Capítulo 2. Recuerdos.

1301 Palabras
Travis Wagner no podía creer lo que veía. A pesar de que se había alejado lo más que había podido de Clarice González, una vez más la tenía frente a él, agitando los recuerdos de su pasado. «flash back» —Travis, hagamos el check-in para esperar el vuelo en el área de embarque —propuso Dexter, su chofer y amigo. Quien solía acompañarlo en cada compromiso no solo como su asistente, sino también como su cómplice. —Adentro ya están los chicos del equipo. Así no reunimos con ellos —respondió él sin dejar de teclear en su móvil. Dos guardaespaldas lo acompañaban para evitar que alguien lo molestara. Travis no solo era famoso por ser el hijo de Phineas Wagner, el Presidente y CEO de Wagner Underground, una de las fábricas más grandes de ropa deportiva de Estados Unidos, sino que además era una estrella emergente del fútbol americano. Desde la secundaria cosechaba premios y reconocimientos en ese deporte, pero en su etapa universitaria logró destacar. Se convirtió en uno de los mejores jugadores defensores obteniendo un contrato millonario en la reunión anual de jugadores que se celebró en Nueva York. El Miami Crab lo fichó y enseguida lo puso de titular. En tan solo tres temporadas él alcanzó grandes victorias y fue invitado al Pro Bowl, el tazón que jugaban solo los mejores profesionales de la NFL. —¡Disculpen, ¿son del Miami Crab?! Travis apartó su atención del teléfono y mostró una sonrisa triunfal al escuchar una dulce voz femenina. Pensó que sería una fanática que quería robarle un beso, o una sexi periodista que buscaba aprovechar su cargo para estar cerca de él. Por su gran atractivo y su actitud alegre y exitosa las mujeres lo buscaban y a él le encantaba esa atención. Sin embargo, quien habló fue una chica delgada, de larga cabellera castaña y rostro angelical, que corrió hacia ellos arrastrando una maleta con ruedas. Su expresión angustiada, revelada en unos hermosos ojos color miel, lo conmovió. Por eso le indicó al guardaespaldas que la había detenido que la dejara acercase. —¿Necesitas algo? —preguntó seductor. —Soy la nueva asistente de fisioterapeuta del Miami Crab y viajaré con ustedes a Texas para ayudar en la clínica deportiva. Travis se desilusionó. Ella no había corrido por él, sino por la chaqueta deportiva que llevaba puesta y lo identificaba como m*****o de ese equipo. —¿Y qué problema tienes? —Acabo de pesar mi maleta y tiene un poco de sobrepeso. No puedo pagar el exceso porque no tengo dinero, quería saber si ustedes tenían espacio en sus maletas para meter algo de mi ropa. Travis compartió una mirada divertida con Dexter. Este puso los ojos en blanco. Sabía que el joven aprovecharía la ocasión para molestarla, era muy pícaro. —¿Es ropa interior? Si es así podría ayudarte con eso. Ella lo observó con los ojos entrecerrados. —No, serán solo algunos pantalones vaqueros y unos zapatos. ¿Puedes auxiliarme? —consultó la chica con un tono que a Travis le resultó agresivo. Estaba habituado a tratar con mujeres sumisas y complacientes, que lo vieran con adoración y le hablaran con ternura. Esta era algo ruda, lo veía con superioridad y parecía no ablandarse con la mirada ardiente y provocativa que le dirigía. Dexter estuvo a punto de intervenir para auxiliarla, pero Travis lo detuvo. —¿Cómo te llamas? —Clarice González. —Bueno, Clarice. De verdad, lo siento mucho. No tenemos espacio en nuestras maletas. Ella repasó algo confundida a los tres hombres que lo acompañaban. Todos llevaban una maleta, pero ninguno rebatió sus palabras. —Si pongo una prenda en cada maleta de ustedes, me ahorro peso y a ustedes no les hace una gran diferencia. —Pero no queremos hacerlo. Tendrás que resolver el problema por tu cuenta. El rostro de la joven se coloró por la rabia. Justo en ese momento llamaron por el alta voz a los tripulantes del vuelo a Texas. Debían comenzar el embarque. —Ups, tenemos que irnos —dijo pícaro—. Que tengas un lindo día, Clarice. Le dio la espalda para marcharse, dejándola ardiendo por la rabia. Mientras él hacía el check-in, se giró para ver que había sido de la chica. La descubrió poniéndose encima de su ropa todas las prendas que podía para así aligerar la carga de su maleta. Sonrió divertido y no pudo apartar su atención de ella mientras la mujer hacía el check-in sin preocuparse por lo ridícula que se veía con tanta ropa puesta. Clarice lo había logrado. Consiguió que su equipaje pasara sin el peso extra. Al llegar a Texas, una fuerte lluvia los recibió. Los miembros del equipo tuvieron que buscarse un transporte particular que los llevara al estadio donde se realizaría la clínica deportiva, porque el corporativo no había podido llegar. Travis alquiló un auto de lujo muy veloz para ir con Dexter y sus guardaespaldas. Clarice los vio partir algo frustrada. No se atrevió a pedirles un aventón para que no volvieran a tratarla con desprecio. Durante el vuelo se había enterado que el joven era Travis Wagner, el hijo de uno de los hombres más poderosos de Estados Unidos, la estrella del equipo y el playboy del momento en la ciudad. Lo mejor era estar lejos de él. Al no tener suficiente dinero, tuvo que juntarse con otros empleados del Miami Crab y entre todos le pagaron al dueño de una vieja camioneta vans que se veía algo deteriorada. —No cuenta una buena pintura, pero posee un motor poderoso. No los dejará varados bajo la lluvia. Ellos confiaron en él y se enrumbaron al estadio. Como la lluvia era intensa, algunas calles estaban un poco inundadas, aunque eso no resultó un problema para aquel vehículo acostumbrado a los ambientes rudos. Al tomar una intercepción, ella se fijó en algo sorprendente. El auto veloz y lujoso de Travis Wagner se había accidentado en un costado del camino. —¡Espera! —pidió al chofer—. Acércate a ese vehículo. Cuando el hombre estuvo junto al moderno auto, ella bajó la ventanilla. Travis hizo lo mismo y le dedicó una mirada esperanzada. Un poderoso trueno retumbó sobre sus cabezas. —Hola, ¿no has podido resolver ese problema por tu cuenta? —lo molestó. Él mostró una media sonrisa que a ella le pareció encantadora, pero que era producto de la rabia que sentía por el inconveniente ocurrido. —Cincuenta niños me esperan en el estadio para iniciar la clínica deportiva, pero no me pueden auxiliar rápido porque no hay grúas disponibles por culpa de la inclemente tormenta. Debo esperar. —¿Y aceptas subir a una vieja vans que apenas puede ir a cien por hora, aunque tiene más branquias que un pez? Él sonrió divertido. —¿De verdad me darás una mano? ¿A pesar de que yo…? —¿A pesar de que eres un tonto patán? Él aumento la sonrisa. —Sí, eso iba a decir. —Sube, pero solo hay espacio para dos. Travis rápido acordó con Dexter viajar en la vans con uno de los guardaespaldas mientras él esperaba la grúa de auxilio con el otro. Enseguida se instaló dentro del vehículo y se sentó junto a Clarice. Compartió con la mujer una mirada llena de anhelo y curiosidad. «fin del flash back» Al regresar al presente, él apretó aún más el ceño. Debía sacar cuanto antes a Clarice González de su casa, porque su presencia amenazaba con revolver en su interior sentimientos que le habían costado tres años extinguir. Su sola mirada lo estremeció, pero él ya no podía soportar más lástima de nadie y eso era lo que veía en el rostro pálido e impactado de ella.
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