Un buen comienzo
Era mediados de marzo en Martinica y el Carnaval había terminado; Era Cuaresma y hacía mucho calor en la isla. Las clases se habían reanudado Isia volvía a casa. Era estudiante de último curso de secundaria. Vivía con sus padres, su hermana mayor había abandonado el hogar familiar unos años antes. Isia era una joven caribeña muy guapa, de piel clara, pero no era consciente de su belleza. Ella era alta y delgada, pero no muy atlética. Desde hacía unos días, ella había estado sufriendo dolores de estómago. Cuando llegó a casa, merendó e inmediatamente se puso a hacer los deberes. Después, cenó sola y se fue a acostar.
Tres días después de pedir cita en la clínica, Isia se despertó sintiendo un dolor cada vez más intenso. Estaba doblada sobre su cama. Llamó a sus padres y, como de costumbre, fue su madre quien vino a verla. Aún no eran las seis y ya era de día. El sol salía temprano en Martinica. Hacía un poco de fresco por la mañana, pero las temperaturas subieron muy rápidamente al final de la mañana.
— Duele mucho, mamá. El dolor es incluso peor que hace dos días.
— Prepárate, voy a llevarte a la clínica—. Dijo su madre algo preocupada. Aunque no era su personalidad
Isia había sido operada de apendicitis ese mismo día. Ahora estaba tranquila, pero sola en su habitación, aunque estaba acostumbrada a la soledad. Su madre había venido a ver si todo había ido bien, pero se había marchado rápidamente, ella odiaba estar sola. Odiaba los hospitales. Isia puso la televisión, pero no podía dejar de dormitar. Los días siguientes fueron interminables. Isia se aburría, ya que sólo recibía la visita ocasional de su madre y de su hermana Marla que trabajaba en la clínica.
Llevaba aquí tres días, le habían dicho que la retendrían un poco más de lo previsto. Aquella tarde, había terminado el horario de visitas cuando el médico de guardia vino a verla. Era la primera vez que veía al Dr. Pavamy desde el comienzo de su estancia. El Dr. Arun Pavamy estaba de guardia; normalmente no lo hacía, pero aceptó ayudar al departamento.
Acababa de terminar sus estudios de medicina y trabajaba en la clínica. Sólo trabajaba por las tardes de vez en cuando, en las tardes, normalmente para controlar la evolución de un paciente. Arun era un superdotado; había aprobado el bachillerato a los quince años y ahora era el internista más joven de Francia. Había conseguido todos sus diplomas y había realizado el internado y la especialización en ocho años en lugar de once. En un futuro próximo, esperaba trabajar en la consulta general de su padre. Le hacía mucha ilusión.
Cuando entró en la habitación de la joven paciente acompañada por una enfermera, se sintió inmediatamente atraído por ella. Había algo en Isia que le fascinaba e inquietaba al mismo tiempo. Era la primera vez que una paciente le producía ese efecto. Ella le sonrió tímidamente mirada asustada. Ella también parecía preocupada por aquel joven médico al que veía por primera vez. La examinó y notó que sus manos temblaban ligeramente. Le preguntó si todo iba bien y rápidamente. Pero al final de sus visitas, no pudo evitar volver a ella, Isia le atraía como un imán, no podía evitarlo.
Sintió una gran emoción cuando la oyó pronunciar su nombre. Arun no quería que sus colegas se dieran cuenta de que estaba interesado en ella porque era una paciente de la clínica y aún no era mayor de edad. Pero no pudo resistirse a hacerle una visita rápida antes de irse, y le dijo que volvería a la mañana siguiente. Vendría a verla antes de irse para despedirse. Salió del hospital con el casco bajo el brazo y se dirigió a su moto, mientras pensaba en aquella sonrisa que iluminaba el rostro de Isia. Era consciente de que ella era muy joven y parecía tan inocente. Toda su vida había sido el niño más pequeño en todas partes.
Primero en la escuela primaria, donde había permanecido poco tiempo, y luego en la secundaria. En la facultad de medicina también destacaba porque siempre estaba metido en sus libros e investigando. Sin embargo, se le respetaba por su madurez y su capacidad para impresionar a la gente. Había venido a completar sus estudios en Martinica, para consternación del médico jefe de la Francia metropolitana donde trabajaba. Esperaba que se quedara en el hospital, pero Arun estaba decidido a volver a su isla.
Durante el día, Marla, la hermana ocho años mayor que Isia, enfermera de la clínica reumatológica, vino a verla. Las dos hermanas muy diferentes por su edad y también muy diferentes en personalidad, porque Isia había aprendido de niña a ser reservada y nunca confiaba en nadie, y menos aún en los miembros de su familia.
De pequeña se dio cuenta de que era mejor guardarse todo para sí misma y no molestar a los demás.
Sus padres eran profesores en la Universidad de Schœlcher, una ciudad a las afueras de Fort de France, la capital de Martinica. Esperaban que ella lo hiciera brillantemente. Nunca habían dedicado mucho tiempo a sus hijas, porque pensaban ante todo en sus carreras, pero sobre todo en ellos mismos. Sin embargo, eran muy exigentes cuando se trataba de loss estudios de cada una de sus hijas.
Se decepcionaron cuando Marla abandonó sus estudios de medicina porque su sueño era ser enfermera. En su opinión, era un fracaso. Para Katerine y Dylan padres de Isia, no era un logro del que pudieran presumir ante sus amigos y sus conocidos. Viendo que Isia estaba más dotada para los idiomas que para las matemáticas, la habían animado a seguir un curso de matemáticas, y la habían animado a cursar un bachillerato literario para que más tarde pudiera convertirse en profesora universitaria como ellos.
Ella no sabía lo que quería hacer más adelante, así que aceptó seguir las instrucciones de sus padres mientras tanto. Pero eso no significaba que ella se viera siguiendo el mismo camino que ellos.
Aunque se le daban bien los idiomas, tampoco era su pasión. Si por ella fuera, dejaría de estudiar después del bachillerato y se pondría a trabajar. Quería independizarse cuanto antes para poder irse de casa. Sus padres no estaban mucho con ella y además eran muy estrictos y muy fríos. Tenía que volver a casa todos los días después de clase y sólo la dejaban salir con sus amigas en casos excepcionales. Los estudios eran lo primero, decían.
A menudo estudiaba con Chloé, una amiga del colegio con la que se llevaba bastante bien. A veces Chloé se quedaba a dormir en casa de ellos, pero sólo porque sus padres eran colegas y se llevaban bien.
— ¿Va todo bien con nuestros padres? — preguntó Marla.
—Como siempre, nada ha cambiado desde que te fuiste.
— ¿Al menos tienes amigos? Segunda pregunta de Marla.
— Chloé ¿No?
— Bueno sí. Tienes que intentar abrirte a otras personas, Isia. ¿No tienes novio? — hizo otra pregunta su hermana.
—No, no tengo—. Asintió Isia.
Marla suspiró y le preguntó si necesitaba algo, luego se fue rápidamente. No tenía mucho que decirle a su hermana pequeña, con la que no se sentía a gusto. Su madre había venido por la tarde y le había traído las lecciones que le había dado su amiga Chloé. Ella había intentado estudiar todo el día, pero no pudo concentrarse mucho tiempo porque no dejaba de pensar en Arun. Le parecía demasiado atractivo, demasiado sexy y demasiado guapo. Era alto, guapo, moreno y con el pelo liso. Era indio.
