Capítulo 3. Rechazo.

1363 Palabras
Travis apretó los puños y se irguió para mostrarse soberbio. No dejaría que lo vieran como un hombre débil a pesar de encontrarse en silla de ruedas. —Hola —saludó ella con inseguridad, sin poder apartar su atención de él y con los ojos empapados por lágrimas producto de la emoción. Se había enterado de su accidente, todo Miami lo supo, así como de la muerte de sus dos padres. Aquella fue una triste pérdida que sacudió a toda la ciudad, aunque nunca tuvo conocimiento de su estado. Él no solo había desaparecido para la prensa, sino que lo hizo para todos sus amigos y conocidos. Ninguno de ellos, ni siquiera, los más allegados a los Wagner, tuvieron noticias de Travis. Algunos dijeron que lo habían sacado del país para tener privacidad por el dolor de su familia perdida. Clarice creyó en esa teoría, pero no pensó que él estaría lejos por tres años y que nunca se comunicaría con ella a pesar de la sólida amistad que habían cimentado. —¿Te pregunté qué haces aquí? —consultó de nuevo el hombre con tono arrogante. Ella apretó el ceño, confundida. —El entrenador de los Miami Crab me envió. Aquí buscan a una fisioterapeuta. El rostro de Travis se tensó y alzó el mentón con arrogancia. —Te habías ido del país. ¿Por qué regresaste? —¿Cómo sabes que estuve fuera? Él apretó la mandíbula con enfado. —Ya no necesito de un fisioterapeuta —respondió, ignorando su duda anterior. —Nunca saliste del país, ¿cierto? —indagó ella con insistencia—. Por eso sabías de mí. ¿Por qué desapareciste? ¿Por qué nunca me llamaste? Al ver que ella pretendía acercarse, Travis retrocedió con la silla y dio la vuelta para dirigirse al pasillo de las habitaciones sin decirle nada más. —¿A dónde vas? ¡Travis! —lo llamó, pero él no la atendió. Desapareció lo más rápido que pudo. Clarice se desesperó y tuvo intención de seguirlo. Fue detenida por Dexter, quien enseguida se hizo presente. —¿Desde cuándo está así? —consultó alterada. El hombre la calmó y la llevó a uno de los sofás para sentarla. —¿Qué haces aquí? —preguntó confuso. —Me envió el entrenador del Miami Crab, para un puesto de fisioterapeuta. Él respiró con agobio. —¿Cuándo regresaste al país? Lo último que supimos de ti era que te habías marchado con tus padres a Venezuela. —¿Cómo sabían eso de mí? Me fui un año después del accidente de Travis. Lo busqué y llamé con insistencia por semanas. ¿Por qué no me respondió si siempre estuvo en la ciudad? —No ha sido fácil para él. —¿Qué sucedió? —insistió preocupada. —En ese accidente, Travis no solo perdió a sus padres, sino que su columna fue afectada y perdió la posibilidad de caminar. —¿Es irreversible? —No sé. Él no quiso hacerse exámenes ni tratamientos, se aisló de todo y de todos. Se siente culpable por la muerte de sus padres, ya que era él quien manejaba. Asegura que haber quedado paralítico y perder su carrera deportiva es el pago que debe entregar por ese error. —Es absurdo. Lo sucedido fue un terrible accidente. —Pero Travis había conducido rápido a pesar de que su padre le había pedido que redujera la velocidad. Quería llegar pronto a casa para luego reunirse contigo y sus amigos. Piensa que por su capricho quedó sin nada, por eso se alejó de ustedes. Clarice resopló y apoyó los codos en sus rodillas para cubrir su cabeza con las manos. Enterarse del profundo dolor que Travis sintió luego de aquel accidente, sin permitir que nadie se le acercara para consolarlo y ayudarlo a superar sus pérdidas, le desgarró el corazón. —Es injusto, yo… Me hubiese gustado haber estado con él. No puedo imaginar todo lo que ha tenido que atravesar estando solo. Ella recordó su mirada implacable, llena de rencores y frustraciones. Nunca lo había visto de esa manera. El hombre con quien se había topado minutos antes no era el mismo Travis Wagner del pasado. —No estuvo del todo solo. Aunque a mí me echó infinidad de veces de su lado, me quedé, porque sabía que me necesitaba. A pesar de que a veces no fui suficiente. —¿Por qué? —Porque en una oportunidad estuvo tan devastado que hasta se atrevió a atentar contra su vida. En esa ocasión, Clarice dejó que las lágrimas le empaparan las mejillas. Tenía ganas de correr hacia las habitaciones para buscarlo y darle un abrazo fuerte, pero sabía que en ese momento lo que conseguiría de él sería rechazo. —¿Es él quien solicita un fisioterapeuta? Dexter asintió. —Donovan, su tío, busca convencerlo de que lo ayude a recuperar la empresa familiar. Luego de la muerte del señor Phineas, él tomó la dirección de Wagner Underground y durante estos tres años la ha mantenido lo mejor que ha podido, pero ha tenido algunos inconvenientes. Quiere valerse de la anterior fama de Travis en los deportes para hacerla crecer de nuevo y él está medio convencido. —¿Medio? —Sí. Diseña algunas ideas, pero aún no se atreve a contactar a la gente que pudiera apoyarlo ni salir a la calle. Con esfuerzo lo convencí de que aceptara que viniera un fisioterapeuta para iniciar un tratamiento de recuperación, que tal vez, lo ayude a decidirse. —El hombre la miró a la cara con preocupación—. Pero nunca imaginé que fueses tú quien se presentaría. Clarice se inquietó. Tal vez su presencia no fuese favorable en ese momento para Travis, ya que podría agitarle los recuerdos, pero ella no quería marcharse y olvidarse que había estado allí. Necesitaba acercarse a él de nuevo. Su corazón latía de forma salvaje cada vez que lo recordaba. Ahora que lo sabía cerca, no dejaba de palpitarle con violencia. —Me dijeron en el estadio que nadie quiso atender el pedido de trabajo a pesar de que él ofrece un buen pago. Dexter comprimió el rostro en una mueca de desagrado. —Los primeros que vinieron fueron tratados de forma muy dura por Travis. No soportaron ni un día, supongo que eso alejó a los otros, pero Travis necesita comenzar la terapia, no puede estar más tiempo aislado. Seguirá destruyéndose hasta que llegue a un punto de no retorno. —¿Le interesó el trabajo en la empresa? —Eso lo ha acercado de nuevo a sus padres. Se había obligado a olvidarlos resultándole doloroso porque no podía salir del momento del accidente, pero ahora se esfuerza por recordar más escenas de ellos. Como por ejemplo, los proyectos que Phineas tenía en mente con respecto a la empresa y le comentaba a Travis, y los aportes que Yaneth le había dado. Busca plasmarlo todo en papel y cuando trabaja en eso su semblante cambia, se relaja y hasta se anima a imaginar el futuro. —Sin darse cuenta busca superar el duelo. —¿Cómo sabes eso? —Hice unos cursos de psicología mientras estuve en Venezuela. Dexter la observó con interés. —Quizás tú seas la más indicada para ayudar a Travis. No solo sabes qué tipo de ejercicios debe realizar para recuperar algo de su condición física a pesar de su parálisis, sino que podrías apoyarlo con la superación de sus pérdidas gracias a tus conocimientos de psicología. —Quiero ayudarlo. No solo porque tengo la capacidad, sino porque deseo hacerlo. Él es la persona más brillante, carismática y audaz que he conocido, merece una vida mejor. Estar en sillas de ruedas no marca un final, sino el comienzo de algo diferente. —Será muy difícil convencerlo de eso. —Pero quiero intentarlo. Estoy dispuesta a hacerlo. Dexter sonrió complacido y sintió un oleaje de alivio en su pecho. Clarice sería una buena opción para ayudar a Travis, solo faltaba superar un obstáculo para que eso se lograra: que su amigo aceptara estar cerca de la única mujer que había logrado hacerlo soñar con la felicidad.
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