ARIANA
Noah se quedó conmigo, como había prometido. No preguntó más de lo necesario ni intentó llenar el silencio con palabras vacías. Solo estuvo ahí, conmigo.
Después de un rato, cuando mi respiración se había estabilizado y las lágrimas ya no amenazaban con caer, se acomodó sobre el sofá y me miró con una sonrisa cómplice.
—¿Recuerdas la fiesta de aniversario de mis padres cuando éramos niños? —Fruncí el ceño por un momento, tratando de recordar, hasta que supe exactamente a cual se refería. Llevé una mano a mi rostro, algo avergonzada, como olvidar ese día.
—¡Noah! No me digas que vas a sacar eso ahora. —Él soltó una carcajada.
—Por supuesto que sí. Es mi historia favorita sobre ti. —Rodé los ojos, pero en el fondo, supe que estaba tratando de hacerme sentir mejor, y funcionaba.
