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1738 Palabras

—Sal de aquí —le ordené a Enrico. No fue necesario que repitiera la orden. En seguida él obedeció. Como un mensaje del infierno, rápido mi mente asoció todo. Esta maldita puta estaba buscándome. Pero ¿Cómo pudo saber dónde encontrarme? Mi cólera subió de nivel al ver el paisaje abrirse ante mí. La hija del malnacido fue a asesinarme o a hacer algo, pero ¿Por qué no hizo lo que fue a hacer si la tuvo fácil? El silencio del anexo olía a encierro. A miedo. A algo que me encendía la sangre de una manera que no quería analizar demasiado. Y ella… ella estaba allí, atada, inmóvil. Con los ojos muy abiertos, dilatados por el terror… y por los restos de la droga que aún le enturbiaba la mirada. Lo notaba en la forma en que respiraba: entrecortada, descoordinada, como si su cuerpo no estuviera

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