Narra Ava. Cuando llegamos a su departamento. Me senté en el sofá, me quité los tacones, él se sentó también, se aflojó la corbata y se relajo por unos segundos. —Ven aquí—pidió, señandolo sus piernas para que me sentará en su regazo. Cuando lo hice me tomó de la cintura y me besó como solía hacerlo. Sus manos recorrieron todo mi cuerpo sobre mi vestido. Dejé escapar un gemido y me retorcí. Sentí su mano. Anchas, cálidas y buscadas, vagaron sobre mí hasta llegar a mis caderas, donde me subieron la falda poco a poco. Una hazaña impresionante teniendo en cuenta lo mucho que estaba sentado en él, pero no hice ningún comentario. Podía sentir su necesidad por mí presionando mi trasero, caliente e insistente. Fue embriagador pensar que se debió a mi que hizo que su cuerpo reaccionara de

