SE ACABÓ

1446 Palabras
ARIANA Recuerdo el día en que Tiam llegó a nuestras vidas como si hubiera sido ayer. Yo era apenas una niña de casi cinco años, pero la imagen está grabada en mi memoria como una pintura que el tiempo no logra desvanecer. Era una tarde lluviosa. El sonido de las gotas contra los cristales de la ventana me hacía compañía mientras jugaba con mis muñecas en la sala. Mis padres entraron a la casa, y detrás de ellos estaba él. No era un extraño. Lo había visto antes, siempre callado, con esa mirada que parecía esconder algo que yo no alcanzaba a entender a mi corta edad. —Ariana, cariño —dijo mi madre mientras se agachaba a mi altura—. Este es Tiam. Va a vivir con nosotros a partir de hoy. Lo miré con curiosidad. Era alto para un niño de once o doce años, con un cabello castaño que parecía reflejar la luz y unos ojos que, incluso entonces, me parecieron profundos y misteriosos. Él no dijo nada, solo me sonrió, esa sonrisa tímida que años después llegaría a conocer tan bien. —Hola —dije, torpemente. —Hola —respondió él, con una voz suave que parecía no pertenecer a alguien tan joven. Los años pasaron y, de alguna manera, nos volvimos inseparables. A pesar de la diferencia de edad, Tiam siempre encontraba tiempo para mí. Jugábamos juntos en el jardín, mirábamos películas hasta tarde, y cada vez que me caía o me sentía triste, él estaba ahí para levantarme. —¿Sabes, Ari? —dijo una tarde mientras me empujaba suavemente en el columpio del parque—. Eres la niña más bonita que he visto. Cuando seas mayor, me casaré contigo. Me reí, pensando que era una de esas cosas que los niños dicen sin pensar, pero para mí, que lo veía como mi héroe, esas palabras eran como un pequeño tesoro que guardé en mi corazón sin entender realmente por qué. El día de mi cumpleaños número nueve fue cuando la verdad me golpeó por primera vez. —Ariana, tenemos algo importante que contarte —dijo mi madre con una sonrisa forzada mientras colocaba una mano sobre mi hombro. Tiam estaba sentado frente a mí, con una expresión seria que no había visto antes. —Voy a ser el rey de Malib —dijo, con voz tranquila, pero cargada de emoción contenida. —¿Rey? —pregunté, confundida. —Sí. Es un pequeño país, pero tiene una historia importante… la familia de mi padre biológico es la encargada de gobernar. El resto de la conversación se desdibujó en mi mente porque todo lo que podía escuchar era la última parte. Se iba. Mi Tiam se iba. —Pero volveré, Ari —me dijo esa noche—. Te prometo que volveré por ti. Y cuando seas mayor, tú serás mi reina. Me abrazó fuerte, y yo, en mi inocencia, le creí. Cuando cumplí quince años, ya no era una niña. Había crecido, y con ello, mi corazón había aprendido algo que no quise admitir por mucho tiempo: estaba enamorada de Tiam. Era peligroso. Era prohibido, pero era la verdad. Cuando apareció en mi fiesta de quince años, con su porte majestuoso y esa mirada que parecía atravesarme el alma, sentí que todo a mi alrededor desaparecía. —Ari —dijo mientras me tomaba de la mano frente a todos los invitados—, hoy quiero renovar una promesa. Mi corazón latía con tanta fuerza que temí que todos pudieran oírlo. —Cuando cumplas dieciocho años, si aún lo deseas, serás mi esposa y mi reina. El murmullo de los invitados se perdió en el momento en que sacó un anillo con un diamante rosa y lo deslizó en mi dedo. —Esto es un juramento de eterno amor, Ariana. Te amo como la aurora ama al horizonte, inevitablemente y para siempre. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos, pero no las dejé caer. En ese instante, todo parecía perfecto, como si el universo hubiera conspirado para darnos este momento. Pero el universo, como pronto descubriría, tenía otros planes. - - El auto avanzaba por la carretera oscura y aunque mis lágrimas habían cesado, el dolor seguía ahí, como un veneno que se esparcía lentamente por mi cuerpo. La traición tenía un sabor amargo, quemaba en mi garganta, presionaba mi pecho con una fuerza insoportable. Mi tío Alan conducía en silencio, dándome espacio para procesar lo ocurrido, pero yo sentía que no podía más. —Duele, tío… —Mi voz tembló, apenas un susurro en medio de la tormenta de emociones que rugía en mi interior. Él suspiró y estacionó el auto en la entrada de su casa. Apagó el motor y se giró hacia mí con una expresión comprensiva. —Lo sé, Ari. Y te dolerá por un tiempo, pero no puedes dejar que el dolor te consuma. —¿Cómo no hacerlo? Toda mi vida giró en torno a él. Lo esperé, me guardé para él, soñé con este momento y… —Una risa amarga escapó de mis labios—. Y todo era una mentira. —Él negó con la cabeza. —No, Ariana. No fue una mentira. Lo que sentiste fue real, lo que vivieron fue real, pero a veces, el amor no es suficiente. —Sus palabras me golpearon con fuerza. —Entonces, ¿qué es suficiente? ¿Por qué me hizo esto? —Él suspiró y tomó mis manos entre las suyas. —A veces, el dolor y la traición son necesarios. Nos enseñan, nos hacen crecer. No hay guerra sin cicatrices, Ari. Y aunque ahora sientas que esto te rompe, un día te darás cuenta de que en realidad, te está formando, haciéndote más fuerte. —Mis labios temblaron al intentar contener el llanto. —No quiero ser fuerte. Yo solo quería que me amara. —Me miró con tristeza y pasó un brazo alrededor de mis hombros. —Sé que duele, pequeña, pero un día mirarás atrás y entenderás que esto no fue el final, sino el principio de algo mejor. Vamos a dentro. Antes de que pudiera responder, escuché el sonido de otro auto deteniéndose frente a la casa. Mi corazón se aceleró, y por un segundo, el miedo me recorrió el cuerpo. ¿Sería Tiam? ¿Vendría a darme una explicación absurda? De igual manera baje del auto. Pero entonces, lo vi. Era mi padre. Su porte imponente se mantenía firme bajo la luz del porche, pero en su mirada había algo más profundo: preocupación, amor, protección. —Papá —Mi voz se quebró. No esperé más. Me lancé sobre él, y en un instante, sus brazos me envolvieron con esa seguridad que solo él podía darme. Y me rompí. Las lágrimas que había contenido se desbordaron sin control, empapando su chaqueta. Me aferré a él con fuerza, buscando refugio, buscando consuelo en el único amor que nunca me fallaría. —Shhh… Estoy aquí, mi niña. Estoy aquí. —Me acunó como si aún fuera aquella niña de cinco años que se aferraba a él cuando tenía miedo, pero esto no era miedo. Era decepción saber que la persona a la que le había entregado mi alma, mi amor, mi espera, nunca me había pertenecido realmente. De repente, un grito desgarrador escapó de mi garganta. —¡Él no me amaba! ¡Todo fue una mentira! ¡No signifiqué nada para él! Mi padre me sostuvo con más fuerza, pero no intentó callarme. Me dejó gritar, me dejó sacar todo lo que había estado reteniendo. —¡Lo odio! ¡Odio haberlo amado! ¡Odio haber creído en él! ¡Odio cada segundo que pasé esperando! —Las fuerzas me abandonaron y me derrumbé entre sus brazos. No dudó y me tomó en sus brazos para caminar conmigo dentro de la casa. —No quiero volver a verlo… jamás. —dije entre susurros, cuando nos sentamos en uno de los sillones de la casa. Mi padre acarició mi cabello con ternura, depositando un beso en mi frente. —No tienes que hacerlo, hija. —Cerré los ojos con fuerza, sintiendo el último hilo que me ataba a Tiam romperse dentro de mí. Se acabó, Tiam se fue de mi vida. Y esta vez, yo no lo seguiría. --- Feliz inicio de mes mis niñas. Llegó marzo y con él comienzan las actualizaciones semanales de esta novela. "Sigo de vacaciones" Sin embargo, me pueden leer todos los días en "Sangre y Pinceles", Historia de Tory Sanchez donde su servidora también es colaboradora. Se las dejaré aquí abajo en las notas de autor. Muchas gracias por comenzar esta nueva aventura conmigo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR