Adriana Desperté envuelta en un calor que no reconocí de inmediato. Las sábanas eran suaves, la habitación olía a la madera del mobiliario y a ese perfume discreto que Theo siempre usaba. Parpadeé un par de veces, todavía somnolienta… hasta que la realidad me alcanzó de golpe. Estaba en mi habitación, en mi cama, pero ¿Como había llegado hasta aquí? si anoche me había quedado dormida en el sillón. Me incorporé despacio y el corazón dándome un pequeño vuelco. —Entonces… me trajo —murmuré para mí misma. Y no supe explicar por qué ese gesto tan simple me apretó tanto el pecho. Me quedé sentada unos segundos, abrazando la almohada, recordando vagamente la sensación de un beso en la frente… ¿había sido real o solo un sueño? Sacudí la cabeza, obligándome a bajar de la nube, me duché, m

