Capitulo 7

3069 Palabras
¿Entonces, que sentido tenía vivir? Creía que la vida era más fácil fuera del Palacio, pero sino es así, no había sentido en escapar. -¿Para que existo?-le susurré a Cameron. Hablar atraves de ese nudo de emociones sin nombre, era un tarea bastante complicada. Observé sus ojos, esa mezcla de amarillo y verde, estaba cubierta por lágrimas no derramadas.-¿Que hago aquí, si todo es dolor? Él me soltó. Se dirigió hacia un extremo y apartó las cortinas que ocultaban la entrada a un espacioso balcón. La luz del día, el aire frío y ese olor a pureza llenó toda la habitación. Cameron se quedó de espaldas a mi, su espalda subía y bajaba, como si estuviera tratando de calmar su respiración. Algo insegura, lo seguí. -Hace seis años perdí a mi esposa. Estaba enloquecido por el dolor, me aleje de toda mi familia y me dedique a lo único que, siempre estaba allí. Mi trabajo. Esposa... Había leído el término, o eso creía. -Mi empresa de investigación privada fue creciendo al igual que el vacío en mi interior, deseaba que con todo el dinero que estaba ganando, pudiera regresarla a la vida, pero no fue así. Cada día que pasaba, era menos humano, todo se redujo a trabajar y nada más. El día que tú padre me busco, iba a rechazar el caso. Era demasiado tiempo el que había transcurrido, no habían fotografías, nada. La esencia ya se había perdido, pero no para él. Tú seguías allí, en algún lugar él sabía que era así. Por lo que acepte. -No entiendo porqué me dices todo esto, Cameron. -Buscarte hizo que dejara el dolor atrás, encontrarte me devolvió la vida. Ah... Eso era muy, muy desconocido, sabía que era algo realmente importante para él. Yo era importante para él. -Sin ti, probablemente estuviera ahogado en el alcohol o el trabajo. Si tú nunca hubieras existido, quizás yo estaría muerto por la pena. No sé si me explique, pero lo que quiero decir es que, cada uno nace con un propósito. Piénsalo de esta forma, si mi esposa nunca hubiera fallecido, yo nunca me hubiera convertido en uno de los mejores en mi campo y tú... -Oculta.-interrumpi.-Seguiria perdida, sin saber que lo estaba. -La vida es complicada y muy jodida. Pero, el día que mis informantes dieron contigo, sentí una dicha que es inexplicable. Vivo por esos momentos, te recomiendo hacer lo mismo, Mía. Pensaba en una respuesta, cuando recorde lo que debía hacer está noche. -¡Cameron, lo había olvidado por completo! Aidan, él dió órdenes para esta noche. -¿Que debes hacer? Mierda, la carpeta con la fotografía seguro quedó en el pasillo olvidada. -En medio de la pelea debí dejar la información, lo siento. -Ire por ella, espera aquí. Es mi habitación, puedes estar cómoda. Era pequeña. No tanto como la que compartía con Florencia, pero definitivamente mucho más pequeña que la de Aidan. Lo había dejado en el tercer piso... ¿Por qué? Decidí echar un vistazo. Habían unos cuantos libros en un elegante escritorio, un armario con varios cambios de ropa, y zapatos. Había una camiseta tirada en el suelo, era sencilla solo de algodón y negra. La tomé e inspire, olía como él. Iba a llevármela, la doble y la puse encima de la cama. Junto a ella, había una mesita con lo que parecía ser otra libreta. La tomé, y en la primera página estaba escrito: Cameron Joseph Kane. Era igual que él que había dejado en la habitación de Florencia, también habían muchos escritos. Uno de ellos llamo mi atención, decía así: "La ira del rey es mensajero de muerte; Más el hombre sabio la evitará." Proverbios, Capitulo 16 versículo 14. Una imagen se formó en mi mente a raíz de lo que había leído. Un enfrentamiento entre Cameron y Aidan, ambos reyes de este Palacio. ¿Quien ganaría? Cameron parecía ser tranquilo, mientras que Aidan era... Temblé mientras los escalofríos recorrieron mi cuerpo. Intente abrir el compartimiento que había en su mesa de noche, pero estaba cerrado. -Eres demasiado curiosa. Maldición. Él era demasiado silencioso. En un intento de distraerlo, sujete la camisa y la extendi frente a él. -¿Puedo quedarmela? Él sonrió y asintió mientras me entregaba la carpeta. -Es uno de mis hombres. Admito que, está bastante flechado por La Princesa Sophie. -Debo matarlo, Aidan lo ordeno. Cameron paso las manos por su cabello, perdió la sonrisa con aquel gesto. -Ordenare que no venga. -¿No crees que sería sospechoso? Si Aidan lo fijo, es porque es habitual, que falte hoy cuando debo ejecutarlo, traería problemas. -j***r. Concordaba, sin embargo, tenía una idea, pero lo saldría cara. -Puedo solucionarlo. A cambio, dejaras que me deshaga de Aídan. -No puedes. ¿Que pasaba con este hombre? -¿Por qué? Creí que estabas aquí para desmantelar todo. Estoy segura que a estas alturas debes saber si Aídan posee o no, otros lugares como este. Así que, dime la verdad. ¿Por qué aún estamos aquí, si ya me has encontrado y por qué no puedo acabar con Aídan? -Dije que te lo explicaría después. Bien. A la mierda. Deje la camiseta en su sitio, tome la carpeta y las fotografías. Me había negado a darle vueltas a todo esto, pero los espacios vacíos que Cameron se negaba a llenar, comenzaron a hacer mella en mi. Dudaba. Yo... Yo me había arrojado a sus brazos desesperada por... Ni siquiera sabía por qué. No sabía nada, sobre nada. ¿A qué estaba jugando? Mi vida era servir. Servirle a Aídan Carmichael. El hombre que, me había dado todo. Con dolor, si, pero... Florencia afirmaba que, afuera de estos muros también había dolor. Me preguntó mucho que sucede con Cameron, pero ¿Que hay de mi? Estaba realmente dañada. -No se en que creer, Cameron. Cualquier cosa que salga de tu boca, podría ser cierta o falsa y aún así, yo la creería. -Entiendo que tú... -No.-lo corté.-No entiendes nada. La verdad es que, nadie me puede entender. Nadie está en mi lugar, solo yo. -Mia, intento hacer lo mejor para todos y cumplir las órdenes. Espera, solo un poco más. -No debiste decirme nada, hubieras callado. Has abierto mis ojos y ahora pretendes que actúe como si siguiera ciega. Tal vez, sigo ciega. Le di la espalda. Me fui hacia el balcón, era mejor que volver a mi encierro de siempre. Sentada en el suelo, rodeada del aire libre, mirando hacia el bosque y la inmensidad del cielo, comprendí que, el encierro estaba no solo en mi exterior, sino también dentro de mi. Él estaba a mis espaldas. En silencio, quizás esperaba a que le arrojará un golpe o algo, pero ni siquiera eso podía hacer. El deseo por la libertad, era opacado por el miedo a todo, pero en especial a equivocarme y fallar a quien siempre estuvo allí. -Cuando era niño, mis padres me llevaban a la iglesia. Si te fijas, en mi diario hay incluso algunas anotaciones de versículos que memorize. Uno de los que puedo recordar, hablaba sobre cómo "Mi pueblo perece por falta de conocimiento". Seguí en silencio, pues no lo entendía y no tenía fuerzas para preguntar. -No imagino como debes sentirte, Mía. Ser aislada por completo de la sociedad, es inhumano. Dame tres días, solo eso te pido. -De acuerdo, Cameron. Iba a utilizar ese tiempo para ordenar mis ideas. ¡Finalmente! Exclamó la voz. Abrí la carpeta y observé aquel caballero, no se veía tan avanzado de años. Voltee hacia Cameron, mientras agitaba las fotografías. -Sera con una daga. Dile a tu... Gente, o lo que sea, que se preparen. Si Aidan no me necesitará, no podré llevar el cuerpo. Las chicas de limpieza suelen llevar los c*******s a un compartimiento oculto que hay en la cocina, sean rápidos. La herida no lo matará de inmediato, pero necesitará ayuda. No quise ver su expresión. Regrese la mirada hacia la naturaleza que me rodeaba, imaginando que, era parte de ella. Tomando una gran bocanada de aire, me puse de pie. Debía buscar a Aídan, solo junto a él podría entrar al subterráneo oculto de El Palacio. El lugar donde se guardaban el armamento de las chicas de limpieza, dónde vigilaban las áreas de valor de Él Palacio y dónde fuimos entrenadas. La única habitación de El Palacio que tenía deterioro, era la que yo compartía con Florencia. De resto, cada espacio era impecable. Sin embargo, el subterráneo era una fortaleza. Después de salir de la habitación de Cameron, fui hacia el despacho del señor Carmichael, quien luego de pedirle a una de Las Princesas que se retirará mientras ajustaba el cinturón de su pantalón, me acompañó liderando el camino, como hacia siempre. El subterráneo se mantenía solo, o eso suponía yo. Por eso, me sorprendió encontrar a un joven de piel morena y cabello oscuro, que estaba de espaldas a todo lo demás, toda su atención fija en las pantallas que mostraban todo lo que sucedía afuera. -¿Encontraste algo, Rodrigo? -Nada, señor Carmichael. Hablaban en español. ¿Que buscaba aquel joven? Seguí a Aídan, esperando escuchar algo más, pero ambos guardaron silencio. -Elige, Mía. Distraída, por poco tomaba una HP 35, o como Aídan las llamaba, la mejor nueve milímetros. Esperaba que no viera mi vacilacion, cuando baje la mano y tome una larga y gruesa navaja. Escondiendo la mirada con el flequillo, suspiré con alivio al notar que él tenía la atención puesta en el joven moreno. -Estoy lista, señor. Los dos nos encaminamos hacia la salida. Observé las pantallas, pero desde mi posición, no se veía gran cosa. Las paredes azul oscuro, y aquellas imágenes a blanco y n***o, me provocaba dolor de cabeza. Mejor observaba mis pies. Habían muchas cosas sucediendo en El Palacio. -Los obreros llegan mañana, alejate del ala éste. -Si, señor. -Procura no ensuciar las sábanas de La Princesa Sophie, son bastante costosas. No quiero desperdiciarlas, ya te puedes retirar. Al anochecer, esperarás en su habitación, ya sabes lo demás. Asentí, trataba de enfocarme en lo que sucedería al anochecer, pero mi atención se había quedado en el lugar que acababa de abandonar. Era tiempo de regresar a mi habitación, debía preparar todo. Al llegar, inicie la búsqueda de mi ropa para "tareas especiales". No era un traje hermoso como los que utilizaban Las Princesas, al contrario. Era un pantalón de licra ajustado color n***o, junto a un suéter de cuello alto, del mismo material y del mismo color. -Hey, Mía. No te había visto mucho por aquí hoy, ¿Ocupada? Florencia había regresado, llevaba comida. -Pense que, te habían castigado por la gran pelea que armaste. -Despues de hoy, me castigará. -¿Cómo estás tan segura? -Tengo una tarea que hacer, él nunca va a hacerme daño si tengo deberes importantes, como el de esta noche. -j***r, es escalofriante la forma en que hablas. Le di una pequeña sonrisa, sin saber que más decir, solo quedaba esperar el anochecer. Descorri las cortinas, suspirando mientras sentía el débil calor del sol sobre mi piel, el cielo anunciaría el momento en que cumpliría las órdenes de Aídan. Me retiré de la ventana, los días parecían hacerse más largos. Parecía que fue hace muchísimo tiempo que me escabullia bajo el piano para curiosear en el mundo de las letras. Acostada en la cama, el peso de mis ojos se hizo demasiado para soportarlos, no supe en que instante perdí la conciencia y caí rendida. Los violines se escuchaban hasta aquí. Era la presentación de La Princesa Alana, venía de un lugar llamado Ucrania, cada vez que ella se presentaba utilizaba la misma pieza instrumental. Una vez conseguí escuchar el nombre, era "The Arena" interpretado por una violinista asombrosa llamada Lindsey Stirling. Había dormido más de la cuenta, maldición. Fui hacia el baño corriendo, lave mi boca y comencé a vestirme. Frente al espejo, tome gel de peinar, aplaque cada rizo fuera de lugar y sujete el corto cabello en un pequeño moño bajo. Me puse mis botas, tome los cuchillos y baje. La Princesa Sophie debería estar en el Salón junto con todos, aún así esperaba que Cameron hubiera alertado a su hombre. No quería tener que enfrentarme a él, no estaba de ánimos. Ya en el segundo piso, fui hacia la quinta puerta y abriéndola me escabulli en la oscuridad. No podía ver mucho, pero todas las habitaciones de cada Princesa, estaban organizadas de la misma manera. Esperaría agachada, oculta tras el dosel. En algún momento llegarían. Las sombras me envolvieron, aprendí a moverme entre ellas, durante mucho tiempo fueron un refugio bastante cómodo. Estaban tardando, trate de pasar el tiempo recordando mi vida antes de que todo quedará revuelto, pero en eso no tarde casi nada. Demonios, ¿Dónde estaban? Si Cameron había evitado que su hombre regresará, ibamos a estar en serios aprietos. Los calambres se habían apoderado de mis pies. El tiempo seguía pasando y nada ocurría. Esto no me gustaba. De pronto, escuché un zumbido. No, no era un zumbido. Eran pasos, pero venían arrastrados. Iba a terminar con esto de una vez por todas. Posicionada tras la puerta, desenvaine el cuchillo, esperando. La puerta se abrió con lentitud, se escuchaban pequeños murmullos y algunos hipos entrecortados. De algo estaba segura, era una sola persona. Salte y tomando a quien fuera, aprentandolo a mi cuerpo, la hoja de la daga en su cuello. -¡Ah, quien es! ¡Ayuda! Era Sophie. La solté, girando hacia la puerta. ¿Donde estaba el objetivo? -¿Princesa está usted sola? -Si... Sola... Siempre sola. Sophie era algo baja, tenía grandes curvas y vestido de escote. Usaba muchas trenzas en su cabello con reflejos dorados, y estaba bastante borracha. Olía a cigarrillo y seguía balbuceando como estaba sola, que todas lo estábamos. -Princesa Sophie, debía estar acompañada hoy. -Él no vino... El dijo que me amaba... Pero mintió... Maldito Cameron. -Carajo. La lleve hacia la cama, la cubrí con una manta y ayude a que quedará boca abajo, no quería que se ahogara con su propio vómito, ya había visto algunos casos. Guarde el cuchillo, pensando que podía hacer ahora, tendría que buscar a Aídan. Todo esto iba a arruinar el ánimo del gran Rey. Iba a marcharme, pero sentí como su mano se sujetaba a la mia. -¿Necesita algo, Princesa? -Él nos ama... Solo él... -¿Nos que? ¿De que habla? -El señor Carmichael... Él nos ama. Demonios. El alcohol hacia cosas extrañas en algunos. Debía salir de aquí, y así lo hice. Las palabras de Sophie se repetían en mi mente una y otra vez, como si fuera una canción. "Él nos ama. Él nos ama. Él nos ama". Significase lo que significase, se sentía incorrecto. Los pasillos aún permanecían solitarios, el débil sonido de la música interrumpía el silencio sepulcral. Subí al despacho de Aídan, ahora debía esperar por él. Maldición, solo esperaba que no me castigará. Temblaba con solo imaginarlo, mi último castigo había sido meses atrás. Dure cinco días en cama, o eso recordaba. Maldito sea Cameron Kane. Todo esto era su culpa, ¿En que mierda pensaba? Aídan entro, parecía muy satisfecho consigo mismo. -Imagine que, estarías aquí. -Él no se presentó, señor. La Princesa Sophie, ella llego sola a su habitación. -Lo sé. Lo estuvo buscando, pero él no apareció. Irás cada noche, hasta que él aparezca. -Si, señor. -Durante el día, estarás en tu habitación. No vas a salir, ¿Queda claro? Oh, a partir de mañana, Florencia regresará a su habitación en el ala éste. Solo quedaba está noche, entonces. Florencia se iría, quizás Cameron también. Demonios, estaba por colapsar. -Si, señor. -Vete. Lo hice en un abrir y cerrar de ojos. Normalmente me dormía, antes de que Florencia llegará, pero esta vez necesitaba hablar con ella. Nuevamente, estaba a oscuras, sin saber que sucedería, no era algo que podía permitirme, era mucho lo que estaba en riesgo. -Y no encuentro las palabras, que lo logren definir... Pero lo único que entiendo es que yo... Muero por ti... ¡Ahhh! ¿Acaso quieres matarme de un puto infarto? Mierda, Mía. Voy a tener que ponerte un cascabel. -Termina de entrar, guarda silencio. ¿Tu cabello es plateado? Bueno, da igual. Florencia, la tarea de hoy no se completó. Y mañana debes irte a tu antigua habitación. -Ah, eso. Todo es parte del plan, confía en nosotros. -¡¿Que?! ¡Estuve esperando por ese hombre durante horas! ¡Aídan pudo haberme arrancado la piel a tiras! -Sé que no aguantas el dolor, aunque quizás ni siquiera lo sientas. No puedo permitir que sigas corrompiendo tu alma, provocando daño. No está bien, no si puedo evitarlo. -¡¿Fue tu idea?! Demonios. -De nada. Se hizo el silencio entre ambas. Ella se cambiaba de ropa, mientras yo enloquecía por la rabia. -Anda, si las miradas matasen. Me recordaste a mi tía Enriqueta, la única de mi familia a la cual aprecio. Debe de estar en Madrid, gozando de la buena vida, pero con ánimos de perros. Ella amaba el buen vino, tenía buen gusto. Florencia... Si salíamos de aquí con vida, no sé cómo sería la vida sin ella. Se había convertido en parte de mi. Recordé a Sophie, pues Florencia acaba de expresar la misma palabra. -¿Que significa eso de amaba? Estábamos en nuestras camas, la noche era fría, no quise cambiarme de ropa. Florencia ya estaba envuelta en todas las mantas de lana. -¿Te refieres a el amor? ¿No has leído lo que significa en tu diccionario? -Son muchas palabras, suelo buscar las que escucho con más frecuencia a mi alrededor. -No soy la mejor para explicarte sobre eso de el amor. -Bueno, pero al menos podrías decirme que quiere decir. -Mi nonna, una vez me contó que, la palabra amor, era una palabra compuesta. Ella decía que venía del latín, una lengua antigua que ya nadie usa. El caso es que, el prefijo "a" se utilizaría antes de "mor" que es la contracción de la palabra "mortem", que quiere decir muerte. Sería algo como "A Muerte", para mí quiere decir que es un sentimiento jodidamente peligroso. Es tan fuerte, que vence a la muerte. -Rayos... Asusta, mucho. -Si. Ahora, duerme. El final se acerca.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR