Llegamos a nuestro destino y Ciro como todo un caballero abrió la puerta del auto y me brindó su mano para bajar. Entrelazamos nuestras manos y caminamos juntos al interior de la fábrica, desde que le dije que me quedaría en Montenegro su humor cambió, ahora estaba más alegre. No habíamos caminado más de diez metros y ya había saludado a cinco personas, me sentí feliz de que lo apreciarán, el trataba a los trabajadores de la fábrica de su padre con mucha confianza, era algo que me daba curiosidad ya que en la empresa de mi padre nunca vi que tuviera un gesto similar con sus empleados, y ni que decir de Ernesto que hasta ahora que conoció a Sara cambio un poco su actitud, antes ni si quiera los volteaba a ver, Ciro era todo lo contrario. Lo observaba atenta admirando como se le acercaban pe

