Narra Maximiliano. Estaba recostado en la cama. Mientras disfrutaba del placer que Ava me estaba dando. —Respira, tienes que acordarte de respirar—dije. Hubo un pequeño gemido y luego la cálida boca de Ava me envolvió de nuevo, su lengua lamiendo mi cabeza necesitada como si fuera una paleta. Hice puños con mis manos, posiblemente lo único que me impidió agarrar ambos lados de su cabeza y empujar en esa perfecta y pecaminosa boquita como yo quería. Se había quedado a dormir, la idea era bañarnos e irnos a trabajar. Pero Ava tuvo otra idea y así fue como terminó dándome la mamada más exquisita que jamás había tenido. No hacia falta decir que nuestra relación iba de maravilla. Me sentí más vivo que nunca, notando y apreciando las cosas a mi alrededor para las que normalmente no tenía t

