PRÓLOGO

779 Palabras
Ariana Galeano Mi corazón latía con fuerza mientras el auto avanzaba por el sendero empedrado que llevaba al palacio. Había soñado con este día desde que tenía memoria. Tiam, era una promesa que había guiado mi destino. Un destino que pronto se cumpliría y que me tenía llena de mucha ilusión. Mi madre no quería que viniera, algo en su mirada escondía un miedo silencioso que yo no lograba entender, pero nada podía detenerme. No esa noche así que, me escapé, usando la excusa perfecta para alejarme de casa sin levantar sospechas. Al bajar del auto, acomodé mi vestido, entregué mi identificación y cuando autorizaron mi entrada respiré hondo. Cada paso hacia el gran salón era una mezcla de emoción y nerviosismo. «¿Cómo reaccionaría al verme? ¿Se sorprendería? ¿Se alegraría?» Eran los pensamientos que predominaban en mi mente. —Tío Alan. —Saludé. Agradecía encontrarme a rostros familiares antes de verme con él. Él y mi tía o futura cuñada Susy se giraron para verme, y el brillo en los ojos de mi tía me hizo sonreír. —Hola, Ari. ¿Cómo estás? No sabía que vendrías. —Tío Alan se acercó a saludarme. —La verdad es que no iba a venir. No sé, por alguna extraña razón, mi madre dijo que no quería venir. Así que me escapé con la excusa de ir con Ivana y mi tía a Costa Azul. Caminamos juntos hacia el salón y mi tío tomó mi mano con calidez. No podía evitar sonreír, mi pecho estaba lleno de emoción. Por fin estaba aquí. Por fin lo vería después de casi dos años, pero entonces, todo se desmoronó. Entramos, y mis ojos buscaron instintivamente su figura entre la multitud. Allí estaba el hombre al que había amado toda mi vida. El dueño de mis promesas, mis esperanzas y mi corazón. Sin embargo, no estaba solo. Sus manos, las mismas que tantas veces habían sostenido las mías con ternura, ahora sostenían las de otra mujer. —Ella es Lady Amira y se convertirá en mi esposa en los próximos meses. —El mundo dejó de girar. Sentí mi pecho oprimirse, el aire escapando de mis pulmones como si alguien hubiera golpeado con fuerza mi pecho. Mi mano se cerró instintivamente, buscando un ancla, algo que me sostuviera, pero no había nada. Solo el eco de sus palabras destruyendo todos mis sueños, cada promesa, cada momento de espera. Tiam giró su rostro hacia mí. Su expresión cambió. Lo vi, el horror en sus ojos al reconocerme, al darse cuenta de que estaba ahí, de que había escuchado cada palabra. —Ariana… —susurró. Parpadeé con rapidez, sintiendo el ardor en mis ojos. No, no iba a llorar. No frente a él, ni frente a todos. Mis manos temblaban cuando llevé los dedos hasta el anillo en mi dedo anular. Aquel diamante rosa que había simbolizado todo lo que éramos, todo lo que seríamos. Lo deslicé lentamente, sintiendo el frío metal desprenderse de mi piel. Con pasos firmes caminé hasta él. Me detuve frente a Tiam y sin decir una sola palabra, coloqué el anillo sobre la mesa. —Les deseo muchísima felicidad en su matrimonio, su majestad. Discúlpenme por interrumpir, pero creo que mi presencia en este lugar está de más. Disfruten su cena y buenas noches. Mi voz sonó serena. No titubeé. No mostré el dolor desgarrador que estaba partiéndome en dos. Me giré con elegancia, manteniendo la cabeza en alto, y caminé de regreso hacia mi tío, quien tomó mi mano con firmeza. El aire me faltaba. Mi pecho dolía. —Tío, sácame de aquí, por favor. —dije sintiendo el nudo formándose en mi garganta, él no dudó y viendo a Susy solo dijo. —La llevaré a casa. —Yo solo seguí caminando, ya no quería estar ni un segundo más en ese lugar, no tenía la fuerza necesaria para seguir impidiendo que este dolor en mi corazón saliera a la superficie. El mundo a mi alrededor se volvió borroso cuando cruzamos las puertas del palacio. Apenas entré en el auto, sentí que mis fuerzas se evaporaron, y eventualmente, me derrumbé. Lágrimas ardientes recorrieron mis mejillas sin control, sollozos ahogados escaparon de mi garganta mientras abrazaba mis brazos, intentando contener un dolor que era demasiado grande para mi frágil cuerpo. Vi el reflejo de Tiam en el retrovisor, su silueta difusa bajo la luz de la entrada. Vi cuando golpeó el marco de la puerta con furia, cuando gritó frustrado, pero ya no importaba. Todo se había acabado. Me había perdido. Y con él, se había quedado la parte de mí que durante años le había pertenecido.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR