Dejé a Hans solo en la cocina y subí hasta mi cuarto en busca de ropa, porque no me acomodaba ir por ahí en pijama con Hans cerca. No es que me diera vergüenza, ni que quisiera parecer más arreglada frente a él, simplemente me gustaba que todo el mundo viera la parte bonita de mí, no la débil, enferma y holgazana. Me puse unos leggins y una blusa simple, tampoco quería impresionar, solo verme decente. Tomé mi móvil y marqué rápidamente el número de mi hermano. - Hola – dijo con voz alegre. – ¿Cómo te sientes? - Enviaste a Hans, ¿Cómo crees que me siento, traidor? – espeté en voz baja. – ¿De parte de quién estás, hermanito? - ¡Relájate Isabella! – rió tras la línea. – Hans estaba preocupado por ti, y yo fui amable, le di la dirección y ya. - Sé lo que planeas – gruñí. – Si esto

