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Lo difícil no es encontrar al amor, sino ganarle al tiempo
la batalla para mantenerlo vivo.
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Los pasillos repletos de personas dificultaban su andar. Si bien llevaba sus cómodas crocs sentía que debía sentarse al menos un minuto. Llevaba más de 24 horas atendiendo niños con tos, fiebre y demás pesares. Deseaba encontrar un hueco para tomarse un descanso sin que solicitaran su servicio.
Desde que Emma se había convertido en la Dra Emma Torres no había logrado encontrar un día libre. Había sido admitida en la residencia de clínica pediátrica y si bien lo agradecía cada día, también lo sufría un poco.
Avanzó por el sector de las enfermeras señalando su reloj con gracia mientras sus manos se juntaban en forma de plegaria. En verdad necesitaba un descanso y aquellas mujeres comprendieron a la perfección su gesto. Emma se había ganado el cariño de todos en el servicio y fuera de él. Era trabajadora y no perdía sus modales. Podía tener sueño, hambre y agotamiento, pero siempre intentaba sonreír. Trabajaba con niños, le gustaba ayudarlos y eso es lo que se recordaba a sí misma cuando el trabajo parecía insostenible.
Había luchado muchos años por recibirse, había estudiado largas horas dejando de lado su vida personal. Había logrado combinar su trabajo como secretaria con su carrera y cuando finalmente logró obtener el ansiado título todo aquel esfuerzo pareció rendir su fruto.
Entonces le anunciaron que había obtenido el puesto de residente en el hospital que quería y todo pareció encajar. Nunca había imaginado que aquel empleo le robaría el resto de su vida. Debía hacer largas guardias, rondas interminables y atender demasiados pacientes y sin embargo aunque extrañaba demasiado a alguien en especial, sabía que el esfuerzo siempre valía la pena.
Giró por el pasillo que daba a las habitaciones de los médicos y cuando estaba a punto de llegar una mano tiró de su brazo obligándola a entrar al cuarto en el que solían guardar los insumos.
-¿Puede atenderme doctora?- dijo esa voz grave que conocía muy bien, mientras giraba el pestillo de la puerta y comenzaba a mover sus enormes manos acariciando cada centímetro de su cuerpo.
Emma sonrió mientras inclinaba su cabeza hacia atrás y sus propias manos comenzaron a desabrochar los botones de una camisa prolijamente planchada que ocultaba los más sensuales tatuajes.
-Estaba a punto de tomarme cinco minutos de descanso, no te quejes si a la noche me quedó dormida.- dijo Emma entre beso y beso mientras Enzo atacaba su cuello sin contemplaciones.
-Si te molesta paro.- respondió él con una sonrisa provocativa en sus labios.
Emma lo apartó en un movimiento brusco clavando sus ojos en los de aquel hombre que continuaba amando con locura.
-¿En serio podrías parar?- redobló la apuesta, mientras se deshacía de su bata de médica y le ofrecía una vista perfecta de sus senos contenidos en aquel encaje azul que él mismo le había comprado.
Sin poder modular una palabra si quiera negó con sus cabeza mientras su boca se movía como imantada hacia esos pechos que reclaman su contacto. Tomando las muñecas de Emma solamente con una de sus enormes manos, las llevó sobre su cabeza y las contuvo contra la puerta, único límite entre su pasión y el murmullo constante de un hospital en plena hora pico.
Emma disfrutaba de los besos que Enzo no dejaba de regar por su pecho mientras la mano libre asaltaba su humedad para llevarla a liberar los primeros gemidos involuntarios.
-Shh. Tenemos que tener cuidado…- le dijo él al oído justo cuando ella recordaba dónde estaban en realidad.
-No sé si pueda...- le confesó, mientras liberaba una de sus manos para cubrir su propia boca.
Entonces el que no pudo contenerse fue él, llevaba tiempo sin desear tanto el sexo. Al principio había creído que la diferencia de edad lo pondría en desventaja y sin embargo, cada vez que la recordaba una pasión desconocida hasta entonces, lograba que no quisiera detenerse más.
Sin poder controlarse se deshizo de los pantalones que llevaba Emma y girándola con cuidado aproximó su excitación justo a la puerta de su deseo.
-¿Cómo haces para gustarme tanto?- le preguntó y cuando ella iba responder finalmente completó su movimiento para robar hasta la última gota de cansancio que pudiera quedar en su cuerpo.
Sin separar los labios de su oído comenzó a moverse con pausa. Ella se acercó en busca de más placer y cuando la mano de Enzo volvió a tocarla no hubo lugar para nada más.
Acelerando ella misma el ritmo oyó sus gemidos susurrados mientras disfrutaba de ese calor creciente que se tradujo en oleadas sorpresivas de placer que los condujeron al glorioso final en poco minutos.
Sabroso, prohibido, intenso y real.
Con sus respiraciones aceleradas y sus bocas aún entreabiertas volvieron a mirarse a los ojos.
-Doctor Laville, voy a pensar que hace esto con todas las médicas del hospital.- le dijo Emma mientras recogía su ropa para volver a alistarse.
-Doctora Torres, ya debe saber que usted fue quién me despertó y ahora ya no puedo dejar de pensar en nosotros.- le respondió acomodándose también la camisa, ahora mucho más arrugada.
-En serio, Enzo, no podemos seguir haciendo esto, si me descubren me muero.- le dijo saliendo de su lúdico rol para ponerle seriedad a lo que acaba de suceder.
-Ok, ok, pero cuando me dijiste que esta noche tenías guardia de nuevo, no me pude aguantar.- reconoció el cardiólogo. Desde que estaban juntos se sentía como un adolescente que no podía más que pensar en ella.
-Sí, perdón. Laura me pidió cambiar el turno y para no dejar a Leo solo… Ya me conoces, no sé decir que no. - le explicó divertida mientras se asomaba por la puerta para ver si alguien los había visto.
-Leo, Leo, ese jovencito no me gusta nada.- le respondió Enzo llevando sus manos a su cabello como si estuviera conteniendo lo que en verdad pensaba de ese joven médico que compartía la residencia con su novia.
Emma volvió a mirarlo mientras entrecerraba sus ojos y sonreía de lado.
-¿No me diga que el doctor más sexy de todo el hospital está celoso?- le preguntó sin saber muy bien porque pensaba así de Leo, a quien no veía más que como a un compañero.
-¿Cuándo volvemos a vernos?- le preguntó Enzo luego de una pausa en la que intentó silenciar sus propias dudas.
Entonces Emma sacó su teléfono y abrió el calendario mientras apretaba sus labios con pesar. Tenía guardias y consultorio, demasiadas actividades. No quería esperar tanto para volver a verlo.
-No me mates, esta semana va a ser difícil.- le respondió apenada.
-¿Toda una semana? ¿Vos queres matarme?- respondió él con exagerado lamento en su voz siempre tan grave.
-Sabes que no depende de mí.- le respondió ella volviendo a besar esos labios que ya extrañaba.
Entonces una notificación sonó en su teléfono y al leerla volvió a sonreír.
-Mire si tendrá suerte doctor, acaban de adelantar nuestro encuentro.- le anunció recuperando su sonrisa.
-¿Qué pasó?- le preguntó él curioso.
-Liam regresa de su gira y Cloe está organizando una fiesta de bienvenida. ¡No podemos faltar!- le dijo feliz y luego de darle un nuevo beso en los labios regresó a su ajetreada labor, muchísimo más feliz.