PRESAGIO.

374 Palabras
Presagio: Acepto. Cuatro años atrás. GENGENBACH. Miro todo a mí alrededor, sorprendido primeramente porque nunca imagine que me fueran a llamar y segundo estoy ansioso por saber si me aceptaran. -Ethan Gregori Scmidt Jones, hijo del ex comándate militar Esteban Schmidt e hijo de la tendiente Amelia Jones – dice la persona que tengo a mi frente. Estaba en una oficina bastante grande en la cual había una biblioteca grande y muchas fotos, también se encontraba un mueble. Me encontraba sentando frente a un escritorio. -Creo que tu padre llego a servir aquí en el palacio – me comentan – No sé si fue a la reina g*****a o al rey Lorenzo – me dicen. Asiento, mi padre sirvió a la reina Gala cuando estaba viva, me encontraba en el palacio de la familia real Van der Briand, esperando a ver si calificaba al cuerpo de seguridad del palacio. -Si mi padre, cuando dejo el ejército decidió trabajar como seguridad – digo. El señor moreno que estaba frente a mi asiente con su cabeza, deja de mirar lo que estaba viendo en mi hoja de mi vida para mirarme a mí. -¿Serias capaz de soportar trabajar con una princesa? – me pregunta. La única princesa que estaba en el palacio era la princesa de Gengenbach, Gillesse Van der Briad, muy famosa por ser una chica difícil de controlar. Era la única hija del rey William y la reina Elvire, la prensa la adoraba por su estilo de moda. -¿La princesa Gillesse? – pregunto. Había escuchado que ella era un dolor de trasero, por lo insoportable y testadura que llegaba a ser. Me dijeron que si me ofrecían ser su guardaespaldas declinara porque eso era tiempo perdido. -Sí, esa misma – dice – Sé que lo se dice de la princesa no ayuda mucho, pero realmente necesitamos a alguien que no deja la toalla tirada con ella – me dice. Sonaba como un reto y a mí me gustan los retos, era lo mejor para demostrar que no se habían equivocado conmigo. Así que ¿Por qué no aceptar cuidar a la niña consentida del pueblo? Seguro será divertido e interesante. -Entonces acepto – digo. El señor sonríe. Esperaba no haberme equivocado en aceptar el trabajo, no quería comerme mis propias palabras. 
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