Devora Luego de la muerte de Grey solo fui en descenso. No había minuto en el día en que no sintiera el deseo de llorar. Estaba tan acostumbrada a su presencia a veces silenciosa y otras ruidosa, al olor de su pelaje luego de ser bañado y cuando se embarraba nuevamente, a su mirada sobre mí a cada minuto del día y, más que todo, estaba acostumbrada a mi mirada sobre él. Me odiaba por eso, porque por un segundo en que lo perdí de vista, murió. No podía dejar de mirar mis manos y recordarlo muerto luego de toda la vida que me regaló con su existencia. No dejaba de recordar el cosquilleo que causaba acariciar su pelaje ni la forma graciosa en que dormía de espalda y con un colmillo a la vista. Desde pequeño fue así, como otra parte de mí. Pero mientras intentaba distraerme del dolor que

