Atracción letal

VLADISLAUO POPOV Artemisa. Mi pequeña muñeca rota. Tiene un aspecto inocente. Unos hermosos ojos azules que son como un espléndido cielo. Su cuerpo menudo le da ese toque de muñeca. El tono bajo y aniñado no hace más que encender mis ganas de protegerla. Era apenas un susurro en la oscuridad. La encontré encadenada en una celda inmunda, hecha trizas como un juguete olvidado. Su piel marcada por el dolor, sus ojos azules suplicando algo que ni ella misma comprendía. Tan frágil. Tan perfecta. Desde el primer segundo supe que no iba a dejarla ir. La enfermedad entró por mis venas con su primer aliento. No fue compasión. No fue ternura. Fue hambre. Necesidad. Posesión. La tomé. Me la quedé. La quise para mí. Mi muñeca. Mi caos. Mi obsesión. Pero no soy idiota. Sé que algo esconde. Mi pequeña muñeca rota, no es la dulce palomita que aparenta ser. Es algo mucho más peligro. No es una víctima. No es inocente. Es una criatura construida para destruir. Y me envenena lentamente. Y yo la dejo. Porque el infierno al que me arrastra... Sabe a gloria. ARTEMISA Vladislau. Mi príncipe en sombras. Lo observaba desde lejos, desde antes de que él supiera que yo existía. Él no me recordaba. Claro que no. Porque esa fue la primera vez que me vio. Pero para mí... Para mí, él siempre fue mío. Lo elegí antes de tener derecho a hacerlo. Traicioné al padrino. Lo perdí todo. Y la oscuridad se volvió mi hogar. Creí que moriría en esa celda infestada, olvidada, podrida por dentro. Pero el destino es caprichoso. Porque esa noche apareció él. Sin saber quién era yo... Y me salvó. Me sostuvo como si fuera de cristal. Como si no pudiera hacerle daño. Como si no supiera cuán profundamente lo había marcado... sin tocarlo jamás. No me importa fingir fragilidad. No me importa encogerme bajo su sombra. Mientras me mire. Mientras me necesite. Porque Vladislau Popov fue mío desde antes de pertenecerme. Y ahora que lo tengo... Haré lo que sea para no perderlo. Aunque eso implique hundirnos a los dos.