- Todos esos árboles que ves ahí son nogales, son tierras de la hacienda – apuntó Ciro con la vista hacia un costado de la carretera donde había hileras de árboles frondosos y enormes. Todo esto era nuevo para mí, por dónde quiera que volteara había árboles, todo en Montenegro era verde. Entramos por un camino largo donde había un portón con un letrero que decía “Hacienda Los Nogales”, a lo lejos pude divisar una casona enorme color cobre con detalles en madera y piedra. Ciro aparcó el auto frente a aquella casa cuya puerta enorme era de madera maciza, observaba cada detalle de ella. - Es enorme – dije sorprendida, Ciro tomó mi mano. - Espera a ver el interior -dijo sonriente. La puerta estaba abierta, abrí mi boca de tanto asombro que tuve que llevar mis manos hasta ella, era

