Capítulo 50. El mensaje que no debió llegar. La puerta acababa de cerrarse con un golpe tan seco que todavía vibraba en los muros. Francisco permaneció quieto, con las manos temblorosas, mirando el suelo que momentos antes había sido testigo del desastre. Las palabras de su madre aún le retumbaban en su cabeza: “¡Fuera los dos! No quiero volver a verlos en mi casa.” Valentina y él habían salido a la calle, pero no sin antes detenerse frente a entrada principal, ella con la mirada firme y el peso de la verdad en su voz. No hubo reproche vacío, pero sí una amenaza clara... la grabación de aquella noche en el club no era un simple recuerdo, sino un arma que podía destruirlo todo. Francisco no intentó detenerla; sabía que era inútil. Pero la tensión en el aire era palpable, y Valentina

