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1459 Palabras
~ El punto de vista de Isabella Me senté en la orilla del río, el mismo lugar al que siempre acudía cuando sentía que me ahogaba en mi miseria. La suave corriente del río solía tranquilizarme, pero hoy, ni siquiera sus sonidos relajantes podían acallar el dolor en mi pecho. Tenía las mejillas mojadas por las lágrimas, y mis sollozos parecían resonar en el agua. Me sentía atrapada en esta vida miserable. Ser la única humana en una manada de hombres lobo nunca fue fácil. Se aseguraban de recordarme cada día que no pertenecía allí. Hoy había sido particularmente duro. Las palabras, las burlas, las miradas de asco, eso sí que lo podía soportar. Pero hoy, fue más allá. Todavía me ardía la piel donde una de las chicas, Kayla, creo que se llamaba, me había cortado con sus garras. “Cambia si puedes”, se burló, con ojos fríos y burlones... El dolor del corte no era tan intenso como el de saber que nunca encajaría. Me veían como débil, diferente, una forastera que jamás sería uno de ellos. Estaba tan absorto en mis pensamientos que no oí a Jack acercarse hasta que estuvo casi a mi lado. Tenía esa forma de moverse tan silenciosa, una gracia natural que todos los hombres lobo parecían poseer. Jack era el hijo del Alfa, pero el único problema que tenía con él era que me intimidaba en público y se portaba mal conmigo en presencia de otros. —Bella —llamó suavemente, con la voz llena de preocupación. Me sequé rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano, intentando disimular que había estado llorando, pero sabía que era inútil. Jack siempre me veía con claridad. “¿Qué pasa?“, preguntó, agachándose a mi lado. Sus ojos azules me escrutaron el rostro, y pude ver la preocupación grabada en sus rasgos. Siempre me miraba así, como si le importara, como si yo le importara. Negué con la cabeza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir. “No es nada, Jack. Solo... estoy teniendo un mal día”. No se lo tragó. Nunca lo hizo. «Bella, por favor. Háblame. Odio verte así». Solté un suspiro tembloroso. No tenía sentido fingir con Jack. Él había sido mi refugio desde el día en que me encontró llorando bajo un árbol cuando era solo una niña. Desde entonces, siempre había estado ahí, dispuesto a escuchar, dispuesto a consolarme. Y poco a poco, sin darme cuenta, había empezado a enamorarme de él. —Son ellos —admití finalmente, con la voz apenas por encima de un susurro—. Lo han vuelto a hacer. Sus ojos se oscurecieron y pude ver cómo apretaba la mandíbula. “¿Qué hicieron esta vez?” Dudé, pero entonces las palabras salieron atropelladamente. «Dijeron cosas. Cosas desagradables. Y entonces una de ellas… me clavó las garras. Quería ver si me transformaba». Me arremangué y le mostré el rasguño reciente en el brazo. El corte no era profundo, pero me dolía, tanto física como emocionalmente. El rostro de Jack se endureció. Extendió la mano y tocó suavemente el rasguño; sus dedos se sentían frescos contra mi piel caliente. “¿Por qué dejas que te hagan esto, Bella? No te lo mereces”. Me reí con amargura, y las lágrimas volvieron a brotar. “¿Qué otra opción tengo, Jack? Solo soy un ser humano. Nunca seré como ellos. Nunca seré como tú“. Jack negó con la cabeza con fuerza. «Eso no importa. Eres más fuerte de lo que cualquiera de ellos cree. Más fuerte de lo que tú crees». Lo miré, con la vista borrosa por las lágrimas. “¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes siquiera mirarme? No soy nada comparado con ellos. No soy nada comparado contigo”. La mirada de Jack se suavizó y extendió la mano para acunar mi rostro. «No eres nada, Bella. Lo eres todo. Al menos, para mí». Sus palabras me dieron un vuelco el corazón y, por un instante, olvidé el dolor, el acoso, todo. Solo podía pensar en lo cerca que estaba, en cómo se sentían sus manos sobre mi piel, en cómo sus ojos se clavaban en los míos como si buscaran algo profundo en mí. —¿Por qué? —pregunté, con la voz apenas un suspiro—. ¿Por qué te importa tanto? Dudó, como si buscara las palabras adecuadas. «Porque eres diferente. Y no lo digo con mala intención. Ves las cosas de otra manera. Eres amable, eres valiente y no dejas que te destruyan, por mucho que lo intenten». Negué con la cabeza. «Pero tienen razón, Jack. No pertenezco a este lugar». Jack se acercó, su frente casi rozando la mía. “Perteneces a donde quieras, Bella. Y si no pueden ver lo increíble que eres, ellos se lo pierden, no tú“. Solté un suspiro tembloroso. “Es que... no sé cuánto más podré aguantar esto, Jack. Siento que me estoy derrumbando”. La expresión de Jack se suavizó aún más y me abrazó. Su abrazo fue cálido y fuerte, y por un momento, me sentí segura. «No te estás hundiendo, Bella. Eres más fuerte de lo que crees. Y estaré aquí para ti, pase lo que pase». Me aferré a él, mis lágrimas empapando su camisa. “Gracias, Jack. No sé qué haría sin ti”. Se apartó lo justo para mirarme a los ojos. «No tienes que agradecerme, Bella. Siempre estaré aquí para ti. Siempre». Asentí, intentando creer en sus palabras, intentando encontrar consuelo en ellas. «No entiendo por qué me odian tanto», susurré. Los ojos de Jack se oscurecieron de nuevo, y pude ver la ira que bullía bajo la superficie. «Tienen miedo de lo que no entienden. No te conocen como yo. No ven lo bueno en ti, tu fuerza. Simplemente tienen miedo, y se desquitan contigo porque eres diferente». Sollocé, limpiándome la nariz con la manga. “Pero duele, Jack. Duele muchísimo.” Me abrazó más fuerte. «Lo sé, Bella. Sé que sí. Pero no estás sola. Estoy aquí. Y siempre estaré a tu lado, pase lo que pase». Cuando Jack se apartó, sentí una oleada de coraje, quizá por la comodidad de su tacto o por la ternura de su mirada. Sin pensarlo, me acerqué más, con el corazón acelerado. Sentía su aliento en mis labios y veía cada detalle en sus ojos azules. Estaba segura de que él sentía lo mismo. Pero justo cuando nuestros labios estaban a punto de encontrarse, Jack giró la cabeza. Me quedé paralizada, con la cara ardiendo de vergüenza. Me aparté rápidamente, sin saber qué decir ni cómo sentirme. “Jack, ¿por qué?“, ​​pregunté con voz temblorosa. “¿Hice algo mal?” Jack suspiró profundamente, pasándose una mano por el pelo como si intentara encontrar una explicación. “No es eso, Bella”, dijo con dulzura. “Solo le hice una promesa a mi padre”. —¿Una promesa? —pregunté, confundida y un poco dolida—. ¿Qué clase de promesa? Me miró con seriedad, sus ojos azules me miraron fijamente. «Le prometí a mi padre que no me acercaría a nadie así hasta convertirme en Alfa», explicó. «Es una tradición en nuestra manada. Se supone que demuestra mi compromiso y concentración. La ceremonia es la semana que viene, en luna llena». Asentí, intentando comprenderlo. Supuse que tenía sentido, como si fuera un hombre lobo. Pero aun así me dolía un poco. “Oh, no lo sabía...“, murmuré, mirándome las manos. Después de unos momentos de silencio, finalmente me armé de valor para preguntar: “Jack, ¿te gusto?” La pregunta flotaba en el aire entre nosotros, y sentía el corazón latir con fuerza en mi pecho, esperando su respuesta. Pero no dijo nada. Solo me miró con expresión indescifrable, como si intentara decidir qué decir o tal vez contenerse. “¿Jack?”, presioné, mi voz un poco más baja esta vez, casi con miedo de lo que pudiera decir, o no decir. Soltó un suspiro lento y apartó la mirada, contemplando el río. “Bella, se está haciendo tarde”, dijo en voz baja, evitando mi pregunta. “Deberíamos volver antes de que oscurezca demasiado”. Sentí una punzada de decepción y se me encogió el corazón. Seguía sin responder. ¿Significaba eso que no sentía lo mismo? ¿O solo intentaba protegerme, mantener las cosas simples hasta después de su ceremonia? No lo sabía, y esa incertidumbre me carcomía. —Sí, vale —dije, intentando mantener la voz firme aunque me sentía un poco temblorosa—. Deberíamos irnos.
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