Infiltrados.

2311 Palabras
Más tarde, en el hotel. Karl está sentado frente a su laptop en una videoconferencia, mientras Jon se queja del dolor en su espalda; su cabeza no sufrió mayor consecuencia. "Año 1990, Karl... tengo algo" le dice Roy, investigador secreto, mientras busca en los archivos. "¿Qué tienes?"pregunta Karl. "Hubo una organización, un cartel de la droga que usaba un símbolo, una pequeña estrella" "Interesante... pero, ¿droga?" "Así parece, mi querido amigo, solo que esa estrella era negra con puntas blancas"" "Ingenioso, le cambiaron el color"dice Karl. "Debieron buscar otro símbolo. ¡Qué inteligentes!"salta Jon con sarcasmo. "¿Y qué sucedió con ellos?"pregunta Karl. "Fueron desmantelados. La CIA tenía un espía entre ellos; hubo un enfrentamiento y dos poderosos murieron. El capo está en una prisión de máxima seguridad" "Bien, gracias, Roy" "Diviértanse, hermano" dice Roy antes de culminar la llamada.. Karl sonríe sarcástico. "Ya quisiera verte con las garras de una asquerosa águila clavadas en tu espalda e intentando comerte, imbécil"responde Jon una vez que Karl apaga la laptop. —De modo que tal vez luchamos contra un cartel de la droga —dice Karl, mirando a Jon. —Si ya luchamos con bestias feroces, ¿qué puede importar el narcotráfico? Esquivamos balas, Karl, pero no sé si esquivaremos una manada de perros asesinos hambrientos y desquiciados. —Tenías que hacer mención de perros rabiosos, Jon. Es muy animador de tu parte. —Olvidaba que te ponen nervioso, los perros, Karl. Tu traumita, perdón. Karl enciende la TV ignorando su comentario; las noticias locales se dan a cada hora. Hasta ahora, la situación se mantiene bajo control, solo unos aislados eventos en las zonas no afectadas, nada que preocupe en exceso. Karl revisa las notas sociales de la isla. —¿Trajiste ropa de etiqueta? —le pregunta a Jon momentos después. —No... Pero sí esto —saca de su billetera una tarjeta dorada que le dio Sigmund. Karl lo mira y le muestra una gran sonrisa pícara. —Dijo: "¡solo emergencias!" —imita la voz de Sigmund. —Esto es una emergencia —responde Karl, poniéndose de pie—. Iremos de compras. —¡YES! —grita Jon—. Por fin algo divertido. —Solo a las chicas les divierte ir de compras. Me preocupas, hermano —le dice Karl con malicia. Esa noche en el hotel. —¿Qué haces? —pregunta Jon mientras Karl toma el teléfono. —Pediré un auto. No esperarás que lleguemos así a un evento social, en ese auto destartalado. Karl y Jon van vestidos de etiqueta en un clásico Mazda Miata anticuado que alquilaron para la ocasión. —Pero pudiste alquilar un Ferrari o algo así —protesta Jon. —¿Quién creerá que somos mesoneros si llegamos en un Ferrari? —Tiene lógica... ¿Me vas a decir qué haremos y a dónde iremos? ¿Y por qué mesoneros? —Al hotel Fairmont Banff Springs... Hay un evento político...porque no tenemos invitación del gobernador y solo pude conseguir esto —dice y le arroja a Jon una solapa de mesonero que saca del bolsillo de su traje. —Ya me preguntaba por qué no pude elegir otro color de traje —dice, colocándose la solapa en el traje. ... —Vaya que Roy es eficiente, eh... hace muy bien su tarea —dice Jon mientras estacionan y un hombre se lleva el auto para estacionar. —Ahora recemos para que los guardias se crean esto —dice Jon. —No se fijarán mucho; somos simples mesoneros, nos harán pasar sin siquiera mirarnos. Llegan frente al hotel y entran hasta conseguir el salón de eventos. El glamour sobresale; la elegancia y la pompa no escasean. —¿Acaso no saben de la peste? ¿Qué tal si un horripilante monstruo decide venir a la fiesta? —dice Jon. —Se sienten confiados, Jon. Todo su dinero paga su seguridad. ¿Crees que no pagan millones para que los pobres que están en las barricadas arriesguen su pellejo por el de ellos? —dice Karl, riendo sarcásticamente. Llegan hasta la puerta. Dos hombres fornidos con lentes oscuros miran las solapas de ambos y luego, con una linterna, iluminan sus ojos. —Limpios —dicen, dejándolos entrar. —Te lo dije... millones... —Jon asiente. De inmediato, entran al mundo del lujo y el glamour: Mujeres adornadas con piedras de valor incalculable que brillan en sus delicados cuellos y lóbulos, o que cuelgan pesadamente de sus largos dedos. Hombres afortunados lucen sonrisas deslumbrantes, con dentaduras tan blancas como la leche, algunas incluso cubiertas de oro. La política se despliega ante ellos, pero Karl no puede evitar sospechar que el narcotráfico está detrás de todo. Ambos caminan entre los personajes, sintiéndose estrellas de Hollywood rodeados de tanto brillo. —Gracias, te ayudo con eso —dice Karl, quitándole una bandeja con licores a un mesonero que se disponía a atender a los invitados. —Ey, !busca la tuya! —protesta, pero Karl sigue caminando entre los invitados haciéndole caso omiso. "El nido está repleto de polluelos; busco uno en especial. Avísame cuál es" Karl se comunica con Roy, portando una cámara en un pequeño arete. Roy está al pendiente. Karl camina unos metros más hasta que... "Gira al oeste"oye a Roy. Karl lo hace. "Bien, ese, el que está abrazando a la rubia con un vestido rojo... Vaya... qué bien le luce el rojo... ¿Puedes decirme qué tiene ese anciano barrigón para merecerla?" Dice Roy con jococidad. "Millones de dólares, Roy... Por favor, concéntrate" "Bien, gracias por patear mi ego... los dos tipos con traje blanco a su izquierda y derecha son sus guardaespaldas. Ten cuidado, si llamas su atención, te sacarán de inmediato" "Díselo a Jon" Karl observa a Jon bailando con una mujer mayor y sosteniendo una copa de brandy en su mano. Karl respira hondo. "Mira a su alrededor; cualquiera que esté cerca de él puede ser alguien del cartel. Les gusta sobresalir. Sé observador; si lleva una pequeña estrella, estamos cerca" "Bien"dice Karl y apaga el micrófono. Karl se acerca a un hombre que está sentado justo enfrente del gobernador. Entonces se prepara para el show.. —Oh, Frank, qué gusto. Puedes tomar lo que quieras, y si no te gusta el brandy, voy por lo que desees... Oh, perdón, perdón, soy Michael. ¿Me das un autógrafo? —dice Karl, poniendo la bandeja en la mesa que está entre ellos y estirando la mano para dar un apretón. Todos los miran confundidos. —Creo que te has equivocado, muchacho —dice el hombre y sigue coqueteando con las chicas. —Oh, no, no puede ser, eres idéntico a él, a Frank Meison, sabes, el que actuó en... —Gracias, pero no, no soy ese. —Vaya, te lo pareces... por el inconveniente, puedo ofrecerte un trago, señor... —dice Karl, esperando escuchar el nombre del hombre. —Jack —dice el hombre, un poco satisfecho en su ego de que lo comparen con un actor famoso. —Jack Holson, ya vete, mesonero —le dice una de las chicas, fastidiada por el desvío de atención de su hombre. Karl le extiende de nuevo la mano y, al estrecharla, se percata de que junto a su Rolex tiene una pequeña estrella, diminuta en realidad. Sonríe, se disculpa, toma la bandeja y se marcha. "Jack Holson... investigalo"le dice a Roy cuando enciende el micrófono y luego comienza a buscar a Jon. "Aquí está... este hombre aspira a un puesto gubernamental y es casi la mano derecha del gobernador"dice Roy. —¿Me buscabas? —pregunta Jon, acercándose. —Sí, ¿tienes algo? —Estuve conversando con la madre del gobernador. Creo que le caí bien y tal vez me sirva para sacar buena información que nos lleve a... Antes de atravesar la puerta, dos hombres con miradas intimidantes se ponen en su camino, impidiendo que salgan. Karl y Jon se miran confundidos. —¿A dónde piensan que van? —Terminamos... por eso nos retiramos —dice Jon. Los dos hombres se miran y ríen con malicia. —No lo creo, deben acompañarnos —responde uno de ellos, mostrando un arma.—Paolo, haz que la gente se vaya —ordena a otro hombre que observa a cierta distancia. —¿A dónde nos llevan? —pregunta Karl, sintiendo cómo la tensión crece en el aire. —Alguien quiere hablar con ustedes dos —los hombres conducen a Karl y Jon frente a una puerta y uno de ellos toca. —Pase —se escucha una voz desde dentro. Al entrar, se encuentran con Jack Holson, el gobernador, y la madre de este.—Pueden retirarse —ordena Jack a sus hombres, quienes asienten y se colocan a la distancia. —¿Qué sucede? —pregunta Karl, su voz es tensa. —Ese es el joven que estuvo haciéndome preguntas —la madre del gobernador señala a Jon. Este mira a Karl, sintiéndose atrapado. —¿Quiénes son? ¿Son espías acaso? —interroga el gobernador, su mirada es fría. —No, no señor, somos mesoneros, solo eso —responde Karl, intentando mantener la calma. Jack se levanta y los apunta con el arma, negando con la cabeza. —No... no lo son. ¿Quién los envía? ¿Por qué tú... —dice, acercando la pistola a la cabeza de Jon—. ¿Le preguntabas cosas a doña Emperatriz? —No, solo quería sentirme parte de la fiesta. Uno se cansa de servir tragos y... —¿Me creen estúpido? ¿Qué es lo que saben? No me gustan los espías; es mejor que canten—Karl calcula mentalmente cómo salir de esa situación. Hay un gran ventanal; están en un décimo piso, muy alto para saltar, pero los ventanales tienen balcón. Podrían saltar a otro y, con suerte, salir por otra habitación. Intenta mantener la calma para poder actuar en la primera oportunidad. —Ya le dije, señor, solo fue eso —Jon mira a Karl, intentando darle una señal. Ambos son apuntados por los hombres del gobernador. —Hazlo —ordena el gobernador. Jon y Karl se sienten perdidos; les dispararán. Jack suelta una carcajada repentinamente. —Desearían que los matemos de un disparo, pero no. No, no, no... —repite, mientras el otro hombre les apunta. Jack se acerca a una pared, y al tocar un botón apenas visible, esta gira, revelando el terror. Una jaula, y dentro, tres personas visiblemente infectadas. Al ver a los hombres en la habitación, estos se enloquecen y gritan, golpeando fuertemente los barrotes. Se aferran a ellos y muerden los barrotes con desesperación, como si eso fuera a abrir la jaula. Siguen gritando y golpeando, y Karl y Jon se miran asombrados; no pueden creer lo que ven. Deben actuar ya. Ya captaron cuál es el propósito de estos hombres hacia ellos. Es encerrarlos allí y hacer que los infectados los asesinen con violencia extrema mientras ellos disfrutan la escena. Karl y Jon se intercambian una mirada cómplice. Entonces, Karl toma de inmediato su arma y dispara al candado de la jaula, mientras Jon dispara en la pierna de su captor. El caos y la confusión se desatan al instante. La madre del gobernador grita y corre hacia la puerta, pero ha sido cerrada con llave. Grita intentando abrirla, mientras Jon y Karl corren hacia el ventanal. Jack dispara a los infectados, intentando protegerse. El gobernador corre hacia la puerta, pero se tropieza con el hombre herido, quien grita de dolor en el suelo, cayendo al mismo tiempo. Jack le ha disparado a los infectados, aunque uno ha logrado hacerse de él, haciéndolo girar y disparando al aire. La bestia se aferra a su cabeza, subiendo a su espalda, mordiendo su oreja y arrancándola en el acto. Karl y Jon oyen los gritos a lo lejos, junto con los disparos. El hombre herido en el suelo alcanza con su bala al atacante de Jack, liberándolo de este. Entonces, Jack corre con una mano en su oído y la otra empuñando el arma. Desde el ventanal, dispara, pero los hombres ya se han perdido de su vista. En el auto, Jon mira hacia atrás cada pocos segundos. —¿Seguro que no nos siguen? —pregunta Karl, nervioso. —No, no hay autos siguiéndonos. ¿Viste eso? ¿Viste eso? Esas cosas de verdad me asustaron, hermano. Te juro que de no haber balcón, igual me habría lanzado del miedo. Es... es aberrante. ¿Están locos o qué? ¿Qué cosas eran esas, Karl? ¿Viste sus ojos? ¿Los viste? —Ya, ya, Jon, ¿puedes parar? ¡Necesito pensar! —le grita Karl, intentando recobrar la calma.—Son los llamados los ojos de fuego. Es el virus, Jon, como las águilas, como el rinoceronte, como Sara... —¿Rinoceronte? Oh por Dios, estamos muertos. Sigmund es un maldito psicópata maniático, de haber sabido que esto era tan demoníaco no vengo ni por mil millones, maldición—protesta Jon. Karl conduce con una de sus manos en el mentón, respirando hondo mientras piensa en Kira.—El gobernador está implicado —dice, rompiendo el silencio. —Sí, ese degenerado, pero, ¿por qué? ¿Para qué hacen eso?— pregunta Jon aún consternado. —Es lo que vamos a averiguar, Jon. Finalmente, llegan al hotel. Jon descansa del susto, tendido sobre la cama, mientras Karl habla con Sigmund, mirando por el balcón. —Sí, así como oyes... el gobernador —dice Karl. —Necesitamos pruebas, Karl, lo sabes. No podemos hacerle absolutamente nada sin pruebas. Además, debemos hacer caer a todos los culpables. —¿Debemos? ¿Debemos? Como si tú estuvieras aquí jugándote el trasero —dice, riendo sarcásticamente mientras la sangre le hierve como cada vez que habla con él.
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