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Mi profesor

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Descripción

Cuando lo vi entrar por la puerta supe que sería mi perdición, era muy joven como para ser profesor de historia, excesivamente atractivo, sus ojos coquetos, cuerpo bien torneado, actitud de casanova, aquel hombre había cautivado a toda el aula con su simple presencia. Se paró al frente nuestro, en ese momento odie no haber tomado asiento en la primera fila.

-Buenos días jóvenes-dijo con una voz tan varonil que hacía el complemento perfecto a todo su ser- Mi nombre es Emilio Otaño, y seré su nuevo profesor de Historia Universal. Sean bienvenidos a mi clase- dedicó una sonrisa a medias que me pareció la más hermosa y perfecta del mundo entero.

Sus ojos se cruzaron con los míos por un segundo que bien podría haber sido una corta eternidad y sutilmente agachó la vista. ¿Habría sentido mi insistente mirada? Me ruboricé, sentí vergüenza de mí mismo, parecía un chiquillo estúpido fantaseando con su nuevo profesor, esto era absurdo.

Lo que por completo ignoraba era que esta historia apenas estaría por comenzar…

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Capítulo 1
Primer día de clases, estaba sentado en una de las últimas bancas, consideré sentarme al frente, pero no... había escuchado tenebrosas historias acerca del horrible Señor Torres, lo inflexible e intransigente que era, lo que menos deseaba era tenerle cerca o de frente, lidiaría con él todo un año, pero hoy era el primer día de clases, quizá intentaría usar mi arma secreta: pasar desapercibido. Me acomodé a gusto para pasar la siguiente hora de Historia Universal Contemporánea. - ¡Joaquín! Llegaste temprano- Me saluda mi amiga Renata. -Hey Ren, llegas tarde jovencita- le digo jugando. -Culpa de mi hermano, ¿te sentarás hasta aquí atrás? - pregunta extrañada. -Si, qué acaso no has oído las historias del viejo este, lo que menos deseo es tenerle cerca el primer día de clases, los demás días ya veremos qué tal, pero hoy no. -Suena razonable-dice y toma asiento en la banca junto a mí- Y cuéntame, ¿Qué tal tu verano? -Rutinario, excepto por mis clases de piano, pero creo que apesto en eso así que no, no mejoré mucho ¿Y tú? -Conocí a un lindo muchacho cuando visité a mi tía, era adorable y salimos un par de veces, pero bueno, yo debía volver en algún momento acá- se encoge de hombros- Solo puedo agradecer que pasara, aunque no durara mucho. -Ánimo Ren, uno no sabe lo que el destino le tiene preparado, quizá y algún día lo vuelvas a ver. -Eso espe...-me dice, pero no terminó, escuché como todos se quedaron en silencio. "El señor Torres" pensé, giré para acomodarme de nuevo, entonces comprendí porque Ren se había quedado atónita. En lugar de ver al viejo hombre canoso, bajito, maceteado y malhumorado, vi a un hombre joven, de unos veintitantos años a lo mucho, era muy joven como para ser profesor de Historia, excesivamente atractivo para creerlo, sus ojos coquetos, cuerpo bien torneado, actitud de casanova, y no exagero, aquel hombre había cautivado a toda el aula con su simple presencia. Se paró al frente nuestro, en ese momento odié no haber tomado asiento de la primera fila. -Buenos días jóvenes- dijo con una voz grave que hacia el complemento perfecto a todo su ser- Mi nombre es Emilio Otaño Murillo, y seré su nuevo profesor de Historia Universal. Sean bienvenidos- dedicó una sonrisa a medias que me pareció la más hermosa y perfecta del mundo. Sus ojos se cruzaron con los míos y sutilmente agachó la vista. ¿Habría sentido mi insistente mirada? Me ruboricé, sentí vergüenza de mí mismo, parecía un chiquillo estúpido fantaseando con su nuevo profesor. -Wow- escuché susurrar a Ren. "Wow" eso lo único que se me ocurrida que podría describir a tal hombre que desde ahora debería llamar profesor y aun así sonaba insuficiente. -Bien, aparentemente son una clase seria- las chicas estaban con la boca abierta y los muchachos parecían confundidos por aquel bello ser que teníamos al frente- Probablemente sea que están decepcionados al no ver al señor... -ojeó una de sus hojas- Torres. -Eso depende- dijo Ian, uno de mis compañeros - ¿Qué tan malvado es usted? Él se soltó a la risa dejando ver una linda y perfecta dentadura blanca, sus ojos eran adorables cuando reía, noté que no había dejado de verlo ni un minuto, tuve que haber tenido cara de bobo y parecido un acosador. - ¿Qué tan malvado soy? -dijo recuperando la compostura- Yo seré lo que ustedes quieran que sea, es decir, eso depende de su actitud, bien, que les parece si nos presentamos, digan su nombre y que piensan de la historia, ¿de acuerdo? comencemos en esta fila - señaló la fila del extremo puesto a la mía, eso me dejaba a mí como el último de las presentaciones, rayos, estaba realmente nervioso. Tranquilo Joaquín, solo di tu nombre y algo sobre la historia, debe ser algo original, algo maduro y acertado, no, mejor algo sencillo, simple pero seguro, ¡¿Pero ¡¡¿qué?!! -Hola, hola, me escuchas- escuché decir al sexy profe. -Joaquín, es tu turno…reacciona- me dice Ren pegándome un codazo. -Eh- fue lo único que mis labios dijeron, tan rápido ya era mi turno, no tenía idea de que contestar. -Podría decir su nombre y que piensa de la historia-me dijo amablemente. -Hola, me llamo Joaquín Bondía Guillén- digo poniéndome de pie- Y … lo que pienso de la historia es... -no tenía la más mínima idea de que contestar, mi mente estaba en blanco, sólo podía ver como un idiota a mi profesor- Es...ahm, es... que es...- algo, pronto, lo que sea Joaco- Histórica. Mis compañeros se soltaron a la risa, demonios, había quedado como un tonto. Mi profesor intentaba contener la risa, pero si se carcajeaba de mí no lo culpaba, mi respuesta era por demás la más estúpida. -Ahora si te luciste Joaquincito- me dijo la odiosa de Andrea Guerra en tono burlón, cara de vaca, iagh. -Cállate Andrea, nadie te preguntó- interviene Ren en un intento por defenderme. -Ya, ya, tranquilos muchachos- ordena- Puede sentarse Señor Bondía- me dijo gentilmente. Me hundí por completo en mi banco, deseaba que la tierra me tragara, sentí como mis mejillas ardían. Sonó la campana y fue como una salvación para mí-Pueden retirarse jóvenes, nos vemos mañana. Salí lo más rápido que mis piernas me permitieron. - ¡Joaco!¡Espera! - oí decir a Ren detrás mío. Me detuve -Ren, quedé como un idiota en el salón- me quejé. -Tranquilo, tu respuesta no estuvo tan mal. -Dije que la historia era histórica- dije poniendo cara obvia -De acuerdo es poco común, pero al Señor Otaño pareció no molestarle -Ya, olvídalo, vamos a nuestra siguiente clase.                                                                                                ✿ La escuela había transcurrido sin contratiempos y por supuesto sin estupideces como las de la mañana. ¿Cómo pude ser tan tonto como para decir que la historia es histórica? Ni al rey de los tontos le hubiera pasado, estoy seguro. - ¿Qué materias tenemos mañana Ren? -Le pregunto a mi amiga, mientras caminábamos a la salida del colegio. -No lo sé, saca tu horario, o ya lo perdiste Joaco -No, lo puse en mi lib.…Ren, espera, ¿Tienes tú mi libro de historia? -No, yo no tengo nada. -Diablos, ya lo perdí. - ¿Dónde lo viste por última vez? - ¡Ay no! - me quejo-La última vez que lo vi... fue en la clase de historia-recuerdo lo que ocurrió esta mañana y unas ganas de vomitar llegaron a mi- Debo ir buscarlo. -Bueno, entonces, nos vemos mañana o mi hermano no me esperará, ya sabes cómo es… ¿No te molestar ir por él solo? -No Ren, ve, ya no puede haber nada peor a las tonteras que hice en la mañana. -De acuerdo, entonces... Nos vemos mañana. -Cuídate- le digo regresando por el pasillo. Regresé al aula de historia, pero ahora estaba vacío. El señor Otaño estaba sentado leyendo un libro. -Disculpé, señor Otaño-digo atravesando la puerta. Levantó la vista del libro y sonrió al verme, bajó su libro y colocó un separador. -Señor Bondía- me dice- Adelante, ¿puedo ayudarle en algo? -Me pareció haber olvidado mi libro de historia aquí, ¿lo ha visto Señor? - Dígame solo profesor o Emilio, no lo sé, no me acostumbro a la idea de ser el "Señor Otaño"… Solo pienso en mi papá con ese nombre y no soy tan viejo. -Disculpe señ...-me muerdo la lengua- Profe Emilio, entonces, ¿ha visto mi libro? -Supongo que ha de ser este- dice sacando un libro del cajón de su escritorio. -Si, es mi libro- me acerqué a él y tomé el libro- Muchas gracias profe, creí que lo había perdido. -Lo ha dejado en su banco... en la mañana salió muy a prisa. -Quizá porque sentí que metí la pata, no era mi intención hacerme el chistoso o algo así- dije avergonzado. -No tiene de que disculparse Joaquín, le puedo asegurar que su respuesta fue la que más recordé en todo el día- me dijo y dedicó una de esas sonrisas suyas que primero te derriten y al final te matan. - Bueno, lo estaba esperando, supuse que vendría por su libro. - ¿Ya terminó su horario de clases? - pregunté, ¿él había esperado por mí? -Como hace una hora- me respondió tranquilo -Qué pena, lo siento mucho. -No señor Bondía, tranquilo, ese tiempo lo aproveché para leer un rato. - ¿Qué lee? - pregunté curioso. - Uno cuentos de Gabriel García Márquez, ¿has leído algo de él? -me preguntó muy amigablemente. -Es uno de mis autores favoritos, he leído cada una de sus palabras, mi cuento favorito de él es "algo muy grave va a suceder en este pueblo" me parece divertido. -El mío es "el vuelo de la bella durmiente"- me contestó, parecía emocionado al saber qué sabía de qué me hablaba. -Ese cuento es muy bonito... y ¿Qué piensa usted de "la luz es como el agua"? -Lo he leído un millón de ves, y qué hay sus novelas, ¿Te gusta "Del amor y otros demonios"? -No he podido conseguir el libro, por más que he buscado. -Que mal…y que me dices "Espantos de agosto", ¿lo has leído? -Al derecho y al revés- contesté y el soltó una risita. -Vaya, nunca había conocido a un chico, y menos de tu edad, tan adicto a García Márquez como yo -Me gusta leer... la literatura en general- le digo sonriente. - ¿Y la historia? - me pregunta -Sí, también, y creo que es algo más que "histórica"- se echó a reír, realmente estábamos pasando un buen rato, es increíble como yo con mi repelencia a las personas había entablado tan pronto una charla con el señor Otaño- La historia es mágica, es cíclica, es... como un enorme cuento donde los protagonistas somos nosotros y el autor es el destino... y le encanta hacer bromas pesadas. -Bueno, sí, esa es una mejor definición que "la historia histórica" -bromea. - ¿A usted le gusta mucho la historia? -Tanto como una buena charla- asiente dulcemente con la cabeza y me sonríe. Dios, este hombre podría ser lo más cercano a la perfección, es atractivo, muy muy pero muy atractivo, pero no es tan solo un rostro sensual, había en él un ser humano maravilloso, noble, inteligente y divertido. Si tan solo no fuera mi profesor... -Bueno señor Otaño, me voy, se hace un poco tarde -Hasta mañana señor Bondía, fue un agradable charlar usted, hacía tiempo que no platicaba con alguien tan amenamente- dijo sincero. -Lo mismo pienso Profe Emilio. -Joaquín-me dice interrumpiendo mi camino. - ¿Sí? -Será un placer ser tu profesor este año- sonrió de tal manera que sentí como mis piernas temblaron. Emilio era capaz de conseguir que mi corazón se detuviera con tan solo una sonrisa, con tan solo tenerle cerca, oh. vaya, mi querido profesor. Este será un semestre interesante                                                                                              ✿ Te juro Cons, es el hombre más sensual sobre el planeta tierra- dice Ren mientras caminábamos por el patio del colegio. -Ah- se queja Constanza - Yo no lo he visto, pero escuché hablar a unas chicas de mi nuevo salón sobre un nuevo profesor que era... bueno, muy, MUY- enfatiza- Muy guapo. Que envidia no estar en su clase. - ¡Sí! – Suelta Ren en un gritito- Nunca me había gustado tanto la historia como ahora- se mordió el labio inferior- Tú sabes de lo que hablo... -Y tu Joaquín, ¿Qué piensas? - me dice Constanza - ¿Sobre qué? - pregunto inocentemente - No te hagas el que no sabe, obvio es sobre tu sensual y ardiente profesor. -El señor Otaño es más que "sensual y ardiente", Constanza- argumento - Es... es muy dulce, además es realmente inteligente y no sé, es muy culto… en fin, sencillamente encantador- dije sin contener la ternura que me provocaba Emilio. -Uuuuuy - dijeron ambas en tono vacilante. - ¿Qué? - Dije desconcertado. -Te gusta el señor Otaño- me dice Ren - ¡Renata!, no, cállate, ¿Cómo crees? - ¿Qué tiene de malo? - agrega Constanza -Quizá que él sea mi profesor, y que, si alguien escuchara sus locas ideas, bueno, podrían generarle muchos problemas que el profe Emilio no se merece. -Así que ahora es "profe Emilio"- rayos, odiaba cuando Renata ponía demasiada atención a mis palabras- ¿Cuándo dejó ser el señor Otaño y se convirtió en profe Emilio? -Ya Joaquín-me dice Constanza- Te gusta el señor, admítelo, además no tiene nada de malo, no es como que él fuera a fijarse en ti, o sea, podría tener a cualquier mujer o hombre con chasquear los dedos, y no me lo tomes a mal, tú no eres feo, pero quizá si muy, como te digo, eres uno de sus alumnos y, bueno... tú sabes, es demasiado guapo como para ser gay. Constanza tenía razón, por más atractivo, encantador, inteligente o perfecto que me pareciera Emilio, yo no era más que uno de sus (muchos) alumnos que babeaban por él, además no estaba seguro de que a él le gustaban los hombres. -Joaquín, Constanza tiene razón- agregó Ren- No tiene nada de malo que te guste. - ¿Quién te gusta? - escucho decir a una varonil voz que erizó mi piel al instante, inmediatamente supe quién era. -La lechuga- digo por inercia- La lechuga me gusta mucho -Ah- dice él- Que... nutritivo. Aquí Joaquín diciendo cosas sin sentido, mucho gusto. -Hola señor Otaño- exclama Ren. -Señorita Garner-dice Emilio en forma de saludo- Señorita- agrega mirando a Constanza Llevaba puesto un traje de color oscuro, camisa blanca y corbata a juego, lucia aún más atractivo con la luz natural. -Joaquín, ¿está ocupado? - me pregunta mirando a las chicas que me acompañaban. -No- dice Ren como si le hubieran preguntado a ella- De hecho, nosotras íbamos al comedor por un bocadillo, vamos Cons - termina y jala a Constanza del brazo quien se había quedado hipnotizada mirando a Emilio por lo que no opuso resistencia. - ¿Me buscaba? - quise sonar tranquilo, pero en el interior estaba por estallar de emoción. -Sí, ¿quieres caminar un poco? - dice extendiendo su brazo como invitación a caminar, avance y él iba a lado mío. Después de caminar por unos minutos en silencio finalmente habló. - ¿Recuerdas nuestra charla de ayer? - dijo con las manos en los bolsillos. Cómo podría olvidarla si solo pensé en eso toda la tarde, quiero decirle. - ¿Nuestra charla de "locos intensos" de la literatura adictos a García Márquez? - bromeé y él río- Un poco. -Si... recuerdas que me dijiste que no habías podido leer "Del amor y otros demonios" porque no conseguías el libro- asentí- Bueno, ayer mientras desempacaba una de mis cajas de mudanza encontré esto y creo que gustará- extendió su brazo entregándome un libro de pasta café con unas letrillas en color dorado - Ahora ya lo podrás leer, era mío, pero creo que tú lo sabrás apreciar. No sabía que decir, Emilio no simplemente recordaba nuestra charla de ayer, si no que recordaba cada detalle, ahora me entregaba uno de sus libros a mí. Sí, quizá pueda ser que no sea la gran cosa, pero para mí, que me obsequien un libro es como si me obsequiaran el tesoro más preciado del mundo. -Yo- dije torpemente - No sé, no, no sé qué decir profe Emilio. - ¿Qué lo aceptas quizá? - dice con buen humor entregándome el libro en mis manos. -Gracias, es el mejor regalo que he recibido en mucho tiempo- fue todo lo que pude decir, Emilio me dedicó una dulce sonrisa. -Bueno, ya luego me cuentas si cumplió con tus expectativas…Nos vemos luego- se retira dejando su delicioso perfume en el aire, tomé un respiro profundo y aprieto el libro contra mi pecho lo más fuerte que pude como si estuviese poseyendo un trozo de aquel bello hombre que reinaba mis pensamientos, que ahora era el dueño de ellos. -Pero ¿Qué fue exactamente lo que te dijo? - Me cuestiona Ren al regresar a la mesa del almuerzo. - Ya te dije Ren, que confiaba en que yo sabría apreciar este libro. -Pero ¿Cómo sabe el señor Otaño que te enloquecen los libros de ese viejito? - lo olvidaba, no le había contado todo el contexto a Ren. - ¿Recuerdas que ayer olvidé mi libro en su clase? - asintió - Pues charlamos, no fue la gran cosa, pero... el punto es que le comenté que yo siempre había querido leer este libro, así que supongo que por eso me lo obsequio, él también ama a "este viejito" tanto como yo. -Qué lindo... y romántico, de un modo un poco singular- dice ella muy emocionada -No exageres Ren, tampoco es que el señor Otaño me haya propuesto matrimonio o algo por el estilo- digo irónico, pero en el fondo estaba más emocionado que ella. -Eres un suertudo- continua como si no hubiese escuchado mis palabras, quizá era porque mi mejor amiga podía leer mis ojos, los cuales, estaba seguro, gritaban fuertemente lo que mis pensamientos se negaban a aceptar – Ya quisiera yo que me regalara, aunque sea un chicle.                                                                                                     ✿ Emilio me sujetó de la cintura y me apretó apasionadamente junto a él, su torso desnudo, sus ojos café perfectos, crucé mis brazos alrededor de su cuello rindiéndome y él se me acercó, suave y delicadamente, lleno de ternura, quedando a escasos centímetros de distancia, sentía la calidez de su respiración, su fresco aliento, entonces sus suaves labios tocaron los míos... Una corriente eléctrica atravesó mi columna, erizando mi piel, fue como si lo necesitara desde hacía ya mucho tiempo, como si no hubiésemos negado y al fin nos permitiéramos el momento a solas, sus manos jugaban alrededor de mi espalda, logrando que me estremeciera con cada caricia, logrando que mi corazón se me saliera del pecho. El horrible sonido de mi despertador perforó mis oídos. Desperté, sábado, 8:00 am, y Emilio no estaba a mi lado, ni si quiera estaba seguro de que alguna vez lo hubiese estado. Tomé una ducha de agua fría que me ayudó a tranquilizarme, había pasado toda la tarde de ayer intentando convencerme a mí mismo de que mis ideas respecto a Emilio no podrían ir más de allá de verlo como mi profesor, que regalarme el libro que tanto quería no había sido más que un gesto de amabilidad de su parte, como la buena persona que parecía ser. Pero mi subconsciente se negaba a obedecer, Emilio invadía mis sueños y mis pensamientos, del día hasta la noche. Necesitaba dar un paseo, salí de mi casa sin desayunar; no me gustaba comer solo por las mañanas, solo me ponía melancólico, mi papá no estaba, había salido de viaje desde ayer y no volvía hasta el próximo viernes. Él y yo teníamos una buena relación, mi amor por los libros lo había heredado de él, al menos eso solía decir mi mamá, pero ahora ya no tenía tiempo, su trabajo lo absorbía casi por completo. Lo extrañaba en su viajes, pero siempre cuando volvía me traía un obsequio, por lo regular eran películas, libros o alguna ropa típica del lugar que visitó. Sé que él extraña a mamá, yo lo hago a veces, especialmente durante Navidad, papá y yo somos un desastre en Navidad, cenamos en un lindo lugar, vemos alguna película y nos dormimos temprano, en fin, es muy distinto a cuando estaba ella, pero intento ser fuerte ante su ausencia, se lo prometí a ella, durante el primer año después de la muerte de mamá solía escuchar a mi papá llorar por las noches, nunca le dije nada al respecto, frente a mí siempre estuvo con temple de acero, así que supuse que como yo, prefería sufrir en silenció. Pero 7 años después supongo que más que más que aceptarlo ya nos habíamos resignado. Había hecho un gran recorrido ya que hasta el parque donde divagaba tranquilamente, decidí sentarme en un banco antes de volver a casa. Supuse que serían ya alrededor de las 11:00 am. De repente sentí una mirada insistente que me hacía sentir algo incomodo, giré la vista disimuladamente para ver quién era, no lo conocía, era un hombre, como de unos cuarenta y cinco, de apariencia chocante y rostro maltratado, no me inspiró buena espina al verlo, mi cuerpo se llenó de terror al verle avanzar hacía a mí, quería salir corriendo, pero mis piernas no reaccionaban, cuando finalmente conseguí incorporarme era demasiado tarde, aquel sucio hombre estaba frente mío obstruyendo mi camino, su mirada era desagradable, olía horriblemente a alcohol, supuse que estaba ebrio. - ¿A dónde tan rápido angelito? - dijo de manera vulgar y con voz aguada. -Con permiso - me limité a decir y traté de continuar avanzando, pero él me toreaba con sus pasos evitando mi camino. -Tranquilo cariño - me miraba de pies a cabeza de forma tan sucia - ¿Qué hace un jovencito tan lindo como tu tan solito por esta zona del parque? Su presencia me ponía los pelos de punta. -No me haga daño- supliqué y el tipo comenzó a reír descaradamente. -No pienso hacerte daño preciosura, al contrario- su asquerosa mano acarició mi cintura- Puedo asegurarte de que lo pasarás muy bien. Todo mi ser estaba completamente aterrorizado, quería gritar, pero mis sentidos no respondían a mis órdenes. -Déjeme en paz- supliqué nuevamente Aquel detestable ignoró mis palabras y se abalanzó sobre mí, cerré los ojos, esperando lo inevitable. Una mano me tomó por detrás de la cintura y me abrazó dándome protección. -Joaquín, mi amor, te estaba buscando -dijo con su suave voz- ¿Te encuentras bien? Asentó con la cabeza y lo miré a los ojos, parecían intensos y preocupados. -Estoy bien Emi, que bueno que llegas... -en mi voz hay cierto tono de alivio. - ¿Le puedo ayudar en algo? - dijo fríamente al hombre que aún seguía al frente nuestro. -Yo solo le hacía compañía al joven para que no estuviera tan solito aquí-dijo con su voz aguada. -Pues MI novio no necesita de su compañía, no lo quiero volver a ver cerca de él, ¿me entendió? - amenazó al sujeto aquel quien salió huyendo cobardemente. Su novio. Él me había hecho pasar por su novio, la idea no era nada desagradable, pero solo podía pensar en el terror que había vivido aquellos minutos interminables, de no ser por Emilio... no sé qué hubiera pasado. -Cobarde- susurro Emilio furioso- ¿Te encuentras bien Joaquín? ¿Te hizo algo ese hombre? Negué con la cabeza y antes de que pudiese decir algo las lágrimas comenzaron a escurrir por mi rostro, me sentía como un niño pequeño en los brazos de Emilio, un niño que se sentía protegido por él y me encantaba esa sensación por lo que no me contuve, Emilio me abrazó más fuerte y fue ahí cuando me quebré por completo. -Joaquín, dime, te hizo algo, si ese poco hombre se atrevió a dañarte te juro que... -No- lo interrumpí débilmente- No logró hacerme nada, afortunadamente llegó usted- dije con voz aún débil por el llanto. -Tranquilo- me dijo acariciando mi cabello - Ya no podrá hacerte daño, te prometo que siempre te protegeré - me sujetó fuertemente junto a él, coloqué mi cabeza en su pecho y cerré mis ojos, así en los brazos de Emilio nada podía estar mal. 

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