Me desperezo estirando a plenitud mi cuerpo sobre la suavidad de las sábanas de seda. Anoche no pude dormir muy bien.
¿Acaso alguien podría después de lo que viví?
Me levanto directamente al cuarto de baño, en donde duro aproximadamente veinte minutos. Cuando estoy lista con un delicado vestido color fucsia, me siento en la cama, no sé si bajar a desayunar o quedarme en la habitación, no sé si podré soportar ver al Maestro, siento que la vergüenza no me lo permitirá.
Me recuerdo que soy una seductora, que la vergüenza no puede tener espacio en mi vida y aún así, no puedo dejar de sentirla.
Decido alejar la cobardía y bajar, en algún momento debo enfrentarlo, mientras más rápido sea, mucho mejor. Cuando abro la puerta de la habitación, Patricia estuvo a punto de golpear mi cara con sus nudillos.
—Buen día, Patricia, ¿qué se te ofrece?— le digo con mi voz seca y actitud de fastidio, lo siento, no puedo evitarlo, la mujer despierta lo peor de mí.
—En el recibidor está el joven Tobías, dice que desea verla.
—¿Tobías?— pregunto cómo tonta.
—El mismo— responde ella fría, mirándome despectivamente.
—Bien— digo y sin más me encaminó al lugar. Cuando llego, efectivamente Tobías, me espera con una ámplia sonrisa en sus labios— Buen día— le sonrío también, él se acerca y me deja un tierno beso en la mejilla.
—Buen día— responde con su dulce voz.
—¿Ha sucedido algo?, ¿Deseas que llame a Dominik?— le pregunto preocupada.
—No. La verdad es que es a ti a quién deseo ver— me dice con una enorme sonrisa.
—¿A mí?— respondo enarcando una ceja.
—Deseo invitarte a salir un rato. Sería fantástico poder pasear un poco por la ciudad— me dedica una espléndida sonrisa.
—Yo. . . —no sé qué responder. ¿Se supone que debería aceptar? ¿Aprobaría el Maestro que aceptara esa invitación?— no sé si. . .
—Adelante, Irina— la voz del Maestro llegó clara y fuerte hasta mis oídos, me giré y lo vi; fresco, elegante y muy seguro de sí mismo.
—Pero. . .
—Vamos, te acompaño a tu habitación por tu bolso, luego puedes ir con Tobías y pasar un día diferente.
—Bien— contesté mirándolo a los ojos— ¿eran ideas mías o el Maestro me estaba arrojando a los brazos de Tobías sin ningún reparo?
Llegamos a mi habitación y me moví incómoda, me giré hacia él, quién sonreía. Saca su billetera y me da un montón de billetes, le miro confundida.
—Nunca debes salir contando con el dinero de un hombre, Irina, aunque a Tobías, no le falta siempre es bueno que tengas tu propio dinero, por si surge una emergencia— asiento en silencio— ahora sal y diviértete hazme sentir orgulloso— se inclina y deposita un suave beso en mis labios, para luego marcharse.
Desayunamos en un pequeño y elegante restaurante, conversamos alegremente de muchas cosas. Tobías, es un joven guapo, inteligente y muy agradable. Me quedo sorprendida con todo lo que me ha contado; Sus padres llevan muchos años de casados, su vida ha sido alegre, llena de lujos y atenciones, habla cuatro idiomas; inglés, Español, Italiano y Francés, adora a su hermana pequeña, estudió en el extranjero, le encanta ir de fiesta y divertirse.
Físicamente es muy, muy atractivo; tiene el cabello claro, sus cabellos son como hebras de oro, unos dulces y profundos ojos, sin contar esa mirada pícara, tiene una boca realmente linda, es alto. Es un chico realmente agradable. Me siento muy bien en su compañía.
Después de desayunar hemos ido al parque, es todo tan lindo, la grama fresca bajo mis pies. Se siente tan agradable que me quité los zapatos y caminé sin ellos. Nos sentamos y conversamos largo rato.
—¿Y tu familia?— pregunta de pronto, siento que mi incomodidad es palpable, además creo que la sangre ha abandonado completamente mi rostro.
—No tengo familia, Tobías.
—Lo siento— se disculpa y sostiene mi mano, le sonrió y se relaja un poco.
—No debes sentirlo, no es tu culpa. No he tenido la misma suerte que tú. No tengo nada bueno que contarte.
—Me causa curiosidad saber cómo Dominik Von Fischer, terminó siendo tu protector.
—No es de extrañar. No tengo familia y él decidió hacerse cargo de mí. Fin.
—¿No te parece extraño?
—No— respondo seca sintiéndome más incómoda, al punto de que estaba dispuesta a levantarme y marcharme a Dios sabría dónde.
—Bueno, eso no es importante— me sonríe— te conocí por medio de él. Eso debo agradecérselo— sonrío sin saber qué responder, e intentando recordar cada regla que he aprendido.
Su cara se acerca a la mía, y comprendo que me besará, aún antes de que sus labios toquen los míos. Su contacto no me desagrada, es cálido y suave. Su boca se mueve contra la mía y me encuentro respondiendo a su beso, intentando recordar las palabras de El Maestro, dejándome llevar, pues a fin de cuentas es solo cuestión de instinto.
Fue él quien culminó el beso, lo miro a los ojos y él me sonríe.
—Ahora levántate preciosa, te llevaré al cine.
Estaba muy nerviosa porque nunca había ido al cine, pero oculté mi nerviosismo y me deje llevar por Tobías. Él compró las entradas, palomitas, gaseosa y otros bocadillos, entre ellos una gran tableta de chocolate. La película fue una comedia - romance, reí muchísimo hasta que me saltaron lágrimas, un hombre completamente loco dispuesto a hacer las cosas más descabelladas por conquistar el corazón de la mujer que amaba. Como es de esperarse; tuvo un final feliz.
Aquello me agradó y me entristeció a la vez, porque supe que no me esperaba jamás un final tan agradable, yo era una aprendiz de seductora, y las seductoras no se enamoran; es la primera regla, la más importante de todas, no puedo permitirme sentir amor.
Soy una especie de cazadora, me convertiré en una mujer capaz de tener a cualquier hombre a sus pies, una mujer rodeada de joyas. . .
Me dijo una voz interna, pero la ignoré. Con el amor no se come, uno no se viste de amor, uno no va a hacer las compras y paga con amor. Todo, absolutamente todo es dinero, lo he aprendido de primera fuente, cuando me han negado hasta un trozo de pan para saciar mi hambre.
—Pagaría por saber lo que piensas— me dice con ternura e interés, fijo mi vista en él y le sonrío.
—Estoy pensando en el beso que me diste— le miento.
—Eso quiere decir que te ha agradado— me muestra su hermosa dentadura, no respondo sino que me abalanzo contra él y nuevamente lo beso, un beso seductor, tal y como me enseñó mi Maestro.
Cuando nos separamos su respiración está agitada, su pecho sube y baja descontroladamente.
—¿Podré llamarte?, ¿me darás tu número de teléfono?
—No tengo celular, Tobías— digo llevando mi mirada al suelo y luego centrándola en sus ojos.
—Eso es muy fácil de solucionar, ahora mismo te compro uno.
—Por supuesto que no— le digo rápidamente — no debes molestarte, quizás pueda pedirle a Dominik, que me compre uno, solo que no me gusta molestarlo, ya sabes, no tengo intenciones de que se cansé de mí y decida que no quiere hacerse cargo de mi educación, no tengo a nadie más.
—No tienes porqué molestar a Von Fischer, yo me haré cargo de eso— me dice con una enorme sonrisa.
Mi nuevo celular es de última generación, con muchas aplicaciones las cuales me hacen sentir la chica más ignorante de todo el planeta, pero me he propuesto a aprender, y soy buena aprendiendo. Tobías, me ha explicado lo básico.
Al llegar a casa del Maestro, Tobías, apaga su auto y dirige su vista a mí.
—Ha sido un día maravilloso— me dice.
—Si— respondo aceptando— ha sido increíble, muchísimas gracias por todo, la he pasado genial y me ha encantado mi nuevo celular.
—Nada que no te merezcas Irina, deberías tener todo lo que desees— me acaricia la mejilla y logra enternecerme. Tobías, es un joven increíblemente agradable, no me aparto cuando sus labios descienden en busca de los míos, sino que le permito besarme.
Entro a la casa sintiéndome extrañamente en paz, ha sido uno de los mejores días de mi vida. Casi tan bueno como cuándo El Maestro, me sacó de la calle. Al llegar al pasillo que lleva a mi habitación, escucho extraños sonidos, me quedo pasmada sin saber qué hacer, sin saber si moverme, si correr o qué.
Gemidos de placer llegan hasta mis oídos, los reconozco porque los he escuchado muchas veces cuándo las chicas y los chicos del orfanato llevaban a cabo sus encuentros.
Provienen de la habitación del Maestro, un extraño sentimiento me abruma, la realidad me golpea mientras que escucho al Maestro gruñir y a su acompañante gemir y gimotear. Extrañamente quiero llorar, quiero ir a mi habitación pero debo pasar frente a la puerta del Maestro, es imposible que lo evite y aún sintiéndo cómo mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho, me encamino hacia mi habitación, los sonidos continúan, aquella mujer grita sin ningún tipo de vergüenza, evidentemente está recibiendo mucho placer.
Llego a mi habitación y me arrojo a la cama, tomo un gran almohada y la abrazo con fuerza, me giro y miro atreves del ámplio ventanal que da hacia el jardín, el sol comienza a ocultarse, el cielo está dibujado de muchos colores intensos, siento un inmenso dolor en mi pecho, pero mis lágrimas se niegan a salir y aún con aquellos sonidos en las profundidades de mi ser me quedo viendo como el sol se oculta.
Siento que he pasado muchas horas en la misma posición, hasta que mi nuevo celular suena, lo busco dentro de mi bolso y me percato de que es un mensaje de texto:
Tobías;
“ Irina, pasé un día maravilloso a tu lado, me siento realmente afortunado por haber gozado de tu compañía. Nadie me había besado como tú, nadie me hace sentir lo que tú. Me encantaría que se repita, sería muy feliz. Con cariño Tobías”