-Apresúrate Fiorella- dice con enfado mi madrastra.
-No sé por qué te molestas mamá, es obvio que ella no quiere estar ahí- afirma Lina.
-Favor que nos haría de no asistir, pero Flavio insiste en tener presente a "la niña de sus ojos"- dijo con burla.
Elda es la esposa de mi padre. Se casaron cuando tenía tan solo cinco años y desde ese momento se ha encargado de hacer mi vida bastante complicada. Lina es su hija, y al igual que su madre, nunca me tolero. Ella es tres años más grande que yo, y es producto del segundo matrimonio de Elda; el cual por lo que sé, no termino nada bien.
-Creo que tengo un vestido que no he usado aun en casa. Usare eso- dije mientras intentaba salir de la quinta tienda que visitábamos.
-Claro que no usaras algo que ya se haya visto en otro evento. No puedes comportarte por una vez en tu vida.
-Acabo de decir que no lo he usado Elda- dije viendo el enfado en sus ojos.
Honestamente ya no me molestaba en tratar de agradarle, eso lo hice durante muchos años, pero luego de demasiadas humillaciones y desplantes de su parte, opte por dejar de insistir, deje de buscar en ella en afecto materno que necesitaba, y me conforme solo con el amor de papá.
Tras un pequeño duelo de miradas, salimos de la tienda rumbo al coche que nos esperaba para volver a casa. El camino fue demasiado incomodo, sobre todo para Luca; el chofer y guardaespaldas que se encargaba de mí. Al llegar a casa, solo me dirigí a mi habitación. Realmente no soportaba estar entre tanta gente, meseros por un lado, organizadores por otro, y eso sin contar la seguridad extra.
Había elegido para la noche un bello vestido color rojo, de mangas largas, con escote en la espalda y un corte en uno de sus laterales, eso en conjunto con unos zapatos de tacón negros y un peinado recogido que amablemente me iba a hacer mi nana.
-Apresúrate mi niña- dijo mi nana del otro lado de la puerta- los invitados ya han llegado y tu aún no estas lista.
-Ya casi acabo nana, sería más rápido si tan solo mi baño no se hubiera descompuesto.
-Ya, ya, solo apresúrate antes de que brujelda se enfade- dijo antes de irse.
Brujelda era el apodo que le había puesto de niña a mi madrastra, desde que lo dije, simplemente se quedó en nosotras como un segundo nombre para ella, y por nosotras me refiero a mi nana y a mí.
Tuve que ducharme en el baño de invitados ya que el de mi habitación estaba descompuesto. En tiempo record, estaba duchada y luchando con el secador para que mi cabello este casi listo. Una vez que mi cabello estuvo seco, corrí por el pasillo hacia mi habitación en donde me estaba esperando mi nana para ayudar a arreglarme.
-Quedaste perfecta mi niña hermosa.
-Gracias nana, todo te lo debo a ti. Eres la mejor- la abrace antes de salir rumbo a la fiesta.
Al bajar, mi mirada paso por todos los invitados de la gran noche de mi padre. Hoy junto a su nuevo socio, estaban celebrando la exitosa inauguración de un nuevo hotel ubicado en Roma.
Luego de una recepción muy aburrida, llego la hora de la cena; la cual fue aún más aburrida que la recepción. La adorable Elda, se encargó de sentarme en una mesa rodeada de señoras que de lo único que hablaban era de sus bolsos de marca y de cuánto dinero le pedirían a sus esposos para un viaje a Bora Bora. Motivo por el cual, luego de unos pocos minutos decidí levantarme e irme a la cocina.
-¿Por qué está aquí?
-Estoy aburrida- respondí con simpleza.
-La cocina no es lugar para usted señorita.
-Luca, ya te he dicho que no me llames señorita- dije mientras tomaba un panque de la mesada.
-¿Acaso la cena no estuvo buena?- pregunto con burla.
-Estaba deliciosa, pero lamentablemente los ricos son avarientos con complejo de modelos. ¡Te sorprendería la insignificancia de la porción que nos sirvieron!- exclame con indignación.
Luca soltó una sonora carcajada por mi comentario antes de hablar.
-En verdad no puedo creer que se indigne de esa forma por la comida- aun no paraba de reír.
-Deja de tratarme de ust ...
Mi conversación con Luca se vio interrumpida por un portazo.
-En el preciso momento en el que este igualado se atreva a llamar a alguien de esta casa por su nombre, será despedido.
-Señora Elda, eso no pasara- dijo Luca poniéndose de pie.
-Claro que no pasara- la petulancia en su voz demostraba su verdadera cara- eso te lo aseguro. Y tú, inepta- se dirigió a mi esta vez- tu padre te está buscando, es hora del discurso de cierre.
Sin decir nada la seguí, no quería que Luca tuviera problemas por mi culpa.
-Aquí estás princesa- dijo papá antes de abrazarme.
-Lo siento, me había quedado con hambre- le dije al oído en medio de nuestro abrazo.
El rio para luego tomar mi mano y dirigirme a un pequeño círculo de gente.
-Donato- dijo llamando la atención de los presentes- te presento a mi hija Fiorella.
Las personal que se encontraban alrededor del nuevo socio de papá se hicieron a un lado, dejándome ver así al señor. Tendí mi mano en dirección a un señor de unos sesenta años, y cuando esta estaba por llegar a su destino, una mano la atrapo y la llevó a sus labios.
-Donato Carusso, es un placer señorita- dijo para luego dejar un beso en el dorso de mi mano.
Literalmente no podía reaccionar. Jamás había visto a un hombre tan apuesto.
-Hija, reacciona- sentí un pellizco por parte de brujelda.
-Yo lo lamento, me distraje- sutilmente retire mi mano de la suya- Mucho gusto señor Carusso.
-Nada de señor por favor, solo Donato. Por ahora- dijo por lo bajo, de todos modos lo logre escuchar, aunque no sabía a qué se refería.
Nuestras miradas siguieron conectadas, hasta que Lina hablo.
-Lina Russo- dijo tendiendo su mano en dirección al guapo socio de papá para así presentarse.
-Mucho gusto señorita- respondió cortes, aunque sin interés.
Al no ver interés por parte de Donato, Lina decidió intentar otra cosa.
-Señor Carusso- dijo tratando de sonar sexi- ¿Le gustaría invitarme a bailar?
-La verdad el baile no es mi fuerte- dijo directo pero amable- Quizás le podría invitar una copa, no me gustaría ser descortés.
-Eso está bien para mí- dijo Lina mientras me miraba con suficiencia.
-Siendo así- Donato señalo a barra y luego le tendió la mano para guiarla.
Ambos salieron en dirección a la barra por sus bebidas, yo por mi parte me acerque a papá para así poder evitar ser el centro de atención de los socios más babosos que había en la cena.
-¿Te divertiste hija?- dijo en cuanto estuve frente a él.
Solo sonreí en su dirección, sabía perfectamente que este tipo de eventos no eran de mi agrado. Así mismo jamás he faltado a ninguno de ellos.
-Podría haber estado mejor, quizás con mejor música, e invitados más jóvenes, sin tu esposa- eso ultimo lo dije por lo bajo.
-Princesa- el reproche en su voz estaba teñido con un toque de gracia.
-Lo siento- dije entre risas- Papá, realmente estoy cansada, me gustaría irme- intente poner mi mirada más tierna.
-Fiorella, no me veas de ese modo. Estamos en casa, en cuanto los invitados se hayan marchado, podrás descansar.
-Aún quedan demasiados- un bufido involuntario salió de mí.
Luego de dos horas, por fin todos se habían ido, todos excepto Donato.
-Al parecer las fiestas te aburren- dijo mientras se acercaba a mí.
-No todas, en realidad solo este tipo de fiestas- al ver su cara de asombro, tuve que disculparme- Lo lamento, en ocasiones solo hablo sin pensar, en serio lo siento.
-¿Realmente?- pregunto sentándose junto a mi lado.
-La verdad no, pero no está bien visto ni aceptado que- literalmente golpee mi frente con mi mano- no debí decir eso. ¿Podría hacer de cuenta que jamás hable?
-Podría fingir que no dijiste eso.
-Gracias, de verdad gracias- una risa nerviosa escapo de mis labios.
-Lo haría, si dejas de tratarme de usted- la sonrisa que surco en su rostro era realmente preciosa.
-Echo- dije estirando mi mano hacia el con una sonrisa de niña tonta en mi rostro.
-Echo- dijo estrechando mi mano.
-Donato, tu habitación esta lista- dijo mi padre.
-Muchas gracias Flavio, mañana mismo buscaré un hotel para hospedarme.
-Nada de eso muchacho- brujelda en escena- no es molestia para nosotros que te hospedes aquí. Además, estoy segura que a Lina le encantaría enseñarte nuestro hogar. Y quien sabe, quizás se hagan buenos amigos.
El tono sugerente en la voz de Elda no pasó desapercibido para ninguno de los presentes, lo cual realmente hizo que el ambiente se sintiera incomodo de inmediato.
-Seguro.
Esa fue la única respuesta por parte de Donato.
Luego de despedirme de todos, como la señorita educada que se supone debo ser, me encamine a mi cuarto para poder descansar. Una vez que estuve lista, mire con ansias mi cama. Estaba a punto de arrojarme sobre ella, cuando dos toques en mi puerta me lo impidieron.
-¿Qué ocurre?- pregunte al abrir la puerta sin siquiera preguntar quien era.
En ese momento me dieron alrededor de ocho micro infartos al encontrarme allí a Donato. A Donato sin camisa y con pantalones de dormir.
-Lamento molestarte- dijo repasando mi cuerpo, que en ese momento se encontraba con un diminuto pijama de seda- es solo que quería decirte que me quedaría aquí por una semana, en lo que está listo mi apartamento.
-De acuerdo- dije intentando que mi mirada no se paseara por sus perfectos abdominales.
-Sí, eso y yo, a mí- el nerviosismo era notable en su voz.
-¿Ocurre algo?
-Es solo que me gustaría que pudiéramos compartir algo de tiempo. No conozco muy bien la ciudad, y quisiera que me guiaras. Con eso y con los pendientes del hotel. Tu padre me dijo que estas muy al tanto de todo.
Mis ojos se abrieron en ese momento. Quizás no tanto por lo que decía, lo cual no era nada malo. Si no más bien porque me lo estaba diciendo a mí.
-No creo ser una buena guía Donato. Y con respecto a los pendientes del hotel no tengo ningún problema en ayudarte.
-Por el momento me conformare con que me ayudes en el ámbito profesional. Solo por el momento Fiorella.
Sin decir más, se marchó. Dejándome en la puerta de mí habitación confundida y con una espectacular vista de su muy bien trabajada espalda.