Desde niño era muy inquieto, saltaba y corría por todas partes. En ocasiones mi madre no podía con mi energía, y ahora de mayor sé que eso la frustro mucho, no poder llevarme a un parque a diario o andar en bicicleta. Podría haberlo hecho después del trabajo, pero hasta yo sabía que no se lleva a un niño al parque a las diez de la noche... y esa era la hora en la que mi madre volvía a casa.
Pero no se quedó si ayudarme, me inscribió en todas las actividades deportivas de la escuela y le pagaba un poco de dinero a una vecina para que me recogiera en las tardes y cuidara hasta que ella llegaba. Esas actividades tenían una doble función, que gastara mi energía y que pasara la menor cantidad de tiempo en casa, al cuidado de otra persona.
Gracias a mi madre me enamore de los deportes, y cuando me hice mayor pude hacer una carrera de ello. Estudie Kinesiología en la universidad, básicamente porque mi madre quería que tuviera un título universitario, me entrego muchos conocimientos que he aplicado en mi trabajo, pero nunca he aplicado mis estudios de forma clínica.
A los 18 me puse a trabajar en gimnasio mientras estudiaba, prácticamente me pague mis estudios. Mi madre llevaba años trabajando furo para mi, era momento de alivianarle la carga. Fue en ese gimnasio que todo comenzó, la gente comenzó a pedir sesiones privadas y cada vez tenía más conocimiento de como hacerlo correctamente, así que me fue bien.
Incluso ahora después de la pandemia tengo clientes de esos años, y muchos más. Ser Personal Trainer se volvió un trabajo tan lucrativo que nunca ejercí como kinesiólogo clínico, pero me mantengo al día por si algún día mis clases online fallan y tengo que buscar un trabajo estable.
Aunque no sé cuándo esto vaya en picada, trabajo media día y tengo de sobra para vivir. No me estoy haciendo millonario, pero vivo en esta casa sin pagar renta, no tengo grandes gastos.
Si mi madre estuviera conmigo, ahorraría para llevarla de vacaciones... pero ya no estaba, nunca más estaría y eso me hacía sentir tan solo. Nunca había estado tan solo, ni siquiera cuando me mude solo. Siempre habíamos sido ella y yo contra el mundo, ahora sentía que el mundo era demasiado grande y pesado para mí solo.
La extrañaba.
Ella era mi única familia, nunca conocía a mi padre, ni me hizo falta. La familia de mi madre le dio la espalda cuando ella quedo embarazada a los 15, la echaron de casa y cuando vieron lo bien que nos iba solos intentaron que volviera, pero ya nada era lo mismo, esa relación se había roto. Cuando su madre murió ellos casi ni se interesaron, ella murió para ellos el día que decidió no abortar.
Creo que por eso simpatizaba tanto con Sofia, me recordaba un poco a mi madre, en actitud y físicamente no podían ser más opuestas, pero ambas luchaban por sacar adelanta a un hijo sin el apoyo de sus familia. Siento que Sofi lo tiene aún más difícil, no solo es la falta de apoyo, es el constante reproche y un maltrato psicológico constante para ella y Sebas.
Mi mente la invoca y no puedo evitar sonreír cuando veo su nombre iluminar la pantalla de mi móvil.
Intento pensar en algo divertido para responder, pero me quedo en blanco y respondo apresurado por miedo a que cuelgue, ella no tiene mucha paciencia, si no respondes a la primera se fastidia... me causa gracia que sea así.
— ¿Gabriel? — Noto de inmediato que algo le ha pasado.
Con solo decir mi nombre, noto lo apagada que tiene la voz, no está llorando, pero por los sonidos que escucho después, supongo que está a punto de hacerlo.
— Sofi... ¿Qué ocurre?
Y efectivamente, en cuanto escucha mi voz se rompe la presa que ha estado conteniendo y se pone a llorar, escucho sus sollozos desde el otro lado de la línea, sintiéndome como una mierda, porque no puedo hacer nada. Me siento inútil, intento que me diga donde esta, o que ha pasado, pero apenas descifro un par de cosas que me dice.
— Seba... comprar... tan estúpida... no pudo... ¿...venir a buscar? Por favor...
Ni idea que ha pasado, pero creo que quiere que la vaya a buscar, ¿verdad?
— ¿Quieres que vaya por ti? —pregunto confundido.
— Si — Me dice como si ya lo hubiera repetido mil veces.
— ¿Dónde estás?
— En casa de mis padres
— Envíame la dirección, voy saliendo.
— Gracias, te debo una.
La casa de sus padres está muy lejos de la mía, tardo más de media hora en llegar, y sé que no soy de conducir lento. Además me doy prisa, porque algo ha pasado, no sé qué, pero no es bueno. Sofi me manda mensajes cada 5 minutos, preguntando si ya estoy cerca. Me siento aliviado cuando el GPS indica que estoy a menos de 5 minutos y le aviso.
Estaciono frente a la dirección que me indico. Debe haber estado muy pendiente del coche, porque no tarde ni un minuto en salir de la casa con el niño en brazos, está envuelto en una manta que se comienza a caer, pero ella no la puede sostener, porque trae un bolso en el otro brazo.
Me bajo de inmediato a ayudarla. No me da tiempo de preguntarle nada, porque me entrega al niño, deja el bolso tirado y vuelve a entrar, para salir casi corriendo cargada de dos maletas enormes. No sé cómo se las puede, pero dudo que sea una tarea fácil. Dejo al niño dormido en la parte de atrás y la ayudo a meter todo en la cajuela.
— ¿Me contaras qué ha ocurrido? — La sostengo de los hombros para verle bien el rostro.
Tiene su largo cabello rubio recogido en un moño mal hecho, en algún momento tiene que haber tenido maquilla puesto, pero ahora no eran más que borrones que evidenciaban las muchas veces que lloro y se secó las lágrimas.
— Ya te lo dije... — Parecía avergonzada de tener que recordarlo.
— Si... bueno... apenas entendí tu llamada. Solo que viniera por ti.
— Bueno eso es un problema. Te había pedido si nos podíamos quedar contigo unos días...
— Claro, por eso no hay problema, pero ¿Qué ha pasado? Creí que te ibas en dos semanas a tu nuevo apartamento.
— Discutí muy feo con mis padres...
No alcanza a decir nada más cuando un fuerte portazo nos pone en alerta.
— Ignóralos, por favor... solo vámonos —suplica.
Pero no es algo que se pueda ignorar muy fácilmente. Sofia me había comentado muchas veces que su familia era fanática, que su padre era algo así como un pastor religioso y que muchas veces a temido que terminen convertidos en una secta. Siempre creí que exageraba, o que solo se burlaba de las creencias ajenas, pero no... no exageraba.
— Eres una zorra impura... arderas en el infierno junto a tu bastardo.
Sus palabras hacen que me arda la sangre en medio segundo, y ya le habría dado unos buenos golpes si no fuera porque Sofi me detuvo. Me suplica que lo deje estar, que sus palabras no le importan, pero que quiere sacar a su hijo de acá antes de que despierte.
Tiene razón, hay que sacar al niño de este escándalo, y no es como que un puñetazo le vaya a quitar de imbécil a ese tipo... o a las mujeres que están atrás de él.
Es la escena más rara que he visto en mi vida, por un momento la ira se me pasa y quiero burlarme de ellos.
El padre de Sofia a sacado la biblia más grande que he visto en mi vida, no sé de dónde, y la tiene abierta mientras grita cosas al cielo dramáticamente. Suplicando no se a que Dios que no castigue a su familia por la lujuria desmedida de su hija, inevitablemente me rio cuando grita es una ninfómana y ella me da un codazo, pero también contiene una sonrisa.
Y la cosa no se queda ahí porque una mujer bajita y regordeta está en el suelo, pero no de rodillas... no, ella esta acostada de espalda golpeando su pecho mientras llora como un cordero a punto de morir.
Finalmente la más normal, si es que esto es normal, es una chica rubia un par de años mayor a Sofi. Tiene varios rasgos similares, pero no llega a ser ni la mitad de bonita que la chica que le abrocha el cinturón con prisa al niño y da la vuelta al auto para subir atrás con él.
Encendí el coche y fuimos a mi casa. El camino fue silencioso, ella no quería dar muchos detalles de la pelea, solo repetía una y otra que se iría en cuanto le entregaran el apartamento.
No me molestaba tenerlos conmigo, la verdad me hacía un poco de ilusión. Tener a un niño en casa de seguro me animaría, porque últimamente me sentía tan solo en ese lugar que ponía la televisión o música a todo volumen, para no convivir con el maldito silencio.
Es hora de cenar cuando llegamos. Sofi no dijo nada por mi forma de conducir, pero sujetaba a su hijo como si fuera a salir volando en cualquier momento, así que le baje un poco... bueno bastante a la velocidad.
Sebas se ha despertado poco antes de llegar, y creo que aun esta somnoliento, porque apenas habla.
— Ustedes entren — Le paso las llaves a Sofi — Yo bajo las cosas.
Ella asiente, apresurándose para proteger al niño del frio. No sé cómo ella saco todo tan rápido, yo tardo tres viajes en sacar sus cosas y no traigo a un niño de 5 años en brazos.
— ¿Qué quieren cen...?
Se me corta la respiración con la imagen que me encuentro en la cocina. Sebastián está sentado en las piernas de su madre, sus manitas aferradas al sweater de Sofi. Mientras que ella examina su cara con un gesto de preocupación y enojo, y no es para menos.
Sebas tiene un golpe en el todo el lado derecho del rostro. No es como si se hubiera golpeado con un mueble o alguna esquina, casi podía ver la mano de un adulto marcada en su pequeña cara.
No tengo que preguntar para saber lo que ha pasado, y me arrepiento de no haber golpeado al hijo de puta que le hizo eso a un niño pequeño. De haber visto el golpe ni Sofia me había detenido de darle una buena paliza.
Tenía ganas de volver a su casa para no quedarme con las ganas, pero al parecer ella noto mis intenciones.
— No quiero hacer esto peor para él. Simplemente no volveremos a tener contactos con ellos. Créeme mi padre sabe cómo salirse con la suya en estas cosas... sería tiempo y energía perdida.
— ¿Lo dejaras así?
— No. Si lo hubiera dejado así, seguiría en esa casa, esperando por la siguiente....
— Pero...
— ¿Qué tal si preparo la cena? —dijo cambiando de tema.
A pesar de las circunstancias que la trajeron aquí, estoy feliz. Por primera vez en casi un año alguien más cocinara en esta casa.
Son muy pocas las personas que he dejado entrar desde que mi madre murió, creo que estos dos son los mejores por lejos.
Por fin tendré a una de las chicas más hermosas y divertidas que he conocido en mi vida... en persona, ya no más w******p. Por mucho que ame sus audios deseándome buenas noches, o sus ingeniosos Stickers, la prefiero en mi casa. Y ya siento que 14 días se me harán muy pocos.