Prólogo.
Prólogo.
Narradora Omnisciente.
Italia.
Un país precioso.
Dueño de muchos lugares impresionantes.
Y hogar de muchas familias importantes y altamente conocidas, sobre todo en el ámbito empresarial y porqué no, también en culinario.
Familias rodeadas de miles de eventos y reuniones de notable importancia.
Como la que se lleva a cabo en el más que hermoso The St. Regis Rome. En la velada solo las familias más influyentes han sido consideradas. Y se creería que esta fiesta ha sido organizada por los Maxwell o Caruso, porque sus familias suelen organizar más de nueve de estas festividades al año, pero no, los anfitriones son nada más y nada menos que los renombrados Atlas.
Conocidos más que todo por el matrimonio del hijo menor de la familia Atlas, Martín Atlas y la abogada Verónica Simon de Atlas. Su matrimonio fue el menos esperado y no se tenía fe de que algo bueno fuera a surgir de este, sin embargo, no solo superaron las expectativas, sino que crearon su propia obra maestra en el mundo empresarial. El matrimonio ahora cuenta con dos hijas preciosas. Su primogénita, Charlotte Atlas Simon y la menor Marie Atlas Simon. Ambas nacieron con una belleza única como la de su madre, con poca tolerancia como la de su padre y con una mente brillante, claro símbolo de que llevan la sangre de sus progenitores.
Los Atlas son los organizadores de la fiesta a la que tantas personas influyentes fueron invitados.
Entre algunos de los invitados también se encuentran sus hijos y herederos a sus riquezas, trabajos y muchas responsabilidades.
—¿A dónde estás yendo? —pregunta una pequeña niña de ojos muy curiosos a aquel niño que ha visto tantas veces, pero que aún no sabía cómo se llamaba.
—¿Otra vez tú...? —le pregunta el niño abrumado por ella.
—No entiendo porque no me quieres cerca de ti. Son pocas las veces que nos vimos. Además, yo te prometí que te seguiría para recordarte que me debes un favor. —dice ella mientras le regala una de sus típicas sonrisas.
—Señorita Atlas, creo que no deberían de vernos juntos. —menciona el niño.
—¿Por qué no? ¡Somos amigos! —exclama ofendida.
—No. No lo somos. Tú solo decidiste comenzar a perseguirme a todos lados. —ella los mira fijamente mientras se cruza de brazos.
—Si te digo que somos amigos tienes que hacerme caso. —él suspira molesto, por la actitud de la niña.
—Ni siquiera sabes mi nombre, Charlotte. —la mencionada se encoge de hombros.
—Pero puedo averiguarlo...
—No lo dudo, pequeña princesa Atlas. Pero es mejor no estar más tiempo juntos.
—¿Por qué te empeñas en decir eso? —cerró sus ojos con fuerza.
—Porque ambos somos hijos de familias poderosas. Y aunque soy pequeño sé que nuestros padres podrían obligarnos a hacer ciertas cosas que pueden que no nos gusten.
—¿A qué te refieres? —pregunta ella incrédula.
—¡Por Dios! Olvídalo, Charlotte. Eres una tonta. Si me sigues persiguiendo pasarán cosas malas en el futuro. Te lo aseguro.
—No soy tonta, tu eres malo y no me tienes paciencia. No ves que soy más pequeña.
—Como digas princesa Atlas, mejor volvamos con nuestras familias.
—...