LA PRESA

1392 Palabras
**ELARA** Él cree que tiene una boda que planear, una empresa que dirigir, una reputación que proteger. Cree que puede mantenerme a raya con contratos y protocolos. Pero yo sé lo que sintió en esa moto y en mi apartamento. Sé cómo se aferró a mi cintura, cómo respiró mi perfume mezclado con gasolina, cómo por primera vez en años se permitió sentir algo parecido a la libertad. Yo no juego según las reglas. Nunca lo he hecho. Hackeo sistemas, hackeo personas. Y Julián Thorne… ya está dentro de mi juego. Lo vi durante el trabajo, cerrar los ojos en su oficina, intentando convencerse de que podía resistirse. Que yo era un problema que debía resolver, no una tentación. Pero yo conozco esa mirada. Sé que mientras más se repita esa mentira, más rápido caerá. Porque si algo aprendí en toda mi vida es que los hombres como él no se derrumban por enemigos externos. Se derrumban por lo que no pueden controlar dentro de sí mismos. Y yo… yo soy exactamente eso. Elara Vega. El caos disfrazado de solución. La grieta en sus murallas. Y él, aunque no lo admita todavía, ya está atrapado. La noche había caído como un manto pesado, y el aire fresco de la ciudad se colaba por la ventana abierta mientras me preparaba. No tenía intención de destacar, pero tampoco de desaparecer. Me puse un vestido n***o sencillo, ajustado en la cintura y con una caída ligera que me permitía moverme con soltura. Nada demasiado llamativo, pero lo suficiente para que nadie pudiera ignorarme. Era un equilibrio que había perfeccionado con los años: incómoda, sin embargo presente. El trayecto a la casa familiar fue un desfile de pensamientos enredados. Julián seguía ocupando el centro de mi mente, como un fantasma que se negaba a disiparse. Su presencia era como una sombra alargada que me perseguía incluso en los lugares más oscuros de mi memoria. Intenté apartarlo, pero él siempre encontraba la forma de regresar. “No esta noche”, me dije a mí misma. “Esta noche es para otro tipo de batalla”. Cuando llegué, la casa brillaba como un faro en medio de la oscuridad. Las luces cálidas iluminaban cada rincón del jardín perfectamente cuidado, y el sonido de risas suaves y conversaciones medidas se filtraba hasta la entrada. Todo estaba exactamente como siempre: impecable, meticulosamente planeado para proyectar una imagen de perfección que no existía. Respiré hondo antes de entrar. La puerta se abrió antes de que pudiera tocar, y ahí estaba Waldina, con su sonrisa deslumbrante y su vestido perfectamente planchado. Era como si hubiera salido directamente de una revista. Su cabello recogido en un moño elegante, su maquillaje impecable y esa actitud de superioridad que llevaba como una segunda piel. —Elara —dijo, con una dulzura que sabía falsa—. Qué sorpresa verte aquí puntual. —Waldina —respondí, forzando una sonrisa—. Siempre tan encantadora. Pasé junto a ella sin esperar una invitación. El aroma familiar del lugar me golpeó: una mezcla de madera pulida, flores frescas y ese perfume caro que mi madre insistía en rociar por toda la casa. Todo estaba igual que siempre, pero al mismo tiempo se sentía diferente. Había algo en el aire, una tensión subyacente que no podía ignorar. Y entonces lo vi. Julián estaba de pie junto a mi padre, hablando en voz baja mientras sostenía una copa de vino tinto. Llevaba un traje oscuro perfectamente ajustado, y su postura era tan rígida como siempre. Pero lo que realmente llamó mi atención fue su mirada. Cuando nuestros ojos se encontraron, hubo un destello, una chispa que no pude descifrar del todo. ¿Era sorpresa? ¿Molestia? ¿Interés? No estaba segura, pero lo que sí sabía era que esa chispa me electrizó. —Elara —la voz grave de mi padre interrumpió mis pensamientos—. Me alegra que hayas venido. —No tenía muchas opciones —respondí con un tono ligero, aunque sabía que él captaría el sarcasmo. Julián no dijo nada, pero pude sentir su atención fija en mí. Me acerqué a ellos con paso firme, ignorando las miradas curiosas del resto de los invitados. Mi padre me presentó a Julián como si no nos conociéramos, lo cual me hizo gracia. Al parecer, la fachada era más importante que la verdad. —Un placer verte, Julián —dije, extendiendo mi mano hacia él. Como dos desconocidos. Él dudó por un segundo antes de tomarla. Su toque fue breve, pero lo suficientemente largo como para que notara el leve temblor en sus dedos. Esa pequeña grieta en su armadura me dio una satisfacción que no podía ocultar. —Elara —respondió con su voz grave y controlada—. El placer es mío. La cena transcurrió como esperaba: conversaciones superficiales, risas forzadas y una constante competencia entre Waldina y yo por la atención de nuestro padre. Ella jugaba su papel a la perfección, hablando sobre sus logros profesionales y sus planes futuros con una seguridad que solo alguien como ella podía tener. Yo, por otro lado, me limitaba a observar y lanzar comentarios ocasionales que mantenían a todos incómodos. Julián permaneció en silencio durante la mayor parte de la velada, pero no dejó de mirarme. Sus ojos eran como un peso constante sobre mí, y aunque fingía ignorarlo, sabía que estaba esperando algo. Una señal, una palabra, cualquier cosa que rompiera el equilibrio precario en el que nos encontrábamos. Finalmente, llegó el momento que había estado esperando. —Waldina —dije con una sonrisa inocente—. ¿No eres una de sus socios de la empresa? Me sorprende que no hayas mencionado nada sobre él antes. Su expresión se tensó por un instante antes de recuperar la compostura. —Por supuesto —respondió con su tono más dulce—. Julián es un empresario de prestigio. Su trabajo es impecable. —Impecable —repetí, saboreando la palabra—. Estoy segura de que lo es. Julián me lanzó una mirada rápida, como si intentara descifrar mis intenciones. Waldina continuó hablando sobre sus proyectos conjuntos, pero yo apenas escuchaba. Estaba demasiado concentrada en Julián y en la forma en que su fachada comenzaba a mostrar pequeñas grietas. Cuando finalmente terminó la cena, todos se dispersaron por la casa para seguir conversando o simplemente evitarse mutuamente. Aproveché la oportunidad para acercarme a Julián mientras estaba solo junto a una ventana. —¿Disfrutaste la cena? —pregunté con un tono casual. Él giró hacia mí con esa expresión controlada que tanto me fascinaba. Estabamos en el balcon. —Fue… interesante —respondió después de una pausa. Sonreí, inclinándome ligeramente hacia él. —¿Solo interesante? Esperaba más entusiasmo de tu parte. Sus ojos se estrecharon ligeramente mientras me miraba. —Tú siempre esperas más, ¿verdad? La forma en que lo dijo, casi como un desafío, hizo que mi corazón latiera más rápido. Me acerqué aún más, hasta que nuestras voces quedaron fuera del alcance del resto. —Siempre espero más —susurré—. Y tú… tú pareces ser capaz de darlo. Un silencio tenso se prolongó mientras nuestras miradas se cruzaban. Creí que diría algo, pero solo se alejó hacia la entrada. Lo observé partir, sintiendo la frustración y la emoción mezclarse. El juego apenas comenzaba, y aunque sabía que vencer a Julián sería difícil, también sabía que él ya jugaba conmigo tanto como yo con él. Eso lo hacía aún más interesante.Suspiré, sintiendo el aire frío de la noche colarse por la ventana. La silueta de Julián se desdibujaba en la distancia, pero la sensación de su presencia permanecía impregnada en el aire como un perfume caro y persistente. ¿Qué pretendía? ¿Qué esperaba de mí? Era un laberinto de intenciones ocultas, un rompecabezas cuyas piezas cambiaban constantemente de forma. Y yo, estúpidamente, me sentía atraída por el misterio, por el desafío que representaba descifrarlo. Entre a la casa mire la sala solitaria, al parecer todos se fueron para otra parte de la mansión. Me recosté en el sofá, cerrando los ojos. La imagen de su rostro, serio e impenetrable, se grabó en mi mente. Conocía su reputación, su habilidad para manipular a las personas a su antojo. Pero yo no era como las demás. Yo también tenía mis propios trucos bajo la manga.
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