La luna había salido alta, aunque no tan llena como cuando Violeta se despertó. Se encontró sola dentro de la cueva, tumbada en un cómodo lecho de musgo. Intentó incorporarse y gimió cuando los dolores de sus músculos le recordaron que no todo estaba bien. Sin embargo, se sentía mejor de lo que hubiera esperado. Y también con hambre. Aunque su garganta dolorida sufrió un espasmo ante la idea de tragar, sabía que necesitaría fuerzas para curarse, así que rodó sobre el vientre y se puso de rodillas, saliendo a rastras de la cueva en busca de algo que comer. Encontró la recompensa de fruta que ella y Leontios habían recogido la noche anterior. Pero, ¿fue así? No tengo ni idea de cuánto tiempo ha pasado. El propio Leontios estaba tumbado junto a la piscina, metiéndose uvas en la boca, una tr

