Capítulo 1.

2251 Palabras
“Mejor me doy prisa, Nathan debe estarme esperando —se dijo mientras corría tratando de apresurarse para llegar hasta el lugar donde su novio la había citado aparentemente para decirle algo sumamente importante. Las calles se pintaban de un hermoso color a pesar de ser de noche, Madrid es una preciosa ciudad llena de personas alegres y vistas hermosas a lo largo de toda la localidad. El día pintaba bien desde temprano por la mañana cuando despertó con un ánimo casi insuperable. Después de haberse alistado rápidamente desde casa Samantha creía que su día no podía mejorar más. Tiene un novio atento con el que ha estado por dos años, una relación estable, llena de sinceridad y cariño profundo. Su pareja le esperaba en un parque cercano a su casa, lugar donde suelen verse muy a menudo. Al llegar al sitio se le hacía extraño no verle cerca por los alrededores, volteaba la mirada, pero no conseguía verlo entre las demás personas. —Pero ¿En dónde está? —se preguntó a sí misma mirando a los entornos tratando de encontrarlo. Siguió caminando y lo vio sentado en unas banquetas, se encaminó a donde estaba para saludarlo y así saber qué era lo que tenía que decirle, puesto que en la llamada que previamente le había hecho se notaba que era de gran importancia”. —¡Hola! —le dice con una gran sonrisa en su rostro mientras le daba un beso. Se sentó al lado de él y se disculpó por la tardanza. —No te preocupes lo importante es que estás aquí —dijo Nathan mientras extrañamente observaba el suelo y no a Samantha. Pensativo, nervioso y algo asustado. —¿Qué te pasa? —le preguntó ella mientras agarraba su mano, pero él lentamente la alejó de la de Samantha. —Oye estás muy extraño, ¿Es por lo que tienes que decirme? —le pregunta intentando que la mirara a los ojos y le contestase. Pero él solo giró su cabeza hacia el otro lado. —Sí, es por eso —le contesta con una voz cansada. —la verdad no sé cómo explicarlo —apretaba su pantalón debido a los nervios. Miró a Samantha, y esta vez estaba decidido a decirle las cosas de frente. —Lo siento… lo nuestro ya no puede ser. —Pero ¿De qué hablas? —dijo ella con una pequeña risilla pensando que lo que decía solo era broma. Pero esa risilla desapareció al verlo a la cara y ver la seriedad con la que se lo decía. —No... no lo creo, ¿No hablas enserio verdad? —Lo siento lo que pasa es que… —Lo que pasa es que cambiaste de opinión —habla ella antes de que Nathan pueda terminar de explicarse, con una voz que dejaba escuchar impotencia y rabia más que tristeza. Pero sus ojos no engañarían a nadie que la viese fijamente. —¿No soy suficiente verdad? Te enamoraste de otra y ahora me dejas, yo te di todo de mí y ahora sales con esto —miraba hacia el otro lado tratando de no cruzarse con su mirada mientras se repetía una y otra vez "¿Por qué lo hiciste Nathan?". —Lo... lo lamento, pero ya no podemos estar juntos —Nathan se levanta y empieza a caminar alejándose de Samantha sin decir más nada. Dejándola sola, indefensa, confundida y con el corazón en las manos. —Y ahora se va —se dijo en voz baja. —¡¿Esto es todo?! —le gritó llamando su atención. Él se detuvo y la miró. —¿Te vas a ir sin más nada que decir?, Me abandonas, simplemente me estás dejando —hizo una pausa para intentar no llorar. —¡Eres un idiota y yo que te amaba! —exclamó con furia, luego salió de ese parque con lágrimas en sus ojos, se sentía tan confundida no sabía qué hacer, él simplemente la había dejado y no le dio una explicación siquiera. Llegó a una calle unas cinco cuadras lejos del parque y se sentó en una de las bancas públicas, solo lloraba más y más mientras recordaba algunas cosas. Su hermana le estaba llamando, pero Samantha no quería hablar con nadie. Cuando se levantó giró su cabeza a la izquierda y notó que al otro lado de la calle había un club llamado SClubx. Se repitió a sí misma que esa noche cambiaría y ya no sería la niñita de antes que se deja engañar. Limpió las lágrimas de su rostro y fue al club, ya no quería volver a ese estado de tristeza. Siente que a pesar de esforzarse demasiado las cosas nunca le salen del todo bien, lo único que creía como un gran logro era haberse enamorado y haber tenido la oportunidad de ser novia del chico de quien estaba completamente flechada. Era lo único que la mantenía de pie en este mundo. Luego de entrar al club tomó asiento e inmediatamente se dio cuenta de que la mayoría eran hombres, algunos le miraban extraño como si nunca hubiesen visto a una chica y otros como si quisieran violarla, enseguida supo de que no era un club como los demás, en éste se venía solo a tener sexo según parecía, pero no sintió la necesidad de moverse ni dos centímetros de su ubicación. Pidió un trago, el mesero le observaba de manera extraña pero amablemente le concedió el pedido. Unos minutos después entra al club un chico de cabello oscuro, ojos claros, buen cuerpo y la verdad era todo un galán a los ojos de cualquiera. Samantha le ojeaba de vez en cuando intentando no hacer tan evidente su mirada. Sin saberlo, el chico era quien realmente tenía la vista puesta en ella y sonreía de manera egocéntrica desde la mesa del fondo donde se encontraba sentado tomando una cerveza. “Vaya —pensaba el sujeto cuando veía la timidez de Samantha de estar en medio de toda esa atmosfera algo incomoda. —esa chica que esta allá en la mesa es muy linda —bebe un trago de cerveza. —me voy a acercar, quizá pueda pasar algo bueno ésta noche”. El chico camina hasta donde se encuentra Samantha, la mira por unos segundos mientras ella intenta hacerse la desentendida. Bien sabía que la razón de que él estuviese ahí parado era por las constantes miradas que le daba de vez en cuando. —Me parece extraño que alguien como tú se encuentre en un lugar tan pintoresco —le dice para abrir la conversación. Se sumerge la vista de inmediato en el cabello castaño ondulado de Samantha, y esa piel blanca de aspecto suave. —Bueno… nada, solo vine a tomar algo —dice un poco nerviosa ya que él era un desconocido y además estaba en un club donde la mayoría son hombres. Jugó un poco con su pelo, pero nada que los nervios se iban. —Se nota bastante que es la primera vez que vienes —se ríe. —mucho gusto yo soy Mike —estiró su mano para saludarla mientras reía, ella hizo lo mismo y se presentó formalmente. “Es tan bello ahora que lo veo de cerca —pensó luego de decidir verle fijamente mientras le tendía su mano”. —Su mirada es tan penetrante y su cuerpo es muy lindo y… —Muchas gracias —se ríe nuevamente. —No me gusta presumir lo guapo que soy, pero el hecho de que me lo recuerdes es muy amable de tu parte. —Lo... lo siento, creo que pensé en voz alta —dijo muy avergonzada mirando al otro lado por la vergüenza que sentía. —Por qué no me dejas probar esos labios —dijo el chico mientras volteaba la mirada de Samantha tomándola del mentón para que lo viese fijamente a los ojos. Acercó sus labios a los de ella y le dio una pequeña mordida, luego empezó a besarla mientras introducía su lengua suavemente en la boca de Samantha y jugueteaba amistosamente. —Lo siento ya no aguanto —dijo Mike. Cargó a Samantha sin dejarla de besar y la llevó a un cuarto donde los besos siguieron desde la puerta de entrada hasta a cama. —Oye, yo... yo nunca he hecho el amor con un desconocido, no creo que sea correcto —intenta despegarse de él, pero el chico no la dejaría libre tan fácilmente. La cogió de manera gentil con su mano indicándole que se quedara un poco más. —Tranquila yo haré que sea especial, lo prometo, será la mejor noche de tu vida —dijo con una risa linda y a la vez provocativa. Le empezó a quitar la ropa hasta que quedó totalmente desnuda. Se sentía tímida, pero reaccionaba a los cálidos besos del chico que apasionadamente recorría el cuerpo de Samantha con sus labios. Al desvestirse completamente, ella pudo apreciar la firmeza del cuerpo del hombre con quien tendría sexo. Era fascinante, se mordía los labios de manera automática como si tuviese delante un manjar de Dioses. Luego de ponerse un condón, el chico se dispuso a introducirse de manera suave en Samantha ocasionando en ella algunos gemidos leves que se hacían escuchar tentadores. —Si te duele puedo parar, tú solo dime y yo lo haré —le dice al oído, pero ella disfrutaba de cada arremetida que Mike le ofrecía. —No, no —dijo entre gimoteos. —no pares por favor sigue, se siente tan bien —le decía ella aferrada a la espalda del chico, apretaba fuertemente su dorso y esos besos en el cuello le erizaban desde los pies a la cabeza. Fueron los minutos mejor gastados de su vida, creía que era un momento para disfrutar por siempre. Veía en los ojos del muchacho algo especial que le hacía sentir segura, más segura que los brazos de Nathan que se había alejado y cada vez se distanciaba más de ella. Terminó quedándose dormida, desnuda entre unas sábanas color rojo, durmiendo plácidamente luego de haber llenado su cuerpo de placer. “Se quedó dormida, pero parece que lo disfrutó —se decía el chico que estaba a medio vestir, intentando ponerse los vaqueros. —eso espero porque no volverá a verme nunca más. No soy de esos de los que se acuestan con la misma chica dos veces, esto es solo por una noche”. Al terminar de colocarse la ropa, sentía que algo le impedía irse de aquella habitación, algo en ella le atraía y al volverse a la cama viéndola de cerca parecía solo una chica normal y sensible. Una sensación de amargura terminó por recorrer toda su cabeza, dejándole en una difícil decisión que jamás había tomado en su vida, abandonar a una chica. No hubo más opción, no hubo despedida alguna, solo una noche más de pasión agregada a la lista negra del joven seductor que había conseguido su objetivo una vez más. “Parece que no fue un sueño —se encontraba ya despierta aun observando el techo de la habitación. —en realidad esto pasó —se dijo mientras miraba a su alrededor para ver si el chico estaba, pero parecía haberse ido y no dejó nada, una nota o algo. Cogió sus ropas para vestirse y marcharse antes de que alguna otra cosa extraña sucediera. Se apresuró en ir a casa ya que su hermana parecía estar preocupada, tenía unas veinte llamadas o más registradas en el móvil y ya era tarde por la mañana. Al llegar su hermana preocupada fue a recibirla en la puerta, no era común que Samantha se perdiera durante tantas horas sin decirlo con anticipación. —¡¿Qué demonios?! —le exclama. —No te veo desde ayer por la noche y son las ocho de la mañana —le dice su hermana. —Perdón, es una larga historia que te contaré más adelante —responde ella sin ánimos, con un estómago vacío lleno de hambre y una cara de cansancio extremo. —Más te vale —le señala con cara de seriedad. —al menos llegas a tiempo —esta vez su expresión de preocupación por Samantha era de felicidad. —¿Para? —le pregunta ella, pero antes de que pudiese reaccionar correctamente observa por encima del hombro de su hermana que un apuesto chico viene desde la sala de estar hasta acercarse a la puerta. —Para presentarte a mi novio —le contesta a Samantha y se coge del brazo al chico apegándose a él. —Tú —dice Samantha perpleja al ver el rostro del hombre. —Mucho gusto —le sonríe como si nada. —Soy Aaron, es un placer conocerte por fin. “No puede ser —se decía mentalmente. —él es el chico del club de anoche, estoy segura. El chico con el que me acosté es el novio de mi hermana”. Samantha está al tanto de que su hermana es una persona amable, cariñosa y de sentimientos nobles. Jamás se merecería una traición como esa, y aunque haya sido un error le dolería tanto en el alma. Ahora recaía en ella un peso enorme, una carga que debía sostener a toda costa, y un secreto doloroso que debería de guardarse por su propio bien y el de una de las personas que más ama en este mundo. Debía reprimirse totalmente o dejar salir afuera la verdad, de una u otra forma podría dañar esos hermosos sentimientos de su hermana, pero verla con un chico que parecía ser solo un casanova también le era difícil. Había que mantenerse al margen, y tenerle mucho cuidado a esa sonrisa perfecta y de doble sentido que Aaron emanaba de sus labios. Sería una mancha que recordaría por el resto de sus días de ahora en adelante, no habría escapatoria de ese destino incierto que le esperaría al final del camino. Y sus miedos más profundos saldrían a la luz después de muchos años de haber estado encerrados en un baúl.
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