Episodio sin título

3063 Palabras
–Quiero irme dije con voz segura levantándome –se puso de pie obstruyendo el camino. – ¿Qué pasa? ¿Porque estás así? Vaya par de preguntas, ¡este es imbécil de verdad o se las tira!, mi cabeza estaba a punto de estallar, era incapaz de decirle lo que pasaba por mi mente en esos instante. –No la estoy pasando bien, me incomoda estar aquí dije en vez de soltarle lo que se merecía. –Eso no es cierto, algo te ha molestado. ¿Hasta ahora se da cuenta?, debería darle un premio por ser tan astuto o retardado, de todas formas yo no era nadie para reclamarle, lo prudente era marcharme y hacer como si nada hubiese pasado, vernos a diario en la oficina y tratarnos como los compañeros que somos. –Ya te lo dije, no estoy cómoda, este tipo de lugares no son los míos. -Siéntate por favor, volvamos a comenzar- se puso detrás de mí y acomodo la silla para que me sentase. – ¡No quiero quedarme! Contesté agresivamente – Te estoy pidiendo que por favor me des una oportunidad. – ¡una oportunidad!, repetí mentalmente, tal vez la merecía no lo sé. Me senté y el volvió a su puesto, me agarró de nuevo, solo que esta vez se quedó con mis dos manos. Con ojos lastimeros me sonrió, sabía que no le creía una sola palabra. –Comencemos pues, dije con voz cortante. –Eres un hueso duro de roer, sabes. Eso me encanta, no eres como el resto. – ¡El resto!, ahora me comparaba con sus otras conquistas, comenzó mal, la cosa no pintaba bien y me arrepentía de no coger mi bolso y salir pitando de ahí. –No he sido del todo sincero contigo – eso no era nuevo, claro que lo sabía, sino no estuviera molesta. Ahora si tenía mi atención. –Dime que te ha disgustado y lo arreglaré. Intentaba negociar una parte de la verdad, de su verdad. Sin más le contesté – mira creo que vamos muy mal, si tienes algo que decirme me quedo o de lo contrario me marchó ya mismo. Risas se escuchaban, la gente en el restaurante se veía feliz, giré mi cabeza y fijé mi vista hacia una pareja sentada en la otra terraza. – ¿Qué quieres de mí? Preguntó temeroso, no sé cómo actuar delante de ti, me da miedo que me rechaces. Escuché sinceridad en sus palabras por primera vez desde nuestra llegada. –Déjame decidir a mí, contesté segura volviendo mi mirada a él –se escuchó un rugido leve, aclaró su voz y prosiguió. –Nada es lo que crees, la chica se llama Carla y la conozco porque mi padre la contrató. Se recostó en su silla soltando lentamente mi mano hasta llegar a tocar el borde de mis dedos, con los suyos frotaba mis uñas, su mirada quedó fija en ese pequeño entretenimiento. La sensación era extraña, pero a su vez me gustaba, bajé la guardia y permití que me consintiera. Volvió a aclarar su voz sin mirarme. –Mi familia es dueña del restaurante. –Lo dijo tan bajito que casi no pude captarlo. -¿Dueña de qué? Le pregunté, ¿por qué su familia viene al tema? –No te escuché bien, ¿qué has dicho? –Repitió la misma frase levantando la mirada, no pude hacerme la sorda, esta vez le escuche a la perfección. -¡Ah sí!, fue lo que me salió tristemente. Ya no había duda, no somos el uno para el otro. Permanecí callada, las palabras no me salían, agradecía su sinceridad, aunque está fuera igual de mala a lo que pensaba antes. –El mesero llegó irrumpiendo el incómodo momento, traía una botella de vino que no recuerdo hayamos pedido, pero que podía esperar del hijo de los dueños, lo más seguro es que todo estuviese orquestado. El chico abrió la botella y Daniel le impidió que lo sirviera, él mismo se encargó de hacerlo, sirvió las dos copas y propuso un brindis. Levante la mía sin saber por qué brindaríamos. Ya había sido lo suficientemente antipática con él, mi comportamiento tal vez no fue el apropiado, me arrepentía de obligarlo a decir una verdad que me chocaba, esa misma que me hacía sentir que él no era para mí. –Lo juzgué mal sin razón alguna... ¡Qué tonta soy!, algo no iba bien conmigo, ¿qué más daba si traía otras mujeres? ¿A qué le tengo miedo? Me preguntaba Por un segundo respire aliviada, pero sin prevenirlo de nuevo me invadió la angustia, un suspiro corto se posó en mi pecho presionándolo, él seguía hablando y yo estaba idiotizada, veía sus labios moverse, esos encantadores ojos azules me atrapaban y quedaba perdida en ellos. Notó el efecto que producía en mí, dejo de hablar y sonrió. -Caí en cuenta que me contemplaba y de manera abrupta reaccioné. -¿Le parecía una persona extraña?, suspire al tiempo que sonreía, el aire contenido en mis pulmones quería salir y yo lo mantenía prisionero, el estómago comenzó a crecer, comencé a reír instando a que todo ese aire saliese de forma gradual y sin dejarme en evidencia, las manos me temblaban, era imposible para mi actuar de forma natural ante él. Traje a memoria los consejos de Paty, fui tranquilizándome poco a poco y tomé cartas en el asunto, me espabile, pero apenas y podía articular palabra –Háblame de ti, salió como un minúsculo y asqueroso sonido gutural -Te he dicho todo y no has escuchado siquiera, ¿tan aburrido te parezco? Refutó. Posó la mirada en su copa de vino y con su mano la movía en círculos. -¿Cómo me pasaba esto?, no podía ser cierto, tan fuera de mi estaba. Lo miré y vi su sonrisa quisquillosa -¡Mentiroso!, le dije, en tono serio, esa sonrisita se convirtió en una carcajada. -Llevó la copa a su nariz…Ummm Rosas dice emocionado. Posó sus labios sobre el cristal empapándolos de ese delicioso líquido rojo. Un hormigueo subió por mi cuerpo, toqué mi ceja derecha con mis dedos en un afán incontrolable de evitar lanzarme a sus brazos. –Sonrió acercándose peligrosamente a mí, como un susurro del viento escucho -Pregunta y yo respondo, tu mandas aquí y ahora. Me terminó de matar, los nervios no me dejaban hablar, las mariposas volvieron a dar vueltas en el estómago. -Está bien, comencemos. ¿Dónde naciste?, ¿quiénes son tus padres?, ¿cómo fue tu infancia?, ¿dónde estudiaste? ¿Qué deporte te gust…? -Aquí tienes dijo estirando su mano, coge aire, son demasiadas preguntas, ¿no crees? –Su interrupción con la copa de vino llegó en el momento justo. -La recibí y de un sorbo la terminé, su sabor agridulce quemaba mi garganta –Es cierto, simplemente háblame de ti o de lo que quieras -En su desconcierto agarró mi mano temblorosa. -Tranquila tenemos tiempo para conocernos, esta no es la primera, ni la última vez que saldremos. –Trague en seco ante su declaración. -Me encanta tu compañía, eres una persona maravillosa y me gustaría que nos siguiéramos viendo, conocernos mejor. ¿Te parece? -Actuaba como una tonta, no era yo, sino otro ser dentro de mí controlando o más bien descontrolando mis emociones. -Tomé aire disimulando la tensión, mis labios desdibujaron una falsa sonrisa -No sé si sea conveniente que sigamos viéndonos contesté -Hizo oídos sordos a mis palabras -volvió a tomarme de la mano -¿Otra copa de vino? Preguntó sosteniendo la botella. -Otra copita a lo mejor podría disimular la vergüenza de mi comportamiento infantil. Pasado un rato me tranquilicé y sentí que era yo misma, empezamos a hablar normal, de vez en cuando me perdía en sus ojos, su mirada me embobaba, era inexplicable, pero cierto. Cenamos y la velada al final terminó siendo genial, estaba en las nubes. La cálida noche de verano en una magnifica terraza a la luz de la luna y de las velas era lo más romántico que había vivido hasta el momento. El tiempo parecía haberse detenido, éramos sólo nosotros. Me llevó a casa, en el portal del edificio estuvimos frente a frente, me saca una cuarta y para verle levanté mi cabeza. -La pasé muy bien confesé –sus ojos se volvieron pequeños y su rostro se enterneció -Eres encantadora, nos vemos mañana, para dar un paseo si te apetece -Me desvanecí ante su dulce voz – fascinada volvería a salir contigo. -Te recojo a las 15:00, tomamos un café y ya después veremos. Me dio dos besos y caminó de espaldas a su coche, no quería perderme de vista, ni yo a él. -¡Oh Dios!, suspire, era un sueño o mi realidad, atontada me dirigí al apartamento, pensé en acostarme de inmediato para no pensar en todo lo vivido, me quite los zapatos y brinqué cual niña feliz, su despedida me dejo una gran sonrisa que no se me quitaba, abrí la puerta emocionada suspirando estar con él, deseando que la noche no se hubiese acabado. Perdida en mí entré, encendí las luces y continúe a mi habitación. Me asusté al escuchar -¿a dónde crees que vas? Volteé petrificada al no reconocer la voz. Ahí estaba mi gran amiga tirada en el sofá -¡Paty casi me da un ataque!, ¿qué haces aquí? -Se incorporó de un salto -No pensaras que me iba a perder esta gran historia, -así que cuenta, dijo entre bostezo y bostezo -¿Qué pasa si hubiese entrado con él?, ¿no te da vergüenza? Le recriminé molesta -No me hagas reír -despepito los ojos fijándolos en mí -sé que no estarías con él, eres muy mojigata para eso, una salida y ya te estás acostando, ¡no amiga! te conozco muy bien, así que déjate de rollos y cuenta. -Emocionada me senté en frente suyo estirando las piernas en el sofá y llevando los brazos hacia atrás, necesitaba expulsar el estrés acumulado -Qué bien me conoces, sabes que soy incapaz de hacerlo, relajada le conté con lujo de detalles. -Ahí estas pintada, tan viva y tan boba, -se incorporó como una serpiente preparada para atacar -¿cómo pudiste comportarte así?, la de veces que te dije que te calmaras. –Un suspiro de alivio salió de su boca y volvió a tirarse al sofá. -Por lo menos la salvaste al final, la invitación de mañana es buena señal. Espero la continuación de la historia. -Sus ojos mostraban el cansancio que la consumía -¿Nos vamos a dormir o qué? -Sí, estoy agotada y necesito estar bien para mañana. –Nos fuimos a la habitación, Paty quedo dormida tan pronto colocó la cabeza en la almohada, a diferencia de ella, yo pase la noche recapitulando lo sucedido, casi no pude dormir. Ese sábado me levante tarde, no tenía ánimos de moverme de la cama, lo único que pensaba era en volver a verlo. -Sonó mi móvil y era él, dándome los buenos días. Mire el reloj y eran las 11:00 am, Paty se había marchado sin avisarme, una nota al lado de la cama que decía “Hoy es un gran día, disfrútalo a tope” me levanto la moral, comí cereales con leche antes de comenzar de nuevo mi batalla con la ropa, teniendo en cuenta el calor me puse un short de jean, una camiseta azul marino y unas sandalias tres puntadas adornadas con piedras doradas. Se presentó quince minutos antes, las mariposas hicieron su agosto en mi estómago cuando escuche el telefonillo. Ahí estaba en mi puerta minutos después con un bello ramo de rosas rojas. Las tome encantada y las puse en un florero de cristal que llevaba guardado como reliquia en la vitrina. Me llevó a una cafetería Juan Valdez a disfrutar del mejor café de Colombia y del mundo, me sorprendió su entusiasmo, ver aquel lugar era como estar en una partecita de mi tierra linda. –Siempre que puedo vengo aquí, me encanta el café de tu país comentó –Eres cliente regular supongo, agregue con voz irónica. –Sí que lo soy, pero aquí no saben mi nombre, respondió en tono burlesco. Nos quedamos degustando del café acompañado de unos deliciosos cup cakes sabor a naranja, el mío cayó al piso haciendo imposible que lo comiera, me ofreció el suyo y de inmediato pidió otro para él. Fuimos al cine a ver Transformers 4 por petición mía, el buscaba una romántica y yo le salí con esas. -No pensé que te gustaba ese tipo de películas –Crecí amando los dibujos animados de Transformers y sus películas me encantan, sobre todo la primera, soy fan número 1. –Ok, por mí está bien, obviamente yo también soy fan de esas películas expresó relajado. Me tomó de la mano mientras buscábamos el camino a la taquilla, compró los tickets y luego al entrar un balde extra grande de palomitas y una bebida gigante, la película tarda bastante y con algo aparte de nosotros tendríamos que entretenernos. Salimos encantados, nuestras manos casi no se soltaron durante el film, el me daba a comer palomitas y yo a él. Improvisando aún más nos fuimos al paseo marítimo, caminamos agarrados de las manos y terminamos cenando en un chiringuito a la orilla de playa. Me parecía el hombre más lindo, seguimos saliendo y sin pensarlo a los cuatro meses teníamos una relación formal, en la empresa no estaban prohibidos los noviazgos, pero apenas estábamos comenzando y decidimos mantenerlo en secreto. En la oficina actuábamos de forma natural, eso creíamos, los compañeros comenzaron a sospechar, me imagino que era obvio que en algunas cosas se notara la preferencia del uno por el otro. Daniel me traía en las mañanas un yogurt y una fruta, cosa no habitual entre compañeros, siempre me esperaba para almorzar y a la salida igual. Era lógico que se dieran cuenta y surgieran los rumores, Lola, una de mis compañeras se sentó en mi escritorio y me pregunto directamente si estábamos saliendo. -Sí, llevamos juntos cinco meses -Mi cara avergonzada no dejo que la mirara a los ojos -siento no haberte contado, pero es muy reciente y no sé si va a funcionar. -Su voz no denotó sorpresa alguna -¡Lo sabía!, ustedes están actuando muy extraño. Me alegro por ti, ya era hora que conocieras a alguien. -Aparté el tazón de mis lápices, era lo que evitaba que la mirara -Tú siempre tan amable. –rodé la silla hacía atrás acomodándome a la altura de su rostro -Apenas nos estamos conociendo y queremos tomar las cosas con calma -Quiero saberlo todo, esto es muy raro, expresó entre risas. -Su insistencia era tanta que no tuve otro remedio que contarle -comenzamos de la manera más espontanea, un día salimos y todo se fue dando poco a poco. -Emocionada bajó del escritorio y cogió la silla de al lado -me encanta este tipo de historias. – Como una niña empezó a girar descontrolada -Vas a marearte le dije –Es mejor que nos vayamos preparando para la boda -De eso nada, -detuve la silla en seco con mi pierna - es muy pronto y lo más probable es que no lleguemos a ningún lado -Se quedó pasmada ante mi confesión, sus ojos parecían salidos de orbita - ¿Por qué lo dices? -Como si de una operación secreta se tratara, miro a cada lado que nadie nos escuche, un aire de desaliento sale con mis palabras -Somos muy diferentes, él viene de una familia adinerada con un estilo de vida muy distinto al mío -El tiempo lo dirá amiga, quien importa es Daniel, no su familia. Mejor volvamos al trabajo, me dio una palmada y se marchó. De repente vino a mi mente la imagen de aquel almuerzo, cinco personas extrañas sentadas alrededor de una mesa, la comida sin tocar y cada uno sumergido en su propio yo. Conocí a los padres de Daniel la semana pasada, fue como entrar en un mundo paralelo. Raquel su madre es una mujer hermosa, una cuchi Barbie como diríamos en mi país, se mantiene joven gracias a todo tipo de tratamientos, naturales o no, da igual. Sus cirugías son más que notorias, es cliente asidua de las más importantes clínicas de estética de Marbella, un cuerpo esbelto que cualquier jovencita envidiaría. Camina y su larga cabellera castaña clara no se mueve ni por equivocación, el viento parece pasar de largo al no lograr despeinarla, ojos color miel que se asemejan a su bronceado artificial. Tanto ella como Rodrigo su marido son altos. Mi futuro suegro es muy guapo, Daniel se parece mucho a él, su cabello canoso le da un toque interesante, a sus 55 años mantiene un físico atlético, Daniel es su viva imagen con grandes y hermosos ojos azules que embelesan a cualquiera. Tatiana su hermana por el contrario es su madre de joven, más natural, sin cirugías ni maquillaje, es una linda chica de 19 años. Durante el almuerzo mostraron lo superficial que son, estuvimos sentados en una hermosa terraza donde lo único natural y original eran las plantas y los árboles que la rodeaban. En mi incomodidad me dediqué a mirar el reflejo del agua de la piscina. Observé a cada uno por pequeñas fracciones de segundo para convencerme que tal vez tendría cabida en su mundo. Rodrigo reemplazó su oído derecho por un manos libres del que no se despegó en ningún momento, su madre no dejo de hablar de su generosidad con los pobres, su mirada de escáner me estudió hasta el más mínimo detalle. Ellos vestidos de pies a cabeza con ropa de marca y joyas ostentosas, yo una persona normal y corriente, sin nada de lo que presumir, era como estar en la jaula con los leones. Tatiana escribía estupidizada mensajes a sus amigos, una que otra risita tonta le salía de a ratos. Daniel fue otro caso perdido, el apego a su madre era aterrador, la complacía en todo, su forma de hablar cambió, era como un niño buscando aprobación por parte de ella. No me sentí a gusto con lo que viví, la comida apenas y la probé, perdí el hambre al igual que mis esperanzas de futuro Daniel.
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