Capítulo 1 ¡Jamás dañaría a alguien!
El funeral de Draven Byron acababa de terminar.
Amelie estaba de pie bajo la lluvia, junto a la lápida de Draven. No llevaba paraguas y la lluvia le corría por su cabello, salada y amarga.
—Amelie, tú mataste a Draven. La prueba es concreta. Deja de ser una farsante y de llorar.
Leila Aylward, que apenas podía considerarse pariente lejana de la familia Byron, parecía triste.
Un criado le sostuvo el paraguas mientras ella señalaba a Amelie y gritaba.
Amelie hizo una mueca y no contestó.
Macey Aylward se acercó lentamente y le dio una palmada en la cara a Amelie.
—La medicina de Draven fue cambiada. Usted fue la única que fue a su habitación antes de morir. ¿Qué tienes que decir?
La lluvia caía sobre la mejilla roja e hinchada de Amelie, haciéndola doler aún más. Sin embargo, se limitó a mirar fríamente a Macey, con ojos helados. No se molestó en explicarle nada.
—¡Yo no maté a Draven!
Amelie pensó «Llevo cinco años casada con Lamont. Durante todo este tiempo, no he hecho más que olvidarme de mí misma. Sin embargo, la familia Byron sigue detestándome».
«Macey, mi suegra, es una de las personas que más me odian. Quiere que Leila, su sobrina, dé a luz a un bebé para Lamont y así poder echarme con toda justicia de la familia Byron. A sus ojos, soy tan humilde».
En toda la familia Byron, Draven era el único que era amable conmigo.
Ahora que Draven ha fallecido, todos pueden intimidarme sin escrúpulos.
«Bueno, puedo soportarlo. Puedo fingir que no es para tanto. No me importa».
«El único que me importa es Lamont».
Amelie se secó la cara y miró a Lamont, que estaba sentado fríamente en un rincón de la habitación.
—Lamont, tú crees en mí, ¿verdad?
Los ojos de Lamont eran fríos e indiferentes y ni siquiera miró a Amelie.
Pensó, «su apuesto rostro es el mismo que cuando nos conocimos y sigue tan frío».
«Soy su esposa desde hace cinco años y su actitud hacia mí nunca ha cambiado».
«Me trata como si fuera una extraña para él».
Llevo horas de rodillas, pero sigo negándome a ceder.
Sin embargo, su mirada apuñala mi corazón tan profundamente y el dolor me está matando.
—Lamont, sabes mejor que nadie cómo traté a Draven estos cinco años. ¿Cómo podría matarlo?
Fue entonces cuando Lamont la miró.
Sin embargo, no había confianza en sus ojos, ni la más mínima simpatía.
Sus ojos eran tan fríos como siempre.
—No tiene sentido discutir.
Sus labios se entreabrieron ligeramente al pronunciar estas palabras, haciendo temblar la recta columna vertebral de Amelie.
Pensó «Draven estaba postrado en la cama y yo sola me ocupé de él. La familia Byron tenía mucho dinero, pero ni siquiera querían conseguirle un cuidador».
«Yo hice todo el trabajo sucio».
«Mientras pueda estar cerca de Lamont, mientras él sea feliz, yo también lo seré».
«Ahora que Draven está muerto y yo calumniada, ¿lo único que piensa Lamont es que estoy discutiendo?»
Macey, que estaba al lado, se burló.
—Qué villana. Seguro que eres una mujer de algún pueblo remoto. Eres tan miope. ¿Crees que sólo porque Draven se ha ido, vas a heredar las propiedades de la familia Byron?
Las acusaciones que la rodeaban no eran más que duras, pero Amelie sólo podía pensar en las palabras de Lamont.
Reprimió con todas sus fuerzas el dolor sordo de su corazón.
—He estado cuidando de todos en la familia durante años y he manejado bien todos los asuntos del grupo. ¿Cómo podría matar a Draven por el bien de la propiedad familiar?
Lamont se mofó
—Una mujer como tú puede hacer cualquier cosa.
Su fría voz estaba llena de disgusto y su desprecio e indiferencia hacia Amelie eran tan evidentes.
En ese segundo, Amelie casi pudo oír el sonido de su corazón rompiéndose.
Pensó, «Lamont, que lo dejé todo para casarme con la familia Byron. Me he dedicado a la familia Byron durante cinco años sin rechistar y me han tratado como a una criada. Sin embargo, Lamont aún no confía en mí en absoluto».
No puedo creer que esté de acuerdo con una razón tan ridícula.
¡Realmente cree que maté a Draven por el dinero!
Amelie apretó los dientes, sus ojos color escarlata se llenaron de furia al interrogarle.
—Lamont, ¿qué soy yo para ti?