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Devora & Katherine [ Parte III ]

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Descripción

Con Katherine lejos, Devora enfrenta el juicio por la custodia de Cody y además se prepara para el otro hijo que espera tener. Maneja el proceso muy en secreto y a espaldas de Katherine mientras esta se encuentra en Vancouver para conocer a su padre y, más aún, para conocerse a ella misma.

El viaje de Katherine la lleva a conocer a un pedacito de familia que no esperaba y también a una versión de ella que no parece agradarle tanto. Su viaje termina en un absoluto desastre emocional que provoca el primer secreto que le ocultará a Devora, un secreto que quedará al descubierto cuando se vea siendo perseguida por él, o mejor dicho, por ella.

El cambio de roles ha llegado para quedarse. Devora está lista para sentar cabeza y Katherine comienza a encantarse con toda la vida más allá de Chicago. La esperada madurez y la soñadora juventud van a chocar, las diferencias y los nuevos secretos pondrán a prueba el futuro de ambas y una última vez se podrá disfrutar de la historia de amor de Devora & Katherine.

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Katherine  Mi madre me advirtió sobre cuánto lamentaría llevar solo una maleta a Vancouver, pero en ese momento pareció que sería un viaje corto. Empaqué mi cámara, un poco de ropa y el cargador de mi teléfono, pero a medida que la estancia dejaba de ser de días y se convertía en semanas, entendí su punto. Durante mi tiempo en el hotel fui una turista más. Conocí los alrededores y tomé muchas fotos de todo, incluso me gustaron sus basureros para reciclar. Mientras la memoria de la cámara se llenaba más identificada me sentía porque los recuerdos en la mía también eran muchos y me hacían sentir culpable sobre cómo los dejé y lo mucho que estaba tardando en volver para crear más. Cuando llegó la segunda semana moría por regresar. Quería tanto ver a Devora, estar en su recuperación, saber los detalles del juicio y dejar de sentir que estaba viendo desde afuera. Su voz me hacía extrañar más mi vida y cómo se sentía compartirla con ella. Pero por eso estaba ahí, por mi vida. El número de mi padre biológico estaba guardado en mi teléfono y no dejaba de pensar en que ya era momento de hacer lo que debía hacer en Canadá. Estaba ahí para conocerlo, no para fotografiar cuan ecológicos eran los canadienses así que una tarde renté un auto. Tener el papeleo hecho y las llaves me obligaría a utilizarlo. Manejé hasta donde el GPS me decía, un lugar muy reservado de la costa Oeste. Se llamaba Ocala y todas sus casas eran enormes y con mucha seguridad, detalle que noté apenas llegué a la casa de Ronan y tuve que esperar que abrieran una reja mientras le entregaba mis datos al portero. Solo alcancé a decir mi nombre para que me sonrieran y me dejaran pasar. Avancé por la arboleda más larga de la historia y después me bajé en la entrada de una casa blanca. El lugar era tan tranquilo como el resto de la ciudad, pero antes de tocar el timbre sentí el ruido de conversaciones viniendo desde el patio trasero. Al parecer, había una fiesta. Fue como un detonante. De repente me sentí vacía, sin nada qué decir cuando lo viera de frente y, nuevamente en una entrada, sentí que no estaba lista para dar ese paso. Iba a correr de regreso al auto cuando la puerta se abrió. Una niña de unos catorce años se asomó y me miró con sus enormes ojos azules, luego miró a mis espaldas y habló. — ¿Eres Katherine? —asentí sin poder salir de mi estado de shock y ella solo abrió más la puerta—. Genial, soy Rachel. Te han estado esperando. Dejó la puerta completamente abierta y no pude seguirla. No después de darme cuenta de que era mi hermana. — ¿La invitaste a pasar? —una voz masculina se acercaba y di un paso atrás, probablemente intentando escapar, pero solo conseguí chocar con un enorme florero de la entrada. Asustada me giré para alcanzarlo, pero cayó haciéndose mil pedazos—. ¿Katherine? Lentamente, y con mucha vergüenza, me volteé a mirar a un hombre alto, bronceado y de brillantes ojos verdes. Suspiré aliviada porque, según la descripción, ese no era mi padre. —Siento mucho lo del florero. Lo pagaré. El hombre sonrió y ni siquiera dijo algo más antes de abrazarme con fuerza y convertirme en la persona más incómoda sobre la faz de la tierra. De milagro, se dio cuenta. —Lo siento, es solo que...—se apartó unos centímetros para verme y sonrió—. Eres idéntica a él. Por favor, pasa ¿Quieres algo para beber? Estábamos muy nerviosos respecto a tu llegada, pero han pasado varias semanas y pensamos que ya no vendrías. Tu padre estará muy emocionado. Nos miramos en silencio por unos segundos bastantes incómodos. —¿Tú quién eres? — ¡Oh, Dios! ¡Que idiota! —me sonrió una vez más y apuntó las fotos de la pared—. Soy Gary, el esposo de Ronan—asentí y miré las fotos mientras él seguía hablando sin parar—. Cuando tus amigas lo contactaron no podíamos creerlo. Jamás ha dejado de hablar sobre sus hijos... —Qué extraño considerando que no ha estado presente jamás—le sonreí a la fotografía de su boda y miré muy de cerca a mi padre. En unas cuantas décadas, Keith sería igual—. ¿No está ahora? —No, está en el trabajo, pero lo llamaré para que venga ¡Rachel! —me volteé rápidamente a verla levantando las cejas desde las escaleras—. Llama a tu padre, dile que Katherine está aquí. La niña subió con pereza y me dejó con la boca abierta sin poder decir nada. Seguía muy impactada por todo, pero lo estaba llevando bien, al menos aún no gritaba. —Es nuestra, biológicamente—en ese momento comencé a pensar que mi boca jamás volvería a cerrarse—. Oh, cariño. Tienes tanto por saber. Trata de no ser muy ruda con él. —Bueno, eso es problema mío ¿No? —asintió incómodamente y casi me maldije por ser más ruda de lo que en verdad era—. Lo siento, solo son los nervios. Todo lo que tenga que ver con Ronan prefiero hablarlo con él. —Lo entiendo, lamento hablar tanto. Es un feo defecto—sonrío y miró a sus espaldas un segundo antes de volver a hablar en exceso—. Ven, llegaste justo a tiempo. Ni siquiera caminé hacia su patio trasero, él prácticamente me arrastró a lo que parecía ser una fiesta de medio día para todo el Vancouver queer. Las parejas repletaban el lugar y se volvía maravilloso a medida que observaba la decoración del jardín. El pasto era más verde en ese lado del continente, hasta sentía que podía respirar mejor. Las flores blancas de papel colgaban en todo el lugar contrastando maravillosamente con los arreglos florales en las mesas. Linternas de papel rodeaban la piscina y todos se agrupaban para encenderlas. La mano de Gary seguía en mi espalda mientras hablaba sobre alguna obvia junta de la comunidad que hacían una vez al mes y, mágicamente, yo aparecí en esa vez al mes. Al parecer, lo gay me llamaba, pero lo que más me hizo sonreír fueron las cosas que todos decían respecto a Ronan y lo mucho que me parecía a él. Hasta en lo gay. Pero como en cada fiesta en mi vida, no tardé mucho en apartarme de la multitud y sentarme a observar a la distancia. Mi padre biológico no resultó ser cualquier sujeto y esas juntas no solo eran reuniones bien decoradas: ellos eran un movimiento que buscaba crear conciencia sobre la igualdad en esa parte de Canadá y sobre cuán injusta era la justicia cuando se trataba de los miembros de la comunidad l***q+. Siempre supe que en mi país había muchos crímenes de violencia ante las minorías, pero jamás viví nada así. En esa fiesta estaban recordando a una persona que fue asesinada, alguien a quien golpearon hasta la muerte solo porque era diferente y se había cansado de vivir en un cuerpo que no era suyo. Las luces que encendían dentro de lámparas de papel eran para ella. Escuché que Ronan luchaba por los derechos de esas personas que eran como él y como yo y, por más que intenté guardar algo de rencor por jamás haberlo visto, no pude. Era un buen hombre y el rencor que pude tener lo cambié por esperanza: finalmente me sentiría totalmente aceptada ante los ojos de alguien de mi sangre, de mi propio padre. —Hola—salí de mi estado pensativo y miré a mi lado a Rachel. Se había acomodado en una silla y masticaba su chicle con entusiasmo—. Es tremendo ¿Sabes? Amo a mis padres como no tienes idea, pero jamás he podido pisar una maldita escuela sin ser víctima de abuso. Tú no tuviste que vivir eso. Fue bueno que crecieras lejos de papá y su kilométrica sombra. —Lamento mucho lo que pasaste, pero ningún lugar es seguro en este mundo cuando eres alguien diferente o cuando es diferente alguien cercano a ti. Probablemente lo único seguro que tenemos es el refugio de una familia y debemos cuidarnos entre sí. —Créeme que no—escupió su goma y miró con desprecio todo el lugar—. No soy como ellos, como nadie aquí, pero debo recibir el odio como si lo fuera. Demonios, solo quiero tener dieciocho y largarme. —Esa boca—Gary apareció por mi visión periférica y me estiró un cupcake mientras Rachel ponía los ojos en blanco—. Rachel siempre cuenta lo mal que lo pasó en la escuela, pero jamás cuenta que ella jamás quiso estar ahí. Que incluso, el primer día de clases... —Hice explotar un casillero, si Gary. Se lo has contado a todo el mundo y ahora a la única persona que podía entenderme. Gracias. Rachel se levantó y entró a la casa. Me quedé mirando con la esperanza de que volviera a salir, pero no lo hizo, solo la mano de Gary se detuvo en mi hombro. —La pubertad está causando estragos en ella, pero generalmente es una buena niña. Con muchos dotes químicos, pero buena niña—sonreí y di un salto cuando escuché una botella de champagne abrirse—. Esta gente es como nuestra familia. Los conocemos desde siempre y estuvieron cuando nuestras propias familias no. Asentí y miré la felicidad en sus rostros y curiosamente me sentí como me sentía en el bar, con las amigas de Devora y con mis propias amigas y amigos. —Son la familia que los eligió—él asintió y me sonrió. Inmediatamente hice lo mismo porque ya me sentía un poco más cómoda—. Lo entiendo muy bien. —¿Sí? —una voz masculina a mis espaldas me hizo voltear con algo de miedo al ver la emoción en el rostro de Gary, pero el miedo se extinguió cuando vi al hombre de las fotos—. Hola, soy Ronan. Me quedé mirándolo muchos segundos, sin saber muy bien que decir. Me di cuenta de que mi problema no era la falta de palabras sino el exceso de ellas. No sabía cuál usar primero así que agradecí que Gary nos dejara para al menos decir algunas. —Hola, lamento haber tardado tanto en venir—me levanté de la silla y me paré frente a él. A esa distancia era más innegable que compartíamos genes—. Soy Katherine. Le estiré la mano y la recibió sin titubear ni dejar de sonreír. Se veía tan agradable, pero aún no sentía el maldito sentimiento. En mi mente pensé que mis genes me harían abrazarlo, pero solo era yo conociendo a un extraño. —No puedo creerlo—hizo un gesto como para abrazarme, pero me puse rígida y mis pies se clavaron al suelo. Pareció notarlo de inmediato—. ¿Tu madre sabe que estás aquí? —Claro. — ¿Y no tiene un problema al respecto? —No, bueno...no dijo nada—miró el suelo y yo me despegué un poco—. ¿Tendría que haber un problema? —Bueno, para empezar, puso una orden de restricción hasta que todos nuestros hijos cumplieran la mayoría de edad—abrí la boca a punto de negarlo, pero ¿Cómo? No tenía idea sobre las medidas legales que puso mi madre respecto a la custodia de sus hijos—. Oh...no lo sabias. Karen me odiará aún más ahora. Asentí y miré mis pies. Estaba tan cansada de molestarme por los constantes secretos que descubría: por mamá, por Devora y por Teresa. Mis enojos surgían de una base muy egocéntrica y poco empática. Me molestaba saber de las decisiones que habían tomado y en especial me había dolido que no me contaran sobre ellas de inmediato, pero ahora podía entender sus puntos. Era muy complicado tomar decisiones en momentos de presión y más difícil era hablar sobre ellas cuando sabes que te has equivocado. —Yo...—el minuto de silencio estaba pareciendo una hora cuando lo miré a los ojos y me sonrió—...solo quiero conocerte. —Estamos en la misma página. Esa tarde acabó, pero Ronan y yo charlamos hasta la medianoche y los malvaviscos se estaban acabando al igual que las fogatas. Escuché la historia de su seudo romance con mamá, sobre cómo pensó amarla y se obligó a hacerlo para seguir el camino correcto. También me contó un poco sobre Kevin y Keith de bebés ya que pudo estar junto a ellos durante los seis años de Kevin y los cinco de Keith. Mamá descubrió su infidelidad cuando yo estaba en su panza y de inmediato lo echó de la casa, lo obligó a mantener la distancia e incluso puso a toda la ley en su contra. Ella estaba molesta y la entendía, pero fue cruel. Cometió la peor venganza al exponer a Ronan al ojo público y al esparcir el rumor dentro de una comunidad religiosa. Lo lastimó tanto y no tuvo suficiente con quitarle a sus hijos, también lo convirtió en un enemigo público y se vio obligado a escapar a un lugar donde nadie lo conociera. Pero eso no fue el fin. Ronan dejo la depresión de lado cuando comenzó a conocer gente con diferentes problemas a los suyos y otros tan similares que le ganaron el corazón, lo suficiente como para ser activista de la comunidad LGBT de Vancouver. Él había encontrado la cura para el dolor y resultó ser muy simple: preocuparse del dolor de los demás. Al paso de los años entendió que todo lo que pasó fue lo que lo hizo ser quien era ahora. Sostuvo mi mano cuando dijo que jamás dejaría de lamentar haberse perdido el crecimiento de sus hijos, pero entendió que durante la espera podía hacer algo por otras personas. Lo perdoné fácilmente. Cuando Kevin y Keith cumplieron la mayoría de edad él los contactó, pero ninguno quiso conocerlo. Mis hermanos eran muy parecidos a mamá: fríos cuando se trataba de perdonar. Mis genes probablemente no me hicieron saltar sobre él y llamarlo "papito", pero si tuve un sentimiento agradable al darme cuenta de que tal vez por eso no encajaba tan bien en mi familia. Quizás yo me parecía demasiado a él. Pero cuando llegó el turno de hablar sobre mí, todo se arruinó. —Yo...estudio fotografía—asintió y me miró esperando más lo que me hizo ponerme aún más nerviosa—. He tomado muchas fotos de Vancouver. —Espero poder verlas. Hay muchos lugares hermosos para conocer. Te llevaré a los que falten ser fotografiados—asentí sonriendo, pero realmente quería golpearme a mí misma por no saber qué decir—. ¿Tienes novio? —No, yo...—lo miré a los ojos y sonreí al ver cuán atento estaba. Luego pensé en cambiar de tema, pero demonios, él entendería: tenía que entender—. Tengo novia. Casi se ahogó con su malvavisco y me miró aún más sorprendido que cuando me vio por primera vez. — ¿En serio? —asentí esperando que tragara y suspiré cuando noté que no había muerto—. ¿Tu madre lo sabe? —Sí, es una larga historia. —Supongo que lo tomó mal ¿No? —Al principio lo aceptó y luego volvió a odiarlo, ella...es complicada. —Lo imagino, pero es algo así como una fase ¿No? —estaba casi lista para responder y soltó una risa algo nerviosa cuando nos miramos—. No me mires así. Sabes que a tu edad suele suceder. —A mí no me define mi edad. Sé lo que soy—sonrió negando con la cabeza y por algún motivo eso me molestó muchísimo—. No vine para ser cuestionada por un hombre que embarazó a una mujer tres veces mientras la engañaba con su vecino. Los gritos de la gente celebrando junto a la piscina fue lo único que escuché mientras él me miraba. — ¿Por qué querías conocerme exactamente? —solté una risa y me levanté preparada para largarme de ese lugar, pero se levantó igual de rápido—. Solo te dije algo que es muy común, pero... — ¡No me interesa! Me acabas de conocer y estás insinuando que estoy en una fase ¡No tienes la menor idea! —Claro que la tengo—sujetó mi muñeca y lo miré a los ojos—. Claro que sí. Solo quiero ayudarte. —Por eso vine aquí. Pensé que nadie en mi familia me había apoyado completamente, nadie de mi sangre y resultó que mi padre biológico es gay y me está diciendo que probablemente estoy en una fase—cuando no dijo nada me zafé de su agarre y lo miré una última vez—. Al parecer la sangre no une a nadie, solo nos condena. Prácticamente salí corriendo del lugar con dirección clara al auto. ¿Qué diablos pensaba? ¿Qué nos abrazaríamos y predicaríamos el evangelio de los gays? Fui una estúpida y odiaría volver a casa para mirar a los ojos a mamá dándole la razón. Él no me merecía. — ¡Katherine! —no miré atrás, solo quería ir de regreso a casa así que rápidamente abrí la puerta del auto, pero él la afirmó impidiéndome que la cerrara—. Lo siento. Cuando pienso en mis hijos solo pienso en su felicidad y este camino, esto que somos, no lleva a la felicidad tan fácilmente. Es más doloroso que fácil. Lo sabes ¿No? —Ni siquiera te preocupaste de preguntar si era feliz o no—abrió la boca y negué—. No ha sido fácil y ha sido doloroso muchas veces, pero si me ha llevado a la felicidad. Es lo único que importa. —Eres feliz un momento, Katherine. Luego todo se derrumba, cierran puertas en tu cara, pierdes amigos e incluso familia. —Realmente no quiero tus consejos. No quiero consejos de alguien que lastimó tanto a una mujer y a sus tres hijos, mucho menos si sigue haciéndolo. — ¿Venías para juzgarme por mi pasado? Si eres así, dudo que hayas encontrado la felicidad. — ¿Así como, padre? Noté cuando contuvo su respiración y la soltó luciendo agotado. De seguro no esperaba que la primera vez que lo llamara "padre" fuera de una forma tan irónica. —No es justo que juzgues a otros por su pasado solo porque tú no tienes uno que juzgar. La gente así solo provoca que no confíen en ellas y sabes que, sin confianza, no hay amor. Lo quedé mirando hasta que quitó su mano de la puerta y pude cerrar por completo. Manejé lejos de su ostentoso hogar y pensé todo el camino en lo mucho que odiaba que tuviera la razón y cuan aplicable era su crítica en varios aspectos de mi vida. Al llegar al hotel de inmediato marqué el número de Devora y contestó igual de rápido. Esperó unos segundos para que yo dejara de llorar y finalmente pudiese contarle. —Jamás debí venir aquí.

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