UNA NUEVA VIDA

1595 Palabras
ARIANA Me quedé en silencio. No lloré, no grité. Solo sentí cómo dentro de mí algo se rompía de una manera tan profunda que incluso el aire se volvió más denso. Fue como si el último hilo que nos unía hubiera sido cortado de golpe. Después de tantas historias leídas juntos, promesas susurradas en noches de llamadas interminables, y de juramentos sellados con un anillo, él había caído en la trampa más utilizada, vieja y ruin del mundo. Mi madre me miraba con tristeza, esperando alguna reacción de mi parte. Pero ¿qué se supone que debía hacer? ¿Romperme en pedazos frente a ella? ¿Rogar por respuestas que ya no cambiarían nada? —Lo siento tanto, hija —susurró con su voz cargada de pena. Levanté la vista, sintiendo el ardor en mis ojos, pero me negué a dejar caer una sola lágrima más por él. —No tienes que sentirlo, mamá. Él tomó su decisión, ahora yo tomaré la mía. Agradezco tener la oportunidad de abrirme un camino que no lo involucre a él. Mi madre quiso decir algo más, pero se contuvo. Me conocía lo suficiente para saber que cuando me cerraba en mis pensamientos, no había palabras que pudieran hacerme cambiar de parecer. Di un paso atrás, como si físicamente necesitaba alejarme de todo lo que acababa de escuchar. Mi pecho subía y bajaba con cada respiración, respiré profundo intentando calmar la tormenta dentro de mí. —¿A dónde vas? —preguntó mamá con suavidad. —A empezar de nuevo. —Giré sobre mis talones y caminé con la cabeza en alto. No sabía exactamente hacia dónde me dirigía en ese instante, pero conseguir un teléfono, programar mi aceptación a la universidad y buscar donde vivir en Madrid eran mi prioridad. Cuando caminaba de regreso mi padre y mis cuatro hermanos estaban del otro lado de la puerta corrediza. Posiblemente escuchando la conversación que compartí con mi madre. —Tiam, es un maldito miserable. Traidor. —dijo mi hermano Manuel y me sentí mal, no por Tiam, sino por la gran decepción que debe sentir mi hermano con todo esto. De los chicos, él era el más apegado a él. El silencio en la sala era denso, cargado de emociones que nadie sabía cómo procesar. —Escuchen, sé que todos ustedes lo escucharon y también sé que lo que pasó con Tiam es doloroso para mí, pero eso no significa que deba serlo para ustedes. Mis hermanos intercambiaron miradas, como si quisieran asegurarse de que realmente estaba diciendo eso. —Tiam siempre fue bueno con nosotros —continué, esbozando una pequeña sonrisa al recordar los días de infancia—. ¿Recuerdan cuando nos ayudó a escabullirnos para ver los fuegos artificiales en la playa? O cuando nos cubría en nuestras travesuras para que mamá y papá no nos castigaran. Guillermo frunció el ceño. —Pero Ari, él te rompió el corazón… —Eso es entre él y yo —lo interrumpí con suavidad—. No quiero que lo odien por lo que pasó entre nosotros. No guarden rencor en su corazón, porque el odio no nos lleva a nada. Guillermo y los demás asintieron, aunque su expresión mostraba que aún les costaba aceptar mis palabras. Antes de que el ambiente se volviera más pensado, papá, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, se aclaró la garganta. —Pasemos a desayunar. Ari, ¿quieres salir un rato? Podríamos ir a comprar un nuevo teléfono. Lo miré con gratitud. Sabía que, más allá de la excusa de comprar un teléfono, quería sacarme de esa atmósfera sofocante. —Sí, me encantaría. —Y ese fue el plan, mientras comíamos, mis hermanos trataban de hacer chiste de todo con tal de hacerme reír a carcajadas. Los amo. Nos despedimos de los demás y salimos de la casa. El aire fresco de la tarde me acarició el rostro cuando nos subimos al auto. Durante unos minutos, papá condujo en silencio, dándome espacio para ordenar mis pensamientos, pero en un momento se tornó un poco incómodo. —¿Qué te parece mi decisión? —pregunté, sintiendo una emoción burbujeante en mi pecho. La expresión de mi padre se iluminó. —Estudiar Ingeniería Aeroespacial en Aeronaves en la Universidad Europea de Madrid, nunca me lo hubiera imaginado. Siempre supe que tenías talento, pero nunca se me vino esa opción a la cabeza. Sonreí, recordando lo mucho que había ocultado mi fascinación por la aeronáutica hasta de mi padre. —Siempre me ha apasionado —continué con entusiasmo—. La idea de diseñar y mejorar aeronaves, de comprender los principios que permiten volar, es algo que realmente me llena. Papá asintió con orgullo. —Tienes un don, Ari. Y me alegra que hayas decidido seguirlo sin miedo. Solo con escucharte hablar de esa manera me doy cuenta de que vas a hacer algo que de verdad te hace feliz. —Entonces… —tragué saliva, un poco nerviosa—, ¿puedo viajar a Madrid lo antes posible? Quiero ir directamente a la universidad, conseguir un departamento y empezar de cero. Papá guardó silencio por unos instantes, como si estuviera procesando la petición. Luego, con una sonrisa, asintió. —Mañana mismo nos vamos. Mi corazón latió con fuerza, una mezcla de emoción y alivio inundando mi ser. Después de conseguir una nueva línea telefónica Al volver a casa, mi madre no se tomó muy bien la noticia. Apenas pronuncié las palabras “mañana me voy a Madrid”, vi cómo sus facciones se tensaron. —Ariana, ¿estás segura de esto? —preguntó con preocupación, cruzando los brazos. —Más que nunca, mamá. —Pero es muy repentino. —Rodé los ojos con cansancio. —No tiene nada que ver con él —mentí un poco—. Mi vida apuntaba hacia un horizonte, pero ese no era el correcto. Siempre he querido estudiar aeronáutica, pero tenía miedo de admitirlo. Ahora que sé lo que quiero y no pienso esperar más. —Ella suspiró y miró a papá, buscando apoyo. —Clara —dijo él con calma—. Yo la acompañaré. —Mamá lo miró con sorpresa. —¿Tú también crees que es lo mejor? —Creo que nuestra hija ha tomado una decisión madura y quiero estar a su lado para apoyarla. No te preocupes, la llevaré y me aseguraré de que esté bien. Posiblemente no se mude de inmediato, pero es bueno que te vayas haciendo a la idea de cortar el cordón umbilical con nuestra hija. Vi cómo mamá tragó con dificultad. Era evidente que no estaba del todo convencida, pero también entendía que cuando papá tomaba una decisión, no había vuelta atrás. Finalmente, suspiró y se acercó a mí, tomando mis manos entre las suyas. —Está bien, Ari, pero prométeme que me llamarás todos los días. —Te lo prometo, mamá. Esa noche, a diferencia de la anterior, pude dormir con tranquilidad. Sin embargo, un sueño extraño me despertó exasperada. En él, me veía atrapada en una vida que no era la mía. Fiestas interminables, reuniones con la alta sociedad, sonrisas falsas y miradas de envidia de mujeres que deseaban lo que yo tenía. En el centro de todo estaba Tiam, rodeado de gente, de expectativas, de obligaciones que también serían las mías. Mujeres hermosas se abalanzaban sobre él, riendo con coquetería, y yo me sentía invisible. Me desperté con el corazón latiendo con fuerza. Respiré hondo, tratando de calmarme. Quizás el destino realmente estaba a mi favor. Si las cosas hubieran seguido como yo esperaba, tal vez habría terminado en una vida en la que no era libre, en la que me habría convertido en alguien que no quería ser. Tal vez… perder a Tiam fue, en realidad, salvarme de mí misma. Me acurruqué entre las sábanas, agradeciendo en silencio. Volví a cerrar mis ojos y nuevamente me dejé consumir por el cansancio. A la mañana siguiente, partimos temprano hacia la estación de tren. Aunque teníamos el jet de la familia a disposición, papá sugirió que viajar en tren sería una experiencia diferente, algo que nos ayudaría a despejar la mente antes de llegar a Madrid. No podía estar más de acuerdo. El paisaje se deslizaba por la ventana mientras el tren avanzaba, sentí que el rumbo de mi vida aun después de haber girado de una manera inesperada estaba moviéndose en la dirección correcta. Cuando llegamos a la estación en Madrid, miré alrededor esperando encontrar un auto, pero en su lugar, un joven alto y atlético nos esperaba con una sonrisa, se quitó los lentes oscuros y se acercó a nosotros. Papá me miró con una sonrisa cómplice. —Lo llamé para que te ayudara a instalarte. —Noah… —susurré, sintiendo una oleada de nostalgia al haber cortado comunicación con él desde hace mucho tiempo. —Pequeña traviesa —dijo con su tono burlón de siempre. Mi corazón se agitó al escuchar ese viejo apodo. Desde niños, él siempre me llamaba así, recordando las incontables veces que lo metí en problemas con mis ocurrencias. Noah se acercó aún más y me revolvió el cabello con cariño. —¿Lista para empezar una nueva vida? —Sonreí sintiendo mis mejillas arder ante su toque. —Más que nunca. ---- ¡SORPRESA! Mis hermosuras, muchas gracias a GONZALEZ SUHEIDY, MAGGITA_P, ORII, MARY GARCIA Por sus votos lunares. Nos leemos el viernes, corazones. ---- Copyright © 2024 Valery Archaga / Valarch Publishing LLC Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2502160128123
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR