y no por haberla hecha borracha se iba a retractar, eso solo le terminaría de aplastar el orgullo. Sí, probablemente cuando regrese a estar sobria se arrepienta.  ¿Qué quieres apostar? — Ahora si atrajo la atención de su mejor amiga, quien sonreía como si estuviese segura de que aquella chica perdería hasta los calzones hizo un ademán con la cabeza, indicando que Elena podía seguir — Pide lo que sea, de todas formas ganaré. — Un viaje todo pagado para la vencedora a Hawái con su pareja — Y allí Elena supo que su vida y su cuenta bancaria terminaría cayendo en banca rota, más de lo que ya estaba. — Y... ¿Y? ¡¿Después de lo que dijo seguía con un ''Y''?! — La perdedora deberá hacer un video que será publicado en internet — Su siniestra sonrisa se ensanchó aún más. ¿Qué tipo de video? — Preguntó tras reprimir los deseos de gritarle lo malvada que podía llegar a ser en la cara. — Durante el invierno la perdedora deberá bañarse en el lago... Desnuda. ¡Carla, te estás pasand…! — Golpeó la mesa con la mano hecha un puño y las mejillas sonrojadas, en parte por el alcohol y la otra parte por la sorpresa — ¿Sabes qué? Igual acepto. Y cuando ambas estrecharon las manos Elena se dio cuenta de que marcó su propia condena. Solo tenía treinta días, ¿Eh? Cuando recuperó su capacidad de raciocinio, a la mañana siguiente, todo lo que pensaba era: ¡¿Cómo recórcholis iba a conseguir un esposo en treinta días?! Los milagros no suceden desde hace mucho. Elena debería ir preparando la billetera. Su conteo regresivo empezaba, 30 días y contando. 30 días para conseguir marido o 30 días para quedar pobre. También estaba la opción de los 30 días para arrojarse por un precipicio o mudarse al extranjero y cambiarse el nombre. — Es que más torpe no pudiste ser, Elena. Mira que apostar a conseguir marido, sobre todo con tu mal genio, tu pésimo carácter, tu falta de modales y tu vocabulario de barrio. Yo te la veo difícil, mejor prepárate esas pastillitas mágicas que te mandan a dormir para siempre y así te ahorras pagar deudas. — ¡No me estás ayudando, estúpido Chris! — Mi propósito no es ayudarte, porque no tienes salida. Yo solo te guío a dónde todos algún día iremos a parar: La muerte — El rubio le guiñó el ojo a su compañera de trabajo y se levantó de la silla — Ya basta de haraganear, el tiempo es dinero. No le quedó de otra que hacer lo mismo, con su trabajo de medio tiempo como mesera de un restaurante familiar bastante conocido en la zona — El cual pensaba seriamente en dejar — No le quedaba tiempo alguno para empezar a idear planes para cazar a algún hombre que estuviera tan desesperado por casarse que aceptara hacerlo con ella. Debería pensar seriamente en eso de ligar a horas de trabajo. — Ni se te ocurra — Se sintió como si él leyó su mente mientras daba la vuelta a la carne que estaba asando — Está prohibido ligar en horas de trabajo y lo sabes perfectamente. Elena bufó — ¿Ni siquiera un poquitito? Solo para salvar mi bolsillo y mi reputación. — ¿Cuál reputación? — Buen punto. Era de mañana, podía aprovechar el resto del día para conocer hombres. Mientras hacía su trabajo de limpiar mesas y atender personas de vez en cuando desviaba la mirada y la dirigía a aquellos chicos guapos que entraban en grupos. Eran demasiado jóvenes. Seguramente rondaban entre los 17 y 19 años de edad. — Ay la juventud, es como el dinero; Una vez se va no regresa nunca más — Masculló apretujando un pequeño paño húmedo, con el cual estaba limpiando las mesas — ¿Ser asalta cunas es un delito demasiado grave? ¿Cómo cuantos años de condena son por salir con un menor de edad? Y cometió el error de preguntarlo en voz alta. Anciana solterona — Escuchó que le murmuró uno de los chicos antes de irse con sus amigos. — Desgraciados escuincles, como los odio a todos. Pero Chris le detuvo de ir a romperle los dientes a aquel jovencito tan maleducado, diciendo que iría presa si se rebajaba a tal nivel de ir a golpear a unos jóvenes siendo más que mayor de edad — Enfatizando lo último — Y luego volvía a limpiar mesas, completamente anticuado y completamente aburrido. ¿Hacía cuánto tiempo que se preocupaba por conseguir novio o esposo? Ahora estaba desesperada. — Oye Chris, ¿Y si nos...? — No me casaré contigo — Le interrumpió de golpe desde la caja registradora mientras sonreía con hipocresía — Pero gracias por pensar en mí. — Yo iba a decir que si nos tomábamos algo en el bar de la esquina después del trabajo, ¿Casarme contigo? Ni de broma. — Contestó en un suspiro — Estoy desesperada pero prefiero aguantarme a lidiar con tu ego para toda la eternidad. Pese a que alguna vez fue su sueño. — Imbécil, ¿Nunca has pensado en que te puedes casar para aparentar y luego de un tiempo te divorcias y sigues con tu triste vida de ver caricaturas y acariciar gatos? — ¡Con mis gatos no te met...! Oye, esa es una buena idea — Pero negó con la cabeza — Sin embargo, si me voy a casar será porque esa persona me guste y no nos vamos a separar. — Entonces te las verás difícil. — Tu cállate que no me estás ayudando para absolutamente nada — Le tiró el pañuelo húmedo — Terminó mi turno, así que llévame a mi casa que tengo mucho que hacer. — ¿Tus gatos te esperan? —… Sí — ¡Gracias por traerme, bicho raro! Eres un excelente amigo — Luego de bajarse de la moto del rubio, Elena le dio una de sus ya típicas despedidas a su ''Chofer designado'' — Te hablo en la tarde para el aventón que me vas a dar. — ¿A dónde vas a ir? — Pregunta el rubio con cierto toque de curiosidad en su voz, Elena no pudo evitar sonreír. — A ligar. Y si en algún momento llegó a verse tierna sonriendo, lo arruinó todo apenas terminó de decir aquello. Pero Chris no era quien para decirle que no a semejante cascarrabias testaruda, sabía que si trataba de detenerla por más mínimo que fuera igual le iba a llevar la contraria, asique aceptó llevarla a la tarde. ¿Qué decir? Sería divertido para él verla fracasar en grande. Y bueno. A veces deberíamos rendirnos cuando vemos que todo fracasa. Y el no hacerlo puede traer graves consecuencias, como el hecho de terminar detenido en la estación policial por ''Agresión a mayores'' e ''Intento de robo'' — ¿Cómo fuiste a parar aquí en menos de cuatro horas, Elena? — Su salvador, Alex. Mejor conocido como el hijo de la dueña del complejo departamental en el que ella vivía, con su cabello oscuro y su porte elegante capaz de convencer a cualquier persona de hacer lo que él quiera. Si, él también era menor que ella. Más bien Elena se consideraba como ''Una segunda madre para él'' Aunque la diferencia de edad no fuera excesivamente grande ni tampoco compartieran tanto tiempo. Pero ese no era el punto. — E-es una larga historia — Y al ver que Alex se sentaba frente a ella en una banca, supo que debía empezar a narrar cómo fue a parar allí. — Tengo tiempo de escucharla. Una buena noticia fue que por suerte no estaba lloviendo en la tarde como había anunciado el hombre que ''Pronosticaba el tiempo'' al contrario, el sol brillaba con furor mientras esparcía de su bochorno a todo el mundo. Una vez estuvo lista para comenzar con lo que sería una larga tarde en busca de algo que probablemente no conseguiría. Chris fue tan puntual como siempre a buscarla para pasarla llevando al parque, pero el camino tan incómodamente silencioso estaba empezando a pesar. Decidida a romper el hielo, Elena trató de entablar una conversación que se fue por la cañería apenas empezó. Llevándola a preguntarse: ‘‘¿Por qué estará tan serio? '' Pero obviamente no se lo preguntaría. — Ah, con este calor lo único que provoca es una buena bebida bien alcoholizada para calmar los nervios a flor de piel — Comentó ahogando su ya de por sí bronceada piel en crema solar. A pesar de todo el parque no estaba tan vacío. En épocas así a las familias les gusta salir de sus hogares a pasar el día juntos y hacer actividades recreativas, Elena de pequeña solía salir los fines de semanas con sus padres y su hermano mayor al lago, dónde pasaban una tarde animada. A pesar de que ella siempre terminaba cayéndose de la canoa por querer ''Encontrar una sirena''. Si antes nunca perdió la esperanza no lo iba a hacer ahora, es decir, encontrar esposo es más probable que una sirena. ¿Verdad? Su primer objetivo estaba cerca, sentado mientras ojeaba un libro de carátula oscura, supo de inmediato que tipo de libro era en cuanto las mejillas del chico se tiñeron de un color más rojo que el mismísimo carmín. De cabello azabache y ojos chocolate, piel pálida y pecas que adornaban su rostro — Probablemente rondaba entre los 26 y 27 años de edad — Y si esa era su suerte y el destino los había juntado, ¿Por qué no acercarse? De alguna manera había ido a parar sentada junto a aquel curioso chico, más de cerca se notaban facciones maduras que normalmente los más jóvenes carecían. Sus ojos eran rasgados pero no parecía algún a******o en absoluto, más bien era algo más tierno. — ¿Necesitas algo? Llevas mirándome fijamente como por quince minutos — Se sobresaltó, el hombre cerró su libro y la miró fijamente. Aunque ella no sabía ni qué decirle. ¿Debería invitarle a salir o pedirle matrimonio? — ¿Cómo te llamas? — Terminó preguntando él con una pequeña sonrisa en el rostro, ¡Bingo! de alguna manera muy extraña consiguió un posible candidato a pretendiente. — Elena. — Yo me llamo Lucas, mucho gusto — Ambos estrecharon las manos — Entonces, ¿Elena? ¿Buscabas algo? — E-eh... Ahm... Yo solo... Quería saber cuál era el libro que estabas leyendo, se veía muy interesante, me encantan esos libros de... Ni bien termina de decir eso supo que cometió un gran error. — ¿Te gustan los libros eróticos? — Había olvidado aquel ''Insignificante'' detalle. — Que suerte que no me mires mal por leer estas cosas, es que son tan atrapantes que te ves envuelto... Sin saber exactamente qué decir, optó por reír de manera mecánica — Si, son muy... Increíbles, las cosas que... Se narran — Sintió sus mejillas arder. — ¿Sabes? Podemos quedar luego para hablar de estos libros... Si gustas. En ese instante los ojos del chico se iluminaron de una manera infantil, como si se tratase de un niño al que le dieron un juguete nuevo — ¡Por supuesto! ya ves que mi esposa nunca me deja leerlos que porque dice que ''Perderé mi hombría''. — ¿E-esposa? — Sí, mi esposa... — Él sonrió dulcemente y señaló un punto en específico — Por cierto, allá está y se viene acercando. ''Santa madre de los...’’ — Yo mejor me voy. Y salió corriendo más rápido de lo que jamás pudo o tendría que lidiar después con los problemas que acarrea tener las piernas y costillas rotas. Demasiado tarde, o demasiado temprano. Aquel mastodonte estaba frente a ella y no se le veía para nada feliz. — ¿Qué haces tú ligando con mi esposo, eh solterona? — En primer lugar que el apodo tan molesto se lo quitaría en treinta días -Para añadirse el de pobretona sin novio o ricachona suertuda- y en segundo lugar tenía que subir la mirada para encarar a aquella mujer, lo que le causaba aún más temor — ¿Quieres que te dé una lección? — No gracias, ya terminé la universidad. — Con que dándotelas de chistosita ¿Eh? — Eso explica tu ojo morado — Comentó Alex, tras interrumpir abruptamente su narración. — Anda que ya vas entendiendo, ahora déjame continuar. Luego de aquel ''Incidente'' Elena supo que debería primero asegurarse que su objetivo a acosar era totalmente soltero o se estaría divorciando cuando mucho. Sentada y absorta en sus pensamientos en una banca de madera en el parque mientras se ponía hielo en su ojo derecho — Ahora teñido de morado gracias al puñetazo que recibió por andar ''Ligando'' con un hombre sometido por su propia esposa— Al menos consiguió cubrir aquello con algo de maquillaje. A su lado una viejecita que les daba migas de pan a las palomas — Que le estaban empezando a molestar al desprender tantas plumas — decide sentarse por ''Mera suerte'' junto a la castaña, alimentando a sus pájaros. — Creo que es hora de irme... — Elena tomó su bolso, pero alguien que lo sujetaba del otro lado se lo impidió. Era la anciana. —Suelta mi bolso, méndiga ladrona — Casi no se le entendía lo que quería decir gracias a la ausencia de dientes dentro de la cavidad bucal de la señora de avanzada edad. — ¿Mendiga ladrona? ¡Este es mi bolso! Y así se comenzó una pequeña batalla por el bolso, hasta el punto en que Elena consiguió arrebatárselo de las manos y salió corriendo. Solamente para que después unos oficiales la detuvieran en pleno acto. — Buenas tardes, señora — ¿Señora? Primero le decían solterona y ahora ¿Señora? Eso sí que era el colmo — Usted vendrá con nosotros por cometer un delito. — ¿Un delito? — Preguntó una atónita Elena — ¡El único delito es que la viejecita me haya querido quitar mi bol...! — Su piel se puso pálida, sus piernas temblaron y quería que la tragara la tierra. Porque el bolso que había tomado no era el de ella. Y porque recordó de repente que ella ni siquiera había llevado un bolso. — Usted vendrá con nosotros. ¿Qué mejor manera de terminar el primer día que esta? Día 1 = Fracaso total.  Y para ahorrarme problemas con mis familiares te llamé a ti, querido Alex — Sonrió Elena con ''Dulzura'' pero solo era uno de sus numeritos para que Alex la salvara, como siempre hacía — Luego te lo pago. — Luigui ti li pigui — Le burló — Con todo lo que me debes ni dándome tu vida conseguirás pagarme. Ese era un buen punto. — Pero lo vas a pagar, ¿Verdad? — Sí, de hecho ya lo pagué — Y una macabra sonrisa apareció en su rostro — Pero para darte una lección hablé con los oficiales para que te dejaran aquí durante toda la noche, Elena. — ¡¿Que hiciste qué?! Y Alex simplemente se levantó de su banco y empezó a caminar en dirección contraria, haciendo un ademán con la mano en señal de despedida — Que pases buenas noches, prisionera. — ¡ALEX! Pero su grito no consiguió nada, él ya se había marchado.
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