MENTIROSO

1366 Palabras
Ariana El abrazo de mi padre era lo único que me mantenía en una sola pieza, el único refugio en medio de esta tormenta de dolor y humillación, pero no era suficiente. Nada en este lugar lo era. Todo aquí me recordaba a él. A su risa cuando éramos niños, sus promesas susurradas y su voz diciendo que algún día yo sería su reina; Mentiras. Todas y cada una de ellas fueron mentiras. —Papá, llévame lejos. No quiero estar más tiempo aquí. No quiero respirar el mismo aire que él. —Él se apartó apenas lo suficiente para mirarme a los ojos. En su mirada había decepción, pero también algo más, dolor. Al fin y al cabo, Tiam siempre fue muy apegado emocionalmente a mis padres. Por lo que el dolor es aún mayor que cualquier cosa. —Nos iremos, hija. Ahora mismo, desde el momento que tu madre me dijo que no podía localizarte supuse que vendrías aquí. —Sentí que el aire regresaba a mis pulmones, aunque mi pecho seguía doliendo. Lo único que quería era escapar. Borrar cada rastro de él de mi vida. —Definitivamente, Ari es hija tuya y de Clara. —bromeó el tío Alan, intentando aliviar la tensión en el ambiente. Fruncí el ceño, aún con los ojos doloridos por el llanto. —¿Qué significa eso? —Mi padre y Alan intercambiaron una mirada cargada de complicidad antes de que mi padre soltara un suspiro. —Te lo explicaré en el camino, princesa. —Sabía que no tenía fuerzas para cuestionar nada en ese momento, así que solo asentí. Quería salir de aquí cuanto antes. Nos despedimos de mi tío Alan, y salimos justo en el momento en que otro auto llegaba a la casa. El auto avanzaba velozmente por la carretera, alejándonos de ese lugar que se había convertido en una jaula de recuerdos rotos. Las luces de la ciudad se desdibujan a medida que nos acercábamos al aeropuerto privado. Mi corazón latía con fuerza. No por emoción, mucho menos por miedo. Sino por la decisión irrevocable que acababa de tomar. Me iría y no volvería jamás. Al llegar, el jet de la familia nos esperaba con la escalerilla desplegada. Subí sin mirar atrás, sintiendo que con cada paso dejaba un pedazo de mis sueños en el asfalto. Una vez dentro, me acomodé en uno de los asientos de cuero blanco, con la mirada fija en la ventanilla. Afuera, la oscuridad de la noche cubría el horizonte, y con el rugir de los motores, me di cuenta de que mi vida desde este punto sería muy diferente. Después de unos minutos, el avión comenzó a moverse, y a medida que ganaba velocidad en la pista, sentí una punzada de ansiedad. Cuando la aeronave finalmente despegó, cerré los ojos y dejé que una última lágrima rodara por mi mejilla. Y entonces, me dije que, nunca más lloraría por otro hombre. Porque si algo aprendí esta noche, es que no hay mayor traición que la de un amor no correspondido. Y yo, Ariana Galeano. No estaba hecha para vivir con el corazón roto. El viaje de regreso fue silencioso. Hasta que me gire a ver a mi padre. —¿A qué se refería el tío Alan? —pregunté, intentando divagar mi mente un poco de mis emociones. —Cuando tu madre y yo éramos jóvenes, cometimos el error de huir de nuestros problemas en lugar de enfrentarlos. Tu madre se fue para los Estados Unidos sin decir adiós. Y yo iba a irme el día de nuestra boda. —Mi boca se abrió y cerró al escucharlos. No conocía de problemas entre ellos, pero era bueno saber que su relación al principio no fue perfecta. —Posiblemente más adelante me cuenten más a detalle lo que sucedió. —dije y él asintió. La verdad era que no quería saber más, no si eso incluía que me decepcionara de alguno de mis padres, así que preferí el silencio. No supe en qué momento me quedé dormida tan profundamente qué, para cuando abrí los ojos, el auto ya estaba por llegar a nuestra casa. La vi antes de bajarme, con sus luces cálidas iluminando la fría noche. Apenas puse un pie en el interior, unos brazos cálidos me envolvieron con fuerza. El aroma a jazmín y vainilla me llenó los sentidos, y supe que estaba en casa. —Mi niña —la voz de mamá se quebró mientras me apretaba más fuerte—. Lo siento tanto, mi amor. —Ese simple gesto rompió la última barrera de contención que me quedaba. Me aferré a ella como cuando era una pequeña niña, cuando el mundo me quedaba demasiado grande y solo su abrazo podía tranquilizarme. —Por eso no quería que fueras —susurró entre sollozos—. No quería que salieras lastimada. —Me separé ligeramente de sus brazos y la miré a los ojos. —¿Tú ya lo sabías? —pregunté con la voz ahogada por el llanto. Ella negó y secó mis lágrimas con sus manos temblorosas. —No, pero tenía un mal presentimiento. Tiam no me contesta las llamadas desde hace semanas, y cuando alguien se aleja así, normalmente es porque oculta algo. Un nudo de rabia y tristeza se formó en mi garganta. ¿Cómo fue capaz de hacerme esto? ¿Después de todo? Respiré hondo, secándome las lágrimas con el dorso de la mano y alejando esos pensamientos de mi cabeza. —No quiero volver a escuchar su nombre en esta casa. No quiero que nadie lo mencione frente a mí, jamás. —ella asintió con tristeza, pero no insistió más. Sabía que no era el momento de hablar de él. Me aparté, me despedí de mis padres y subí a mi habitación. Una vez dentro, cerré la puerta tras de mí y recorrí la habitación con la mirada. La verdad era que, él estaba en todas partes. En los retratos enmarcados sobre mi escritorio, las fotografías pegadas en mi pared y los recuerdos que llenaban cada rincón de este espacio que alguna vez fue mi refugio de ilusiones. Caminé con decisión hasta la pared y arranqué la primera foto, luego otra y otra más. Cada imagen que destruía era una herida. Cada pedazo de papel roto era un recuerdo que se iba con él. Las lágrimas corrían por mi rostro, pero esta vez no intenté detenerlas. Me acerqué a mi mesa de noche y tomé el último marco que quedaba. Una foto de nosotros dos cuando me entregó el anillo en mi cumpleaños número quince. Él sonreía, yo lo miraba con adoración. —No eres más que un maldit0 mentiroso —susurré antes de soltar el marco con fuerza. El vidrio estalló en pedazos contra el suelo. Respiré hondo, sintiendo una extraña sensación de liberación. Tal vez estaba actuando por impulso, por el dolor de la decepción. No obstante, ese dolor sería mi combustible. Antes, mi meta en la vida era convertirme en la reina de una nación. Sin embargo, desde ese momento era convertirme en la reina de mi propia vida, de mis logros, mis sueños y principalmente mi futuro. Me miré en el espejo con los ojos hinchados, mi maquillaje era todo un desastre y aunque no lo pudiera ver, mi mirada reflejaba como mi corazón estaba hecho trizas, pero con una determinación que jamás había sentido antes. Sabía que sanar de ese dolor me tomaría tiempo. Un día, todo eso no sería más que un recuerdo. Y yo sería más fuerte que nunca. Mi mirada fue hasta la carta que había recibido desde hace unos días. La abrí, la leí una y otra vez, pero ahora ya no tenía excusa o motivo alguno para negar esta invitación. La Universidad Europea de Madrid me esperaba. Junto con ella, aprender mucho más sobre mi único y verdadero amor. La Ingeniería Aeroespacial en Aeronaves. ---- Mis hermosuras, muchas gracias a ORII, EBS79, MAGGITA_P, MA FERNANDA ESPINOZA, MARY GARCIA Por sus votos lunares. Nos leemos la proxima semana, corazones. ---- Copyright © 2024 Valery Archaga / Valarch Publishing LLC Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2502160128123
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