—Pero te encargaste de todo mientras yo estaba… fuera de combate.
—¿Qué otra opción había? —se defiende, aunque sin dureza—. Alguien tenía que hacerse cargo. El consejo necesitaba dirección. Había decisiones que no podían esperar.
Me crucé de brazos, mis manos crispadas sobre el control de la silla.
—Lo sé. No estoy negando eso. Pero quiero volver. Quiero retomar lo que es mío. No vine a agradecerte ni a juzgarte. Solo vine a decirte que lo haré.
Franco se gira lentamente hacia mí. Su expresión ha cambiado de serenidad a dureza.
—¿Y ya puedes moverte por ti mismo? ¿Estás seguro de que no estás forzando una recuperación que no ha terminado?
—No. Pero cada día estoy un poco más cerca. No quiero quedarme en esta silla. Pero incluso si tuviera que hacerlo, no me voy a quedar encerrado en
