Capítulo 4

1379 Palabras
Cuadripliqué mi rutina de ejercicios, y disminuí mis horas de sueño. Harry seguía regañándome por ello, pero… ¿Qué podía hacer? Modelar para Kalle & Mutt era mi sueño desde los diez años, no iba a dejarlo pasar por tres kilos extra. Llevaba tres días con esta nueva organización en mis actividades, y sinceramente me sentía muy agotada. Comía menos de lo normal y estaba trabajando el doble. Habíamos terminado una sesión de fotos en la academia, así que me quedé con los chicos revisando las mejores tomas. Josh era un increíble fotógrafo, además era muy amable. Él y Harry se llevaban muy bien y se complementaban al momento de trabajar, el único que solía desentonar con su “original” modo de fotografiar, era Hans Cretino White. Estaba en una esquina del salón, haciendo su trabajo él solo. ¿Qué parte de la palabra “equipo” no estaba entendiendo? Lo observé en silencio mientras Harry y Josh discutían sobre los filtros. Hans tenía una piel bastante bonita, el arco de su nariz era recto, su cabello, con ese corte algo ñoño, era brillante y parecía sedoso. Y lo más impresionante eran sus ojos. ¡ERAN TAN GRANDES! Y marrones… Sacudí la cabeza, vaciándola de todo pensamiento agradable acerca de Hans, recordándome que era in cretino odioso que todo lo que hacía era hacerme enojar. -      Bella – mi hermano llamó mi atención, obligándome a voltear. – Necesito las llaves de la bodega. Tenemos que usar varias memorias y quiero dejar todo listo ahora. -      Claro – cogí mi bolso y lo revolví buscando mi llavero. – Ten, es la llave azul. -      Gracias. Josh, ¿Quieres venir? Te encantará todo lo que hay en la bodega – ambos se pusieron de pie. – Tenemos todo tipo de accesorios para las cámaras… – salieron del salón, y al parecer Hans ignoró eso. Me mordí el labio inferior y me acerqué lentamente hasta él, sentándome a su lado. Me miró de reojo casi con desprecio y volvió su vista a la laptop, donde estaba organizando las fotos. La curiosidad era mucho más grande que mi ego. -      Por fin has tomado las fotos como se debe – comenté echando un vistazo a su trabajo. -      ¿Es eso un cumplido? – preguntó sin mirarme. -      Algo así. -      No se te dan los cumplidos, no lo vuelvas a intentar – siseó. Fruncí el ceño. -      Estoy intentando ser amable – gruñí. -      Tampoco se te da muy bien que digamos. -      Ni a ti – respondí cruzándome de brazos. -      Es que yo no lo intento – se encogió de hombros, restándole importancia. Suspiré, frustrada por su comportamiento. Era un completo amargado. -      En cualquier caso, tomas muy buenas fotografías – añadí por lo bajo. -      Lo sé, por eso estoy trabajando aquí. -      Deberías decir “Gracias Bella, qué amable eres” – rodé los ojos. -      Gracias Bella – me miró con fastidio y volvió su vista a la laptop. – ¿Dónde están Harry y Josh? – preguntó de pronto. -      Bajaron a la bodega, Harry necesita más memorias. Él sonrió. -      ¿Qué? – fruncí el ceño. -      ¿Qué no te das cuenta? – soltó algo así como una carcajada. – Mira la maleta de Harry, tiene cientos de memorias consigo todo el tiempo. Es fotógrafo. -      ¿Qué? – volví a decir, miré desde ahí, la maleta medio-abierta de mi hermano, y sí, tenía una caja con memorias. – Es cierto… – alcé una ceja. – Quizá lo olvidó. -      O quizá quería pasar tiempo a solas con Josh. -      ¿De qué estás hablando? – lo miré pasmada. Hans estaba insinuando que Harry era… -      Tu hermano es gay – rodó los ojos y volvió su vista a la pantalla. -      ¿Cómo lo sabes? – me tembló la voz. Harry era un mujeriego con honores, era guapo y listo, siempre atraía a todas las chicas y se acostaba con todas ellas. Casi la mitad de las modelos de la academia había pasado por la cama de mi hermano, y no me enorgullecía, pero siempre pensé que él era heterosexual. -      Me pidió que le diera espacio con Josh – soltó como si nada. – Y que intentara llamar tu atención para que tú también le dieras espacio. Y dije sí a lo primero. A lo segundo no era necesario porque sé que te desagrado tanto como para que quieras acercarte a mí a buscar algo con qué discutir. Y aquí estás, sentada a mi lado… Me puse roja como un tomate. -      ¡Vaya! – exclamé. – ¿Enserio crees que me desagradas hasta ese punto? -      No sé – se encogió de hombros. – Quizá es lo contrario. Quizá te gusto. -      ¿Qué-qué? – abrí mucho los ojos. ¡Era un descarado! -      Que te acabo de decir que tu hermano es gay y te importa más lo que yo pienso – soltó una carcajada. -      Bueno yo… – no supe qué decir. ¡Él no me gustaba ni un poco! – No eres mi tipo. – dije por fin. -      Qué bien, ni tú eres el mío. -      Qué bien – asentí algo mareada. “Nota mental: No hablar con Hans a menos que sea de vital importancia.” Me puse de pie y sentí que el piso se movió bajo mis pies, mi estómago rugió y mis piernas flaquearon. “Ay, baja de azúcar, no ahora” Me fui de espaldas, esperando sentir un duro de golpe en la cabeza por la caída, pero en lugar de eso, sentí un par de brazos rodearme antes de llegar al piso. -      Woah – susurró Hans. – Toma asiento. – me ayudó, sin soltarme, a sentarme en la silla más próxima. Mi visión estaba algo empañada y todo seguía dándome vueltas, pero divisé a Hans ponerse en cuclillas frente a mí. – Estás pálida – comentó. – ¿Has comido algo hoy? – no sonaba preocupado, alarmado o levemente sorprendido. Sino que tenía el mismo tono de siempre, arrastrado, duro, grave. -      Solo una barra energética, y una botella de zumo sin azúcar… -      ¿En todo el día? – alzó una ceja, aparentemente incrédulo. Asentí con la cabeza mientras mi vista se aclaraba un poco. – Estás loca, Bella Summers. Si hubiese tenido fuerzas para responder a eso, lo hubiese hecho, pero me sentía demasiado decaída. Se apartó de mí y cogió su mochila, de ella extrajo una barra de chocolate y me tendió un trozo. Negué con la cabeza. “Demasiadas calorías, demasiadas calorías, demasiadas…” -      ¡Ten! – gruñó. -      No – negué. – No puedo. -      ¡Solo es chocolate! -      No puedo, yo… Tomó mi mentón y metió el trozo de chocolate en mi boca. Lo miré estupefacta. ¡NO PODÍA COMER CHOCOLATE! -      ¡Mastícalo! – se cruzó de brazos. – Bella, solo es chocolate. ¡Por el amor de Dios! No vas a morir por comer chocolate. Mi corazón latía a mil por hora, y decidí que era mejor que aceptar el chocolate y comerlo antes de que me golpeara ahí mismo porque parecía muy alterado. Debo admitir que extrañaba el sabor dulce del chocolate. -      No fue tan terrible, ¿O sí? – volvió a su lugar frente a su laptop. -      Lo fue – tragué saliva sonoramente, mientras el mareo se retiraba dando espacio a una enorme sensación de culpa. -      Deberías decir: “Gracias Hans, qué amable eres” – ironizó sin mirarme, y sin cambiar el tono de su voz. -      ¡Tú no lo entiendes! – grité histérica. Esta vez volvió su cabeza hasta mí y me miró furioso. -      Entiendo perfectamente que estás obsesionada con tu peso, y que te habrías dado contra el piso si yo no hubiese interrumpido mi trabajo por sentir lástima, sostenerte, darte algo de azúcar para que no te desmayaras, y regalarte por un minuto algo de mi valiosa atención. Así que si yo fuera tú, me plantearía mejor quién no está entendiendo las cosas – gruñó todavía más furioso que yo. -      ¡Eres un…! -      ¡La siguiente vez dejaré que te caigas y te golpees la cabeza! Quizá se te pasa lo malcriada. – se puso de pie, apagó su laptop, cogió su mochila, se largó dando zancadas y un portazo de digno de premios. Suspiré, abrumada por los gritos, el mareo, el hecho de que acababa de comer chocolate y de que Hans tenía toda la razón, era una malcriada; lo acepto, debí dar las gracias y cerrar el pico en lugar de ponerme a gritarle, aunque fuese verdad, que él no entendía nada, él no estaba en mi lugar, no tenía que competir por un contrato, no tenía que mantener una imagen ni satisfacer a miles de personas. Él no era yo. 
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR