—Aceptaré tu trato con una condición —dijo Valerio, entrando al consultorio donde la rubia trabajaba. —Nou —canturreó Erina, algo intrigada por esa repentina aparición, y algo molesta también porque se había aparecido de la nada en su trabajo—. No puedes poner una condición sobre mi condición. Nuestro trato es que te dejaré ser parte de la vida de mis hijos si amas al señor Yamil. —Yo digo que amaré al señor Yamil si tú perdonas y amas a la tía Karina —declaró el rubio de ojos verdes y la otra le miró con el entrecejo fruncido. —¿Entonces no quieres ser parte de la vida de mis hijos? —cuestionó la joven y el otro abrió los ojos enormes, no se explicaba cómo ella había llegado hasta semejante conclusión. —¡Por supuesto que sí! —exclamó el de ojos azules, casi furioso—. Ellos son punt

