La ácida advertencia

3384 Palabras
Katherine Luego de diez minutos de viaje y cinco buscando estacionamiento, entendí que esa no era la noche y que el terror puso a temblar partes de mi cuerpo que ni sabía que temblaban. Había pasado muchas veces por el club, pero solo de día. De noche parecía un lugar completamente distinto, al igual que el resto de la ciudad. Sin embargo, existía una similitud indescriptible. Todo parecía resplandecer. Las luces del arcoíris casi se sentían como rayos de sol y el letrero de una mujer con máscara de gato y enormes garras hasta parecía amigable. De todas formas, no era suficiente para hacerme entrar. —Baja de ahí, estúpida—Teresa abrió mi puerta mientras esperaba pacientemente que yo saliera. Negué con la cabeza, temblando y en medio de una crisis nerviosa o una baja de azúcar —. ¡Oh, vamos! Te divertirás y, si eres inteligente, conseguirás un polvo esta noche. —No estoy lista—miré hacia la entrada en donde había dos chicas besándose—. ¡Ni siquiera he besado a una chica! —Bueno, bueno. Hoy darás tu primer beso, mañana podemos volver por el polvo—Teresa me jaló fuera del auto, pero no cedí. Sonrió aceptando el reto—. Ya ven aquí, cuchita, cuchita. Saca la gatita a jugar. Ya era humillante ser arrastrada por mi mejor amiga, era el triple de humillante que ella le hablara a mi entrepierna en la mitad de un estacionamiento repleto. Bajar ya era un tema de dignidad así que la seguí en silencio y oculta a sus espaldas todo el tiempo, susurrando quejas y recordándole mi mayor problema: —Tengo miedo, Tess. —Mira, haremos esto. Si te sientes incómoda o alguna chica te da atención que no quieres, di que estás conmigo: Somos novias esta noche. Su mano se acomodó en mi cintura mientras nuestros tacones chillaban contra el pavimento. Caminamos en silencio, Teresa viendo siempre al frente y yo a cada persona que pasaba por mi lado. Pensaba que aún podía escapar de ahí, tomar un taxi y volver a mi casa, pero una parte de mí, una muy pequeña, quería quedarse y ver más. Miré por encima del hombro de Teresa cuando le pasó unos billetes al guardia, también miré cómo un par de chicas se giraban a ver a mi amiga. Con la misma velocidad, susurraban entre sí. Eso pasó con la mayoría de las chicas que vi. — ¿Se supone que te conocen allí adentro?—pregunté dudosa. No había querido preguntarle sobre eso porque las historias de Teresa siempre eran muy rebuscadas y cubrían inocentemente la verdad. Era muy buena dando a entender lo que ella quería, pero ahora si dudaba muchísimo y sentía que necesitaba una respuesta antes de entrar porque ¿Cuántas veces ella había estado ahí y por qué? Mientras sacaba mis deducciones, ella respondió de forma vaga: —Un poco, sí. * Estaba alardeando. Antes de cruzar la entrada, yo conté a siete chicas que la saludaron por nombre y apellido. Así que, al parecer, yo no era la única amiga lesbiana de Teresa. Pero ignoré todo una vez dentro, cuando quedé completamente fascinada con la estética del lugar. La barra del bar tenía forma de corazón, varias paredes colgaban retratos de icónicas estrellas femeninas del cine y la música y, lo más significativo para mí: un letrero neón con la frase "estás exactamente donde deberías estar". Habían varias parejas, otras eran grupos de amigas, pero todas parecían conocerse, en especial con las bartenders . Estas trabajadoras usaban pequeñas camisetas rosas con el nombre del bar y bueno, solo en eso eran similares. Sus razas, alturas y figuras variaban de forma muy planeada: ninguna debía ser parecida a otra. Más allá de eso, se veían muy profesionales mientras lanzaban botellas y servían tragos fugazmente ganándose los aplausos de toda la clientela. — ¿Dios está dejando caer a sus ángeles? Un grito hizo que casi tropezara y aterrizara en el suelo. Agradecí que Teresa me sujetara y me mantuviera estable, no sin antes darme una mirada de regaño por mi vergonzosa actitud sobre tacones. —Yo caí por cuenta propia—Teresa le sonrió a una atractiva afroamericana que le sonreía desde la barra mientras preparaba un trago—. ¿Me das una Corona y....una botella de agua? —Como digas, amor—la mujer dejó sus malabares con las botellas y se agachó estirándole una cerveza a Teresa, una botella de agua mineral y un vaso para mí—. ¿Y quién es la rubiecita tímida? —Oh—Teresa dio un sorbo a su cerveza y se afirmó en la barra ignorando la pregunta y fingiendo que yo no estaba ahí—. ¿Me das un limón? La chica le sonrió coquetamente y se dirigió al montón de otras bartenders que reían entre ellas sobre algo que pasaba detrás de una misteriosa puerta junto a la barra. — ¿Estabas coqueteando con ella? —traté de no subir mucho la voz, pero no pude evitar sonar desesperada —. ¿Algo que quieras decirme? Teresa se burló y le dio otro sorbo a su Corona. Solo pude pensar que, oh no, ahí iba otra historia que jamás me contó. Con razón no se molestó con mi tema lésbico. Ahora toda su comprensión era justificada. —No, Kate. No soy lesbiana y estas chicas aquí lo saben, solo bromean. Para Chocolatito sería un logro mayúsculo convertir en lesbiana a alguien como yo—otro sorbo más y me miró reemplazando su cara de chiste por una seria —. ¿Te gustó ella? Es sexy. Puedo conseguirte una cita. Pensé en Chocolatito y sí, era sexy, pero no me hizo sentir ese "algo" con el que fantaseaba. Jamás lo había sentido, pero imaginaba que sería como ángeles tocando trompetas o algo así. Entonces solo negué con la cabeza. — ¿Te ha gustado siquiera alguien? —volví a negar y Teresa comenzó a exasperarse. Su mirada lo decía todo—. Esta será una larga noche. En ese mismo instante, Chocolatito volvió con las manos vacías y un puchero en su rostro. Sin mucha sutilidad, se recostó en la barra para quedar más cerca de Teresa. —Lo siento, amor. Nos quedamos sin limones, pero en la barra del VIP deben tener—la chica apuntó hacia otra barra que estaba detrás de la pista de baile y subiendo las escaleras. Era más pequeña que la de corazón, pero en ella había un pequeño grupo de mujeres—. ¿Puedes ir tu misma por él? Estoy algo ocupada. Teresa lo consideró y me miró sonriendo mientras me indicaba con la vista que yo fuera por él. No podía competir con la mirada mandona de Teresa y, asumiendo que era bastante incómodo verla coquetear con Chocolatito, giré en los tacones y me hice camino en la pista cargando unos cuantos billetes grandes para subir al VIP. Todo por un condenado limón. * No consideré el largo camino. Camino en el cual un montón de chicas se me insinuaron por primera vez en la vida. Me halagaban, pero solo apresuré el paso y le estiré los billetes a una chica que traía el uniforme de guardia. Ella me dejó pasar sin muchas vueltas y, solo entonces, pude admirar más el sector. Este era todo en color blanco y toques de dorado en los muebles. La barra estaba llena de mujeres evidentemente mayores y adineradas. Alcancé a oír a una hablando sobre el imbécil de su marido y cómo le gustaba más la niñera que él. La ley de Jude se aplicaba a ambos lados. Mientras seguía escuchando la conversación ajena, una de las chicas de la barra se inclinó frente a mí y sonrió ampliamente. Lo primero que pensé fue que se parecía sutilmente a Taylor Swift, pero su cabello era muchísimo más largo y sus labios muchísimo más rojos. — ¿Puedo ayudarte, corazón? Pensé que todas me decían apodos amorosos y yo no tenía el talento de responder igual, ni siquiera podía mirarlas a los ojos. Daba asco coqueteando, probablemente terminaría sola y rodeada de gatos. —Ems, la chica de la otra barra me dijo que aquí podía conseguir limones. Apunté la otra barra y Chocolatito junto a Teresa le mostraron sus pulgares a Taylor Swift. —Espera un segundo— la chica miró hacia las demás y se preparó para gritar —. ¡Alguien lleve limones a la barra principal! —una pelirroja caminó a la misteriosa puerta y salió cargando una bolsa con limones—. Y bien ¿Estás aquí sola? Taylor Swift me dedicó una brillante sonrisa y una mirada cargada de sugestión. Se balanceaba muy bien entre lo inocente y ardiente. Me gustaría ser así. También sabía que debía al menos trabajar mi coqueteo, pero no me salía así que con suerte le sonreí y bajé la mirada para responder. —No, estoy con una amiga. La chica asintió mientras secaba una copa con un paño blanco, luego volvió a mirarme. Tenía ojos increíblemente azules. Quería preguntarle si se había presentado a un show de dobles, sin duda ganaría. — ¿Amiga...posible novia?—preguntó, sigilosa. Casi me ahogué con mi propia saliva. No quería que nadie pensara que Teresa era mi novia. Ya todas la conocían ahí y yo no sabía muy bien por qué. — ¡Oh, no! Ella es en verdad mi amiga. Como...muy amigas, pijamadas y eso. ¡Pijamadas de verdad! No es como una palabra en código para referirme al...ya sabes. La chica asintió entre sonrisas y se distrajo con sus compañeras de trabajo.Finalmente, me sonrió y dio un paso atrás. —Bueno, señorita de pijamadas: las solteras beben gratis esta noche. Elige lo que desees. Le agradecí y ella se perdió de mi vista. Suspiré aferrándome a mi soledad y abrí la carta para, de inmediato, sentirme como el ser más imbécil en la tierra. No sabía nada de tragos, solo bebía agua, leche y jugos. Era un ser bastante bueno que no tenía idea que hacía en ese lugar o por qué todavía no se iba. —Deberías probar el Orgasmo. Es buenísimo. Levanté la mirada y solo un segundo le costó a mi cerebro guardar la imagen como una fotografía. Mi corazón dio un brinco, mi piel se erizó y me encontré olvidando como se respiraba. Podía escuchar trompetas. Ese era mi "algo". Mejor dicho: ella era mi "algo". Mi "algo" fue activado por una radiante morena de cabello café oscuro, brillantes ojos del mismo color y delineados por largas pestañas negras. Y sus labios, Dios, labios gruesos, rojos y hermosos que estaban a punto de soltar palabras. Creí caer en la gloria, pero ya estaba ahí al oírla hablar. — ¿Y? —bajé la mirada a mis uñas y me repetí a mí misma levanta el rostro, pero no podía hacerme caso —. Eh... ¿Qué beberás? La chica se acomodó en la barra quedando aún más cerca de mí. A escasos centímetros, pude apreciarla como lo merecía. Sus facciones eran hermosas. No perfectas como esas modelos de maquillaje, pero sí eran únicas. Su nariz era pequeña y sus cejas estaban en un punto intermedio. Conté sus lunares: uno cerca del labio, otro en la parte alta de su mejilla izquierda y uno al lado de su ojo que se ocultaba con un mechón ondulado que revoloteaba en su rostro. Dejé de admirarla y me esforcé por recordar la pregunta. —Yo...creo que el Orgasmo estaría bien. Sonaba tan estúpido decir eso en voz alta que no pude evitar poner mis manos en mis mejillas en un intento de ocultar su color rosa. La miré mientras reunía botellas y hielo para preparar el famoso trago. Era en verdad buena porque en cosa de segundos, y luego de agitar una coctelera, había una copa frente a mí. Le sonreí antes de probarlo y, al hacerlo, mis papilas gustativas se derritieron a medida que el dulce líquido pasaba por mi lengua hasta mi garganta. —Esta bueno ¿No? —asentí antes de beber más de la mitad de la copa—. Por eso el nombre. —Sí, claro—fingí que sabía de qué hablaba, pero probablemente, yo era la única mujer de veinte años que jamás había tenido un orgasmo—. Yo...—me puso más atención cuando guardé silencio y eso me volvió más nerviosa —...soy lesbiana. — ¡Oh, genial! Yo también, creo que la mayoría aquí lo es—me aguanté las ganas de golpearme la frente con la palma de mi mano cuando ella sonrió —. Sería desastroso que fueras heterosexual. Tendría que argumentar intensamente para que consideraras la experimentación. Trate de sonreír cuando su atrevida mirada recorrió todo mi cuerpo y me hizo olvidar si iba con ropa o no. Para confirmarlo, tomé la tela que con suerte cubría mis mulos y sí, estaba vestida, pero la vista de la chica paso fugazmente a mis piernas. — ¡Oh dios no, no! Sólo quería comprobar si traía ropa. Me maldije por decir todo en voz alta, pero mis neuronas estaban chocando entre ellas sin detenerse. Jamás había estado tan nerviosa y emocionada al mismo tiempo y no sabía si me gustaba sentirme así o no. —Te prepararé otro—con una sonrisa en su rostro, repitió el proceso de hace unos momentos. Por mi parte me distraje con unos tatuajes en su muñeca. En uno había una fecha, 24-06-2005 y en la otra decía en cursiva Dulce —. ¿Ves algo que te guste? —Yo...—me pellizqué el muslo y le sonreí lo más coquetamente que pude. Esperaba no parecer ridícula o sufriendo una parálisis—. Sí, un par de cosas. Me entregó la copa y una sonrisa que había sido hecha para hacer que cualquier cayera de rodillas a sus pies. Yo no lo hice solo porque estaba sentada. —No te había visto por aquí nunca—iba a hacer un comentario sarcástico sobre la comodidad del armario en el que vivía, pero no sabía cómo el resto del mundo digería mi sarcasmo—. ¿Cómo te llamas? —Kate...Katherine. Katherine Mendler. Me estiró la mano y la esquina izquierda de su boca se elevó sutilmente en una media sonrisa. —Es un placer K. Soy Devora Wigmore, pero todos me dicen Dev. Tomé su mano y la mecí con cuidado. No quería parecer emocionada, pero lo estaba. Ella era tan cálida, tanto que de repente su mano ya no era tan suya y se sentía como otra parte de mí. Una parte que no me emocionaba dejar ir tan pronto. —Es un gusto Dev. —Disculpa si pregunto mucho, pero soy curiosa—sonrió y se recostó nuevamente en la barra sin quitarme la mirada ni por un segundo—. ¿Viniste sola? — No. Estoy con una amiga—finalmente recordé lo que parecía estar olvidando: Teresa. Instintivamente, me giré para buscarla con la vista, pero ya no estaba en la otra barra —. Y ahora no sé dónde está. Devora se encogió de hombros y se inclinó un poco más quedando a centímetros míos. Estaba segura de que lo hacía a propósito. —No te preocupes, creo que pronto te encontrará. No es seguro que deje a su novia entre tantas chicas de dudosas intenciones. Si antes se sonrojaron mis mejillas, ahora se le unió el resto de mi rostro y cuerpo. La miré a los ojos por unos segundos y no pude evitar sentir que me desafiaba. No debía hacerlo porque la dejaría ganar. —No— respondí segura— . Es solo mi amiga. Cuando digo "amiga" es justo a lo que me refiero. Sin...códigos de por medio. Pareció satisfecha antes de quitarse su uniforme de trabajo. En el proceso, no pude disimular mi sorpresa al ver descubierto un abdomen plano y marcado suavemente por el ejercicio. — ¿Entonces eres soltera? —me sonrió mientras se afirmaba en la barra poniendo toda su atención en mí. Yo asentí mientras le sonreía—. Al parecer es mi noche de suerte—dio un paso hacia atrás y acunó sus manos junto a su boca antes de gritar:— ¡Mi turno terminó aquí, Kelly! Diciendo eso saltó sobre la barra y se quedó de pie junto a mí. Toda una ninja. Una muy sexy que me regaló una vista completa de su cuerpo. Era más alta que yo, pero gracias a los tacones de stripper de Teresa mediamos lo mismo. Aún así, su altura era sorprendente. De seguro rondaba el metro ochenta y ese factor solo le daba más elegancia a sus curvas. Podría jurar que incluso se ganaban el adjetivo de letales. Era físicamente perfecta, así que algo malo debía haber en su personalidad o exceso de esta, pero no me importaba mucho. — ¿Bailas? Dejé de perseguir con la vista el trazo de tinta negra que se ocultaba bajo sus jeans. Ella tenía varios tatuajes a la vista y yo un tremendo interés en descubrirlos, pero mucho antes de decir que bailaría con ella toda la noche una sombra se interpuso entre nosotras. Una alta sombra de ojos azules y cautelosos. —Jamás llegaste con el limón, bombón. Teresa pasó su brazo por mis hombros y me acercó a su cuerpo mientras me daba un rápido topón en los labios. Me quedé mirándola en busca de una explicación. — ¿Esta es tu amiga?—Devora se acercó para no quedar en el olvido detrás de Teresa. Yo aún la veía detrás de su hombro. Al escucharla, Teresa puso los ojos en blanco y levantó un dedo sin girarse a mirarla. —Novia, soy su novia. Oh, no. Teresa merecía un Razzy por la peor actuación del año. —Tess...ya le dije que no eres mi novia. —Sí, eso y que conozco tu trasero—exclamó Devora—. Todas aquí lo conocemos. Mientras Devora se burlaba, Teresa parecía al borde de un ataque. Hasta le temblaba un párpado. Sí. Ellas se conocían, pero no eran amigas. —Sí, lo conocen y sueñan con él—agregó Teresa, desafiante—. Incluyéndote. —Yo ya no sueño—Devora la ignoró y me estiró su mano—. La realidad es mucho mejor ¿no crees? Estaba por sostenerla con mi mano libre, pero Teresa me alejó bruscamente de ella y levantando su dedo índice indicándole a Devora que se quedara donde estaba. Cuando llegamos a estar a unos simples dos metros de ella, mi amiga me sostuvo de los hombros con una mezcla de preocupación, miedo y molestia. También me agitaba como si estuviese tratando de despertarme después de un desmayo o de un mal sueño. —Ni lo pienses, Kate. Con todas menos con ella. — ¿Por qué? —miré a Devora cruzándose de brazos y sonriéndome como si nada. Con facilidad, le sonreí de vuelta—. Es linda y es mi tipo. Además me está invitando a bailar ¿No vinimos por eso? —Sí, por eso, pero no con ella. Teresa no bromeaba o sobreactuaba. Su preocupación era genuina y parecía tener sus razones, así que me esforcé por dejar de mirar a Devora y escuchar lo que tenía para decir: —Ella no es famosa precisamente por ser una romántica lesbiana. La mayoría aquí se han revolcado con ella y viven con un corazón roto para contarlo. No quiero que tu primera relación sea con una chica que, de una u otra manera, solo terminará lastimándote. Lo que me faltaba, pensé. La chica que me gusta y me hace sentir el "algo" que buscaba era una jugadora profesional. En el fondo de mi corazón, sabía que debía obedecer a Teresa, girarme e intentar con otra chica, pero ya estaba enganchada con Devora Wigmore. Volvía a sentir ese "algo" cada vez que la miraba y la encontraba correspondiendo al contacto. Tomaría en cuenta la advertencia de Teresa, pero no esa noche. —Vine para esto Tess y no me detendré hasta que comience a salir el sol.
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